Una marcha angosta de casi 200 metros, compuesta por adolescentes, cruza el centro porteño. “Somos del Nacional, pasamos a buscar al Pelle y vamos al Congreso”, dijo uno de ellxs con los párpados esfumados de verde. Las chicas iban primero, más de una cuadra, y atrás, atrás, los pibes. “Hay que saltar, hay que saltar, le que no salta es patriarcal”, gritan. En el Congreso Nacional, cerca del mediodía, del lado verde, ya hay una decena de carpas, (“gazebos” les dicen), con información, servicios o sólo calor para quienes pasen por ahí. Mientras cuelgan las banderas con cinta scotch sobre las paredes de cualquier edificio, en el recinto por primera vez en la historia desde el regreso de la democracia inicia una sesión que discute el proyecto de ley de interrupción legal del embarazo.
“Hoy es un día histórico en nuestro país”, anunció el Diputado del Pro que fue MC (maestro de ceremonia) durante los dos meses de plenario de comisiones. Daniel Lipovetzky agregó lo que ya se sabía, su voto por el dictamen de mayoría: “La legalización del aborto es una cuestión de salud pública. Y no soy yo quien lo dice; lo dijeron tres ministros de Salud de distintos gobiernos a lo largo del debate”.
Las intervenciones iniciales, hasta las primeras horas de la tarde, transmiten un optimismo medido pero optimismo al fin. De las primeras 20 intervenciones 12 fueron a favor y 8 en contra. Los cálculos, el poroteo, arroja una diferencia mínima que oscila a un lado y al otro de la línea del aborto legal o clandestino. El mismo día de la votación, aun se estiman cerca de 15 diputadas y diputados indecisxs. “Están esperando el momento de los aplausos para saber por quién votará cada indeciso. Ya fue: hagamos votación por aplausómetro”, comenta a LatFem una productora que se encuentra trabajando en el recinto y que viene cubriendo desde el inicio del proceso parlamentario.
Las intervenciones de las radicales fueron destacables, como la de Silvia Martínez (UCR): “Ha quedado claro que la penalización del aborto ha fracasado en nuestro país”. O la diputada cordobesa Brenda Austin para quien “No es lo mismo el silencio y la clandestinidad, que la contención y la compresión que plantea esa ley”.
A pesar de la transversalidad en el apoyo al proyecto de legalización y despenalización, presentado tanto desde el espacio oficialista, como el radicalismo, el kirchnerismo, el Frente Renovador, la izquierda, no faltaron las clásicas chicanas, por ejemplo la del Diputado del PRO Nicolás Massot a lxs kirchneristas Mayra Mendoza y Juan Cabandié, a quienes les reclamó que en 12 años en el Gobierno no hayan dado la famosa “luz verde” para que se debata el aborto en el Congreso.
Mientras todo esto ocurría, el Presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, acomodaba una virgencita de metal junto a la campana con la que suele ordenar las sesiones. De darse un empate, será el abogado oriundo de Carlos Tejedor el que deba desempatar, según trascendió la decisión le pesa emocionalmente y no quisiera tener que hacerlo. Algunos leyeron en esta presencia de símbolos religiosos en su estrado una señal encubierta de cuál sería su voto.
Las intervenciones, de creciente dureza, fueron trenzándose, una verde, una celeste, pero azarosamente con una clara mayoría a favor de la Ley. Walberto Allende, diputado sanjuanino, acusó al ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, de haber dado datos falsos sobre mortalidad materna en abortos clandestinos: “No se puede debatir una ley con datos inflados con fines ideológicos. Según datos estadísticos mueren más mujeres por accidentes de tránsito”, dijo.
“El movimiento de mujeres va a lograr que tarde o temprano esto sea legal en la Argentina. De lo que se trata hoy es de que lo hagamos cuanto antes para que no haya más muertes”, expresó Mayra Mendoza y si hubiera aplausómetro sería una gran marca. También intervinieron lxs diputadxs: Daniel Filmus, Mónica Macha, María Carolina Moisés, Cecilia Moreau y Carla Pitiot, que reconoció que es una “retrógrada de 45 años” y que “el aborto no disminuye las muertes en la argentina”, luego agregó que “no seamos hipócritas, no digamos que es un problema de salud pública o de las mujeres pobres (…) el pobre no descarta porque al pobre no le sobra nada”.
Las diputadas Victoria Donda y Araceli Ferreyra hicieron mención a que el rechazo de la legalización del aborto esconde una concepción del útero como “incubadora” y Donda, recuperando las historias de las mujeres que llevaron adelante embarazos dentro de cárceles o Centros Clandestinos de detención durante la última dictadura cívico-militar, que “no defienden las dos vidas, penalizan a las mujeres que ejercen la libertad”.
El diputado y ex Ministro de Economía Martín Lousteau expresó su postura a favor y sobre el comienzo de su intervención manifestó que la pasión que despierta el debate no puede ser justificativo para las presiones a quienes deben votar.
Continuaron las intervenciones de Ivana Bianchi, Gustavo Saadi, Natalia Seligra, y José Luis Ramon, el diputado mendocino “panqueque”, quien había manifestado su apoyo a la legalización y luego declaró públicamente que firmaría por el rechazo: “En promesa de campaña dije que estaba a favor de la vida y la voy a mantener”, dijo, luego de sostener que las mujeres que requieren un aborto lo hacen luego de “tener un disgusto en su secxualidad”.
La intervención de Romina del Pla, una de las primeras firmas del proyecto de la Campaña, se destacó por su vehemencia; luego intervino Luis Contigiani, el socialista de Santa Fe que debió abandonar su bloque por estar en contra del derecho al aborto; luego la hasta hace pocos días indecisa Alma Sapag que manifestó estar “a favor de la vida” y la diputada Alejandra Ródenas que contó el caso de una chica de 16 años, quien murió por un aborto clandestino.
Afuera del Congreso, la foto aérea no refleja el interior. De lado verde, el ala norte de la Plaza de los Dos Congresos, se muestra estridente, colmada; en el ala sur, un puñado de personas. Se esperan varias horas más de debate hasta que sea posible votar por primera vez una ley que legalice el aborto. En las calles, todo es fiesta, mucho frío, y la continuidad de una transformación que no se va a detener por más trabas institucionales que se encuentren, de ese cambio da testimonio esa señora que vende pañuelos verdes y a cada piba le cuenta que ella ya es bisuabuela “pero cuánto daría por haber tenido una mejor vida”.