Desde que Venezuela comenzó el camino bolivariano con la Constitución 1999, no ha dejado de estar acosada por fuerzas restauradoras internas y externas. Venezuela se transformó del proveedor de petróleo más confiable de EEUU, en una amenaza inusual y extraordinaria, como la calificó Barack Obama en su orden ejecutiva del 9 de marzo de 2015. El enfrentamiento sin cuartel de la antigua clase política aliada a grupos económicos dominantes, tiene su explicación en la disputa por la renta petrolera, más un secular desprecio por el pueblo más pobre y sus necesidades.
La llegada de Chávez significó la visibilización de esa masa constituida por las y los postergados de siempre, quienes no tenían voz ni rostro. El país cambió y las mujeres venezolanas con él. Fueron incorporadas en todo el texto constitucional, a través del lenguaje inclusivo y reconocido claramente su derecho a la igualdad. Los movimientos de mujeres apoyaron con fuerza el cambio, suele decirse que “el chavismo tiene rostro de mujer”.
En estos 20 años, que cumple la Revolución Bolivariana este fin de semana, hubo golpes de estado declarados (2002), paro total prolongado (2003), insurrecciones militares focales (2004), episodios prolongados de luchas callejeras (guarimbas) (2013, 2014, 2017), asesinato de líderes campesinos, asesinato de lideresas comunitarias. Desde la muerte de Chávez, el nivel de violencia opositora aumentó, y también su expectativa de tomar el poder. Durante todo este tiempo, la injerencia de EEUU ha estado presente, aunque de manera encubierta. En este momento, EEUU ya no oculta su intromisión y se ha puesto al frente del golpe de estado en desarrollo que estamos viviendo.
Desde la muerte de Chávez, el nivel de violencia opositora aumentó, y también su expectativa de tomar el poder. Durante todo este tiempo, la injerencia de EEUU ha estado presente, aunque de manera encubierta. En este momento, EEUU ya no oculta su intromisión y se ha puesto al frente del golpe de estado en desarrollo que estamos viviendo.
Por otra parte, en los últimos cinco años, Venezuela ha venido atravesando una crisis económica cada vez más compleja, con alto impacto en la cotidianidad de la gente y en el funcionamiento de la sociedad en todas sus dimensiones. Hay un proceso hiperinflacionario agravado por la escasez de alimentos y medicinas y los servicios públicos tienen enormes dificultades. Para las mujeres, gestoras principales de la vida familiar y comunitaria, la vida se ha hecho difícil, implica mayor exigencia personal y social, así como postergación de la realización personal y de la satisfacción de derechos. Una gran parte de los programas sociales que se mantienen, como los CLAP –programa de distribución de alimentos subsidiados-, se vehiculizan a través de una mano de obra femenina gratuita. Para ampliar puede verse el Informe Desde Nosotras en http://entrompedefalopio.org/desde-nosotras/
Ante este complejo cuadro económico y social, las medidas económicas no se han tomado a tiempo, no han sido acertadas o tienen una lentitud de aplicación que las transforma en inoperantes. El burocratismo y la negligencia se han apoderado de la gestión del Estado, y gran parte de las instituciones no cumple sus funciones. No puede ocultarse el descontento que se ha venido instalando en el pueblo venezolano.
Sin duda, aprovechando este contexto y una situación internacional de avance de las derechas, en especial en América Latina, nuevamente la oposición venezolana cree que ha llegado su momento de hacerse con el poder. El año pasado, el 20 de mayo de 2018, se realizaron elecciones presidenciales, en las que la oposición más radical no se presentó y llamó a la abstención argumentando nula confiabilidad en el Consejo Nacional Electoral. Esas elecciones fueron ganadas por el Presidente Nicolás Maduro -si bien con una alta e inusual abstención-, quien debía asumir su nuevo mandato 2019-2025 a partir del 10 de enero 2019, día en que se juramentó.
A partir de allí se fueron desencadenando los episodios que conforman un golpe de estado en desarrollo impulsado y apoyado por EEUU: la Asamblea Nacional de mayoría opositora desconoce al Presidente Maduro, y el 23 de enero, su presidente, el Diputado Juan Guaidó se autoproclama presidente frente a una manifestación, inmediatamente Estados Unidos y los países del Grupo de Lima (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú), a ellos se suma Canadá. Claramente, y así lo han reconocido los propios opositores, se habría hablado y conversado anticipadamente con Washington, y comienza una etapa de presiones internacionales y amenazas, liderada por EEUU. Aunque sin éxito para la oposición, se plantea el caso Venezuela en la OEA y en ONU, la Comunidad Europea con España a la cabeza pretenden dar un ultimátum para que se hagan nuevas elecciones y finalmente reconoce a J. Guaidó.
El 24 de enero, las Fuerzas Armadas manifiestan su apego a la Constitución, denuncian la voluntad de crear un caos nacional, repudian la autoproclamación de J. Guaidó y reafirman su lealtad al Presidente N. Maduro.
Se inaugura una nueva etapa de manifestaciones callejeras, tanto del gobierno como de la oposición. Y aparecen focos de violencia en zonas populares, en las que se mezclan manifestaciones por reivindicaciones legítimas, e insatisfacción, con ataques perpetrados por mercenarios y arremetidas de rebeldía juvenil. Queda de esto un saldo de alrededor de 30 personas muertas.
Mientras tanto, la injerencia y la presión de EEUU no se detiene, han bloqueado los activos y cuentas de PDVSA en el territorio americano, y los de la petrolera nicaragüense que tiene mayoría accionaria de PDVSA, y sigue presionando a gobiernos de la región para que reconozcan a J. Guaidó. China y Rusia, por su parte, hacen público su apoyo al gobierno constitucional de N. Maduro. Se comienza a escenificar nuevamente una guerra fría, que tiene su epicentro en Venezuela.
Las mujeres en general, y las feministas en particular, vivimos esta realidad con una gran preocupación, tememos una invasión o una guerra civil. Hoy vemos la violencia y la muerte acechando muy cercanamente nuestras vidas. Queremos el diálogo y la paz, pero es bien difícil que haya diálogo sincero, mientras se mantenga la injerencia que no tiene horizonte de eliminación. Mientras la mayoría de nosotras hace grandes esfuerzos por la cotidianeidad, tememos por la vida tal y cómo la conocemos. La solidaridad de nuestras hermanas latinoamericanas y del mundo en general, nos llega y nos conforta, estamos convencidas que la suma de apoyos puede ayudar a Venezuela.
Civil o transnacional la guerra es un horror en desarrollo. La devastación llega a todos los rincones, ciudades y campos, con ellas llega el hambre, el dolor, el llanto y sobrevivientes con heridas que tardan un siglo en sanar. Nos miramos en el espejo de otros pueblos que recientemente han sufrido invasiones como Libia o Irak, en esos casos, petróleo y riquezas naturales fueron también el objetivo.
Este sábado se cumplen 20 años de la Revolución Bolivariana, habrá manifestaciones grandes de chavistas y opositores. El lunes 4 de febrero, es una fecha simbólica e importante: se cumplen 26 años del histórico levantamiento de Chávez, pero también se reunirá el Grupo de Lima convocado por Canadá. El 7 de febrero tendrá lugar en Montevideo la Conferencia Internacional sobre Venezuela, convocada por Uruguay y México, que tiene como objetivo sentar bases para un nuevo proceso de diálogo, tenemos expectativas en esto.
En estos momentos, nuestras acciones como feministas se concentran en la búsqueda de la paz, y pedimos a todas las hermanas militantes de nuestra América y el mundo, que nos acompañen.
Alba Carosio forma parte de dos organizaciones feministas que invitamos a seguir y conocer: