Buenas tardes, senadores y senadoras. Gracias por convocarme. Gracias a la senadora Durango. Tengo un texto no muy largo, pero, justamente, quería hacer un pequeño paréntesis en cuanto al valor que se nos da a las mujeres.
Mi nombre es Alika Kinán, soy sobreviviente del delito de trata con fines de explotación sexual. Vengo a expresar mi postura con relación al aborto desde una perspectiva que no se ha mencionado: las mujeres explotadas sexualmente, las mujeres prostituidas y nuestra estrecha relación con la problemática de los abortos clandestinos. Brevemente, quisiera hacer mención sobre qué es la prostitución. Es el privilegio histórico que tienen los hombres de poder pagar y darle valor a nuestros cuerpos. Pagar para que nosotras cedamos nuestra voluntad sexual en una clara relación de desigualdad. Los hombres ponen el dinero y las mujeres los cuerpos, particularmente, nuestras vaginas.
Quienes estamos siendo explotadas sexualmente sobrevivimos a diario a esta brutal forma de tortura sexual. Nuestros cuerpos y nuestras sexualidades dejan de ser nuestras para ser un producto más en el mercado capitalista. Las esclavas estamos ligadas, fundamentalmente, a nuestros proxenetas, quienes se quedan con una parte sustancial de las ganancias generadas, desde el 40 hasta el 60 por ciento en adelante. Dentro del sistema prostibulario existe un mecanismo de deuda con el fin de que la víctima no pueda salir de esa situación de esclavitud, multas por llegadas tarde, por no satisfacer a un cliente, por el pago de un aborto, entre otras.
En los prostíbulos se nos cobra a las víctimas hasta cinco veces más lo que vale un preservativo. Pasamos con quienes pagan por sexo con dos o tres preservativos ya que en la mayor parte de estos encuentros se generan situaciones de violencia, forcejeos, donde los hombres se retiran los preservativos e, incluso, se llegan a romper por la fricción generada y por la falta de lubricación natural. No siempre tenemos un pote de gel lubricante a mano para prevenir la rotura. Igualmente, sucede. Quienes van a esos encuentros sexuales son políticos, empleados, militares, pescadores, turistas, mineros, jueces; incluso, médicos. Todo tipo de hombres. Con ello quiero decir que las esclavas sexuales tenemos negado absolutamente el uso sexual placentero de nuestros cuerpos por parte de la sociedad, desterrándonos a un destino de supervivencia y falta de libertad en que las mujeres se encuentra en esta situación.
No tenemos siquiera la posibilidad de hacer un uso adecuado de medidas de protección y anticoncepción. Algunas de las mujeres que estamos siendo explotadas ya tenemos hijos, fruto de relaciones violentas, donde hemos sido abandonadas y donde nuestras hijas e hijos han sido abandonados.
No tenemos siquiera la posibilidad de hacer un uso adecuado de medidas de protección y anticoncepción. Algunas de las mujeres que estamos siendo explotadas ya tenemos hijos, fruto de relaciones violentas, donde hemos sido abandonadas y donde nuestras hijas e hijos han sido abandonados. Sufrimos maternidades forzadas producto de violaciones o, simplemente, somos mujeres pobres, sin formación y sin posibilidades laborales reales, donde la prostitución es el único medio de supervivencia, con las cargas y obligaciones materiales y económicas de mantención, lo que se convierte también en las ataduras al prostíbulo, obligándonos a ceder la voluntad sexual para sobrevivir nosotras y nuestros hijos, los deseados y los no deseados. Es así como nuevamente terminamos gestando un embrión de alguien que hizo uso de poder económico y su violencia física y sexual para satisfacción personal, donde nosotras quedamos vacías, con nuestro útero lleno y los proxenetas con sus billeteras abultadas.
Un embrión que no es nuestro porque no es deseado ni querido ni consentido. Un embrión que llega como un invasor a nuestros cuerpos. Un embrión que no es ni más ni menos que de alguien que ni conocemos, ni siquiera sabemos con exactitud de quién es. Poder llegar a establecer quién colonizó nuestros cuerpos entre veinte o treinta hombres es bastante complicado señores y señoras senadoras. Ni siquiera podemos pensar en la pastilla del día después ya que no se puede tomar como método anticonceptivo habitual en el mejor caso de que las consigamos. Por lo tanto, ante una situación de embarazo no deseado, seguimos las mujeres explotadas sexualmente en una clara situación de desigualdad, cargando con la responsabilidad de resolverlo prácticamente en solitario, donde el putero cliente ni se entera, porque no podemos establecer quién es ni nosotras mismas y debemos resolver ante el proxeneta explotador que se beneficia de nuestros cuerpos; cuerpos de mujeres jóvenes, esbeltas, delgadas, simpáticas, atractivas a los ojos de quienes pagan por ellas.
Estar embarazadas en un prostíbulo, claramente, nos dejaría en una situación de mayor vulnerabilidad, más aún de lo que estamos al ser tratadas y explotadas sexualmente. No se nos ve esbeltas, ni delgadas, ni simpáticas. Ya no somos atractivas a los ojos de un cliente prostituyente, a menos que caigamos en manos de un grupo de fetichistas que desee tener sexo con mujeres embarazadas; porque andá a saber cuál es esta fantasía sexual. La autonomía de las mujeres víctimas de trata al momento de ceder su voluntad sexual a cambio de un dinero necesario para sobrevivir ya está siendo violada y ultrajada, con el agravante de la cotidianeidad. Y cuando una mujer víctima de trata, explotada sexualmente, tiene que abortar de manera clandestina está siendo doblemente violada y ultrajada porque no puede hacerlo con las garantías del Estado, un Estado hasta ahora ausente, que continúa ausente. Es por ello que debe hacerlo con ayuda de sus proxenetas, quienes utilizan ese préstamo de dinero para que se lo realice sea como sea, clandestinamente, sin ningún tipo de garantía de que vaya a sobrevivir y a modo de usura y de encadenarla al prostíbulo prácticamente de manera indefinida.
Más grave es que le suma no sólo un plus de intereses al préstamo de dinero para la materialización del aborto sino que es utilizado desde el plano psicológico como un hecho que merece agradecimiento y fidelidad, generando así mecanismos de culpa y un lazo psicológico afectivo que ligan a la víctima de trata con el proxeneta, ya que nadie más haría eso por ella, o es lo que te hacen creer. En muchos casos, sus fiolos las golpean hasta el hartazgo para ahorrarse el dinero del aborto o también sus proxenetas les hacen beber todo tipo de brebajes y mejunjes que las pueden llegar hasta matar. Venden a precio de oro pastillas como Oxaprost, que ya hemos escuchado, que están dentro del prostíbulo, sin indicaciones y sin ningún tipo de supervisión médica, donde la mujer puede llegar a perder sus trompas, su útero, morir desangrada o de una infección, como ya hemos visto en tantísimos casos en nuestro país. Aun sobreviviendo a esta situaciones, muchas mujeres desde Ushuaia hasta La Quiaca, deben enfrentar las consecuencias penales que significa abortar, incluso para sobrevivir. Mientras tanto, estimadas senadoras y senadores, los hombres se siguen moviendo con total impunidad a la hora de demandar mujeres por sexo o, mejor dicho, por poder. Aborto legal, seguro y gratuito, ya. Aborto ilegal, nunca más. Muchas gracias.