Gracias por la invitación. Además de Socióloga y maestranda en Intervención Social soy feminista, militante política de una agrupación del campo nacional y popular, agrupación Pingüinos y responsable de género de la agrupación.
En primer lugar y para clarificar algunas cuestiones que se escucharon en los argumentos de expositores y expositoras que se oponen a la aprobación del proyecto de ley que estamos debatiendo actualmente, quisiera comenzar con una reflexión respecto de la utilización liviana, ligera del término genocidio como definición de lo que para estas personas representa la práctica del aborto.
El término genocidio fue acuñado a mediados del Siglo XX por el jurista Raphael Lemkin y su definición sería la que daría forma a la Convención de las Naciones Unidas para la Prevención y Sanción del delito de Genocidio, la cual reconoce como genocidio a “cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”
Considerando la dolorosa historia reciente de nuestro país, y la de tantos países del mundo y los millones de víctimas de las atrocidades llevadas a cabo por genocidas, sería un acto de buen gusto, decencia e inteligencia dejar de utilizar este término para referirse a la interrupción del embarazo, al ABORTO, que como tal, se limita a la decisión particular de la persona gestante al momento de realizarlo.
Considerando la dolorosa historia reciente de nuestro país, y la de tantos países del mundo y los millones de víctimas de las atrocidades llevadas a cabo por genocidas, sería un acto de buen gusto, decencia e inteligencia dejar de utilizar este término para referirse a la interrupción del embarazo, al ABORTO, que como tal, se limita a la decisión particular de la persona gestante al momento de realizarlo.
En segunda instancia y ya para referirme específicamente a las cuestiones en debate, me gustaría contarles una anécdota, una experiencia reciente que tuve conversando con una profesional de la salud reproductiva, hace apenas un par de meses nomás, ambas muy embarazadas conversando sobre la posible (y esperemos pronta) legalización del aborto. Ante mi expresión de deseo por que el aborto sea legal, seguro y gratuito durante las primeras 14 semanas de gestación, ella me preguntó si yo sabía cuál era el mayor obstáculo al que nos enfrentábamos. Le pregunté cuál sería ese obstáculo y ella se señaló a ella misma, diciendo “nosotros”, refiriéndose claramente a los médicos y médicas que tendrían que llevar a cabo las prácticas. Continuamos conversando sobre la negativa que existía en los servicios de salud públicos a realizar abortos que actualmente se encuentran contemplados en la legislación vigente, y esto me lleva a la cuestión de la objeción de conciencia.
La objeción de conciencia en medicina y respecto del aborto específicamente ha sido harto debatida en todo el mundo en incontables oportunidades. En reglas generales, los países con sistema de salud pública y acceso al aborto legal, regulan de alguna manera la objeción de conciencia. La OMS se ha expedido también al respecto especificando que si bien un o una profesional de la salud puede por cuestiones morales o religiosas oponerse a la práctica de un aborto la paciente tiene derecho a recibir en tiempo y forma la atención médica solicitada así como la información pertinente a la misma aún si el o la profesional se opone a las mismas por cuestiones de conciencia. Es decir, la atención médica, el aborto debe realizarse y la paciente recibir toda la información al respecto más allá de las creencias personales de cada médico o médica, ESPECIALMENTE en casos de emergencia. Parece que en nuestro país los y las profesionales se acuerdan poco de la OMS en lo que respecta a la salud sexual y reproductiva de las mujeres, y ni siquiera hay que referirse al aborto para ello, la semana pasada fue la semana Mundial del Parto Respetado y no hace falta explayarse demasiado sobre las atrocidades que ocurren en las salas de parto de la Argentina. Señoras y Señores diputados y diputadas, la objeción de conciencia en la salud sexual y reproductiva de las mujeres es una falacia, resulta en una acción deshonesta y opuesta a la ética que termina en la falta de atención de la salud de las pacientes que se asemeja mucho al abandono de persona. Por lo cual debería revisarse fuertemente e incluso desterrar la objeción de conciencia de la atención para la salud, específicamente en este caso de la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Seamos honestos y honestas con nosotros y nosotras mismas, y reconozcamos que muchos y muchas de quienes hoy se oponen a la aprobación de esta ley, también se niegan en el sistema de salud a brindar información y métodos anticonceptivos a las mujeres que luego quieren acusar de asesinas o perdón, genocidas. ¿Cuántas veces pasa por cuántos consultorios, salas de espera, salitas, una mujer antes de decidir un aborto? ¿Qué pasó todas esas veces en las que ningún profesional le ofreció las alternativas disponibles? ¿Alguien le habló, le brindó información respinsable? Somos muy hipócritas.
Aborto LEGAL, porque no queremos estar más en el Código Penal. Y porque también nos hemos cansado de escuchar que la legalización sería violatoria de los tratados internacionales a los que adherimos y tienen jerarquía constitucional, como el Pacto de San José de Costa Rica que habla de la concepción, en el artículo inmediatamente siguiente, el 5 dice que toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral. así que en todo caso preguntémonos por qué el derecho a la decisión sobre el propio cuerpo de las mujeres no estaría contemplado por el artículo mencionado.
Y también pensar que quizás hay que revisar el pacto, que está un poco perimido y tenemos que pensar en DDHH de avanzada. por eso los países signatarios no legalizaron el aborto. Salvo Uruguay, claro, que sigue legalizando lo que cruzando el charco se prohíbe.
Para ir cerrando, y porque mi bebé de dos meses me está esperando, mi hermoso bebé fruto del deseo más profundo y que me convierte en una sujeta de derechos como mujer madre, deseante, en construcción, atravesando la maternidad no obligatoria, compleja y desafiante, a diferencia de lo que hoy nuestra legislación manda para las mujeres gestantes. Yo pude decidir porque tuve información. Yo tomé anticonceptivos para no abortar. Y no tuve que abortar pero si el día de mañana quiero hacerlo, no tengo por qué convertirme en una mujer madre clandestina. Nosotras, nuestra integridad compleja y diversa, no existe para ser clandestina.
Y por último, más allá de lo que pase con esta ley, vamos a volver, para seguir trabajando por los derechos de todos y todas.
Muchas gracias.