Poesía y feminismo: un sobresalto, una incomodidad

A partir de la publicación en España de “Un hogar fuera de mí” -premio de la Fundación Lowe-, de Luciana Reif, la poeta Paula Jiménez España habló con ella sobre cómo su lírica se impregna de intimidad y experiencia política. En el libro, feminismo, violencias, miedos, aparecen como escisiones al orden patriarcal.

Un hogar fuera de mí, el último libro de la poeta argentina Luciana Reif (autora también de Entrada en calor, El ojo del mármol, 2016), obtuvo recientemente en España el Premio a la Creación Joven de la Fundación Loewe y acaba de ser publicado en la prestigiosa colección de Visor Libros. Esta serie de poemas producidos a lo largo de los dos últimos años, a la luz de un feminismo que crece también en el campo de las letras, van construyendo una femineidad y una lírica – las dos desobedientes por igual- que abren las puertas de una intimidad a la que devuelven experiencia política.  El hogar aquí no se circunscribe al perímetro de la casa, ni a la jerarquía de los roles, sino que pasa a ser el mundo vasto y diverso donde el deseo, el sexual y el de la escritura, se hacen oír. No más abnegada resignación (“Estoy cansada de ser la otra del éxito”, dice) ni obediente opacidad para Luciana (ni para ninguna de nosotras, que resonamos con estos versos).  La opresión de género y la lengua del poder, confluyen en ese código rosa al que esta autora se enfrenta. Con los materiales de la sensualidad y la furia, siguiendo la senda de grandes plumas feministas como la de Adrianne Rich o Sharon Olds, alimenta un yo potente, atravesado por su cultura y por su época.  Como la de estas autoras, su poesía también es capaz de reconocerse dentro y fuera del campo de la exclusión.  “Ese líquido radioactivo y espeso, / como un roedor diminuto que atraviesa los túneles. / Los chicos con malformaciones se nos aparecían/ como espectros, una y otra vez por las noches. / Son hadas, me dijiste, el alma les pesa más / que sus pequeños huesos. / No podía tocarte entonces, no podía aceptar/ la integridad de nuestro sexo”, dice Luciana Reif.

Luciana, ¿cómo fueron surgiendo este libro?

Yo ya venía atravesada por los femicidios y las marchas de Ni una menos, pero por otra parte el rol de la mujer fue algo que siempre me cuestioné. Mi vieja dejó de laburar cuando nacimos nosotrxs, después no conseguía laburo porque estudiaban lxs hijxs, y a mí esas cosas me fueron marcando mucho a nivel personal. La idea tradicional de la maternidad borra la cuestión de la mujer. Soy bastante racional en mi vida cotidiana y me interrogo, también por mi carrera, sociología, y entonces, en algún punto esas cosas salen en la poesía. Mi escritura está muy ligada a lo íntimo, no como lo autobiográfico y personal, sino esa intimidad de la que habla el feminismo: se vuelve pública y se vuelca al exterior.

Pero ¿cómo se lleva lo ideológico a la estructura poética sin que caiga el poema? Es difícil hacer coincidir política y poesía…

En uno de mis poemas hablo de una mujer que está en plaza Constitución, de su maternidad y de su historia de violencia. Creo que así termina surgiendo la poesía y la ideología detrás: es una mirada sobre una situación concreta. Todo lo metafórico y simbólico que va sucediendo en ese poema habla y da cuenta de una situación social. El gancho viene cuando una logra transformar una experiencia concreta a través de la poesía, de una representación.

¿Cómo apareció el título?

Yo estaba en un proyecto académico con una amiga, y empezamos a hablar de esta idea contemporánea, tan neoliberal, del amor, hoy estoy con uno, mañana estoy con tal. Esta transformación de la libertad de las mujeres para estar con quienes querramos, pero que en un punto es una idea más típica del hombre. El neoliberalismo resignifica ese tipo de cosas en pos de un individualismo que no construye compromiso ni vínculos duraderos. Veníamos pensando estas cosas y leyendo a una poeta africana que se exilia de su país hacia Inglaterra, y ella hablaba justamente de esta cuestión del hogar y ahí surgió el nombre para un blog que íbamos a hacer, y mi amiga me lo cedió para el libro. La africana dice en un poema: “No se pueden construir hogares sin seres humanos, alguien debería ya habértelo dicho”. Me gusta esta dualidad, la idea del hogar como un lugar propio de la mujer, tradicionalmente asociada, y esa idea de fuera de mí, de salir e ir hacia lo público y lo colectivo, juntarse con otras mujeres; y también despegar de lo individual. Creo que hay que construir hogares, en el sentido de construir vínculos. El feminismo es la unión de mujeres que pelean por sus derechos, por eso me parece importante rescatar esta dimensión de lo colectivo. De encontrar algo en lxs otrxs, una comunión.

No parece casual que en España, un país con alto nivel de violencia de género, se premie un libro como el tuyo…

Este premio lo ganaron muy pocas mujeres. Me sorprende por la mirada feminista de estos poemas, conmigo como autora latinoamericana, y me parece una locura que pueda leerse allá. Desde un lugar hegemónico –la Fundación Lowe y una editorial reconocida como Visor–, que se premie un libro que plantea una mirada no hegemónica.

¿Creés que hay una movida en la Argentina de una poesía con características feministas?

Creo que sí. A mí lo que me parece interesante es ese lugar de escrituras, que es muy sincero y a la vez muy trabajadas poéticamente. Yo siento que se está dando en mi círculo cercano el hecho de cuestionar la idea de mujer. No circunscribirla a la mujer heterosexual, blanca. Esto se está dando como debate, ¿sigue siendo válida la categoría de mujer? ¿a quién estás incluyendo y a quienes no? Se está escribiendo desde ahí. Pienso en el libro Queerland, de Gaby De Cicco, por ejemplo. La mujer puede escribir desde lo íntimo o desde cualquier otro lugar, pero hay una sobrevaloración de que las mujeres escriban desde lo íntimo…

Igual, la intimidad que vos revelás no es la de entrecasa, sino la de lo ominoso, de lo siniestro. Pienso en ese poema en el que te preguntás porqué el chico que está con vos en la cama no te mata pudiendo hacerlo. Esa mirada extrañada frente a la ternura de alguien que podría ser el enemigo…

A mí misma me cuesta ver eso. Hay un poema en el que hablo de mi mamá antes de ser madre, y una amiga me dijo que le resultaba incestuoso. Yo, no sé si está bien o mal, pero objetivo todo. El poema está afuera de mí.

Como el hogar…

Sí. Digo: es el poema. Me olvido que salió de datos autobiográficos. Poesía, poesía, poesía: es un efecto protector. Si caés en la cuenta de todo lo que decís en el poema, te volvés loca. Si me meto ahí adentro, no sé cómo salgo. Igual siento que son fantasmas propios que por medio de un recurso literario los convierto en ficción. Usar ese momento inaugural y después en el trabajo con el poema, se opera una distancia.

¿Esa operatoria es la que te permite escribir con libertad? Digo, si quedás pegada al poema, reproducís el mandato patriarcal: mantener en silencio, por miedo o pudor. Para eso es necesario hacer una escisión. Para poder decir algo molesto…

La exposición principal es la familia, después el público… Yo salí de un closet con este libro. A mí es lo que más me interesa, esa cosa molesta. Me gusta en mi experiencia como lectora no terminar igual después de leer el poema que cuando lo empecé. Hay algo corporal que me generan por ejemplo los poemas de Sharon Olds. Una vibración, una incomodidad, una tensión. Un sobresalto.

¿Pensás que, lejos de las categorías de femenina o masculina, pueda hablarse de una literatura no patriarcal?

Estaría bueno saber si existe un tipo de poesía representativa de las masculinidades no hegemónicas. Un varón trans, o hetero que se deconstruya. A nivel teórico esas cosas giran, pero en la poesía no sé. En ese sentido, el colectivo de mujeres es vanguardista. No me extrañaría que en un futuro próximo aparezca una poesía así.