Así como un calco en la historia, algunos grupos minoritarios, conservadores y alejadísimos de la realidad han instalado que si se aprueba la Ley de interrupción voluntaria del embarazo todes vamos a salir corriendo abortar, como si se tratara de algo que las personas con capacidad de gestar hiciéramos por gusto o por placer. Sostener esto, en un mundo desigual para las mujeres y personas con capacidad de gestar, es no dar cuenta de que el aborto es una cuestión de clase, quienes abortan de forma clandestina son personas empobrecidas por un sistema que no permite vislumbrar ningún futuro para sí mismas.
En esta misma casa similares atrocidades quisieron instalar en los debates de Matrimonio igualitario, hace 8 años atrás. Decían entre muchas y alocadas ideas que todas y todos iban a ser condenados a la diversidad, que se acabaría así la humanidad , que nadie tendría más hijos e hijas y entonces acabaríamos con la “Raza humana”.
De tantas cosas que se dijeron para tergiversar la realidad, solo quedo una, la verdad. Y la verdad es que Argentina se convirtió en una referencia mundial en la protección y el resguardo de las distintas formas de familias y de la dignidad de las distintas identidades, de la dignidad de ser quien una es y no otra como diría una gran activista trans, Claudia Pía Baudracco. Baudracco decía que “no acabamos con el mundo por amar: solo generamos más resguardos legales importantes y valiosos para cada familia.
Este momento histórico, nos permite comprender que hay un movimiento que pone el cuerpo todos los días, desde los barrios, desde las comunidades, desde los pocos, poquísimos lugares de resistencia; espacios que resguardan la salud integral para enfrentar los avatares de lo que significa para la vida de una persona que puede gestar el no querer hacerlo si lo considera necesario o riesgoso para su vida.
Abortar, en Argentina y en el mundo, es una práctica ancestral que realizamos a diario mujeres y cuerpos que tenemos la capacidad de gestar. Práctica que vamos a mantener, mejorar y profundizar porque ello no está en debate. Lo único que traemos a debate en este recinto son las condiciones y la responsabilidad del Estado por su persecución frente a nuestra realidad.
Muchas de las que hablamos sobre aborto somos en su gran mayoría sobrevivientes y no en sentido figurado, somos sobrevivientes de cientos de historias que terminaron bien y decimos solo “bien” si no te desangraste en la camilla de una biblioteca que se usaba como quirófano en una casa cualquiera; si no tuviste una intolerancia al tipo de anestesia que utilizan; si no te pasó lo que ocurre después de hacerse un aborto en condiciones pésimas de higiene y sin ningún tipo de asepsia, sin ninguna seguridad, sin nadie cerca tuyo que te de la tranquilidad de que todo está bien, sin tener en estas intervenciones la certeza de que quien lo realiza sea una persona idónea que sabe cómo reaccionar en caso de emergencia; si pudiste salir de esa situación casi inconsciente porque los efectos de la anestesia todavía persisten y solo escuchas entre sueños que si sangras en unas horas tenes que ir a un hospital, que hagas reposo.
Hoy gracias a la solidaridad, el compromiso y la organización de nuestro movimiento pudimos mejorar las condiciones de esas practicas, pero cuando logramos masificar el uso del Misoprostol, es cuando la censura y la criminalización volvió a hacerse carne en las personas gestantes más empobrecidas. Son ellas las que no pueden acceder a una pastilla que en los últimos tiempos aumentó un 500% su precio, son ellas las que siguen siendo obligadas a soportar la tortura corporal, son ellas las que se ven forzadas a la humillación y persecución social; por ello resulta urgente que el misoprostol sea de producción publica y distribución gratuita.
Si a pesar de todo, estamos acá, dando lo mejor de cada una de nosotras y aportando realidades tangibles, es simplemente porque con abortos clandestinos, con misoprostol o sin misoprostol somos eso, sobrevivientes.
La clandestinidad es violencia. Y esta violencia es producto de la decidia de un Estado ausente, que no comprende que este es un tema de salud pública al que deberíamos ingresar por los motivos que cada persona considere necesario, que no comprende que su silencio alimenta abusos y violaciones en medio de las anestesias, que no comprende que las 47 muertes anuales por abortos clandestinos son femicidios en manos del Estado
En un mundo donde las relaciones de poder sobre nuestros cuerpos no nos dejan espacio para decidir sobre el uso de diferentes métodos anticonceptivos, donde la vasectomía es casi nula y no existen campañas de concientización para ellos y cuando además ellos ejercen su poder negándose al uso del preservativo, por motivos o excusas demás conocidas y sumamente patriarcales; en medio de esto asumimos que si la sociedad, la Iglesia, la doble moral, el Estado, insisten en decidir sobre nuestros cuerpos, construyen desde ese pedestal patriarcal las asimetrías y las opresiones que se ven traducidas finalmente en estadísticas que no hacen más que acrecentarse cada día, cifras que son abrumadoras e innegables
Pero la responsabilidad de este genocidio contra los cuerpos gestantes es concurrente. Los medios masivos de comunicación, la mala prensa alimentan la desinformación, el estigma y la persecución; cada día nos despiertan con frases que no tienen ninguna razón de ser. Por ejemplo que “en el acto del aborto se opone la libertad de las mujeres en detrimento de la vida de otra mujer : en caso de que en el vientre materno se halle una persona del sexo femenino, se produce una situación de alta discriminación”.
Desde las similitudes, las lesbianas podemos tener, al igual que el mundo heteronormado, deseos de formar nuestras familias, soñamos también con quedar embarazadas y al igual que cualquier proyecto familiar, también estamos expuestas a requerir un aborto en ese marco.
Pero desde lo particular, desde nuestro espacio de La Fulana, que en Septiembre cumple 20 años de lucha , hemos construido al calor de muchas historias y relatos un Observatorio de Violencia entre y hacia lesbianas y mujeres bisexuales, un observatorio que crece tristemente cada día y donde muchas de las denuncias que recibimos son de lesbianas y mujeres bisexuales que fueron sometidas a violaciones correctivas.
Violaciones correctivas que en su gran mayoría transcurren en el núcleo familiar más cercano: padres, hermanos, tíos. Violaciones autorizadas, legitimadas intrafamiliarmente y aprobadas como un secreto a voces. Muchas logran llegar a un espacio clandestino que les quite la culpa por sentirse atraída por otra mujer y después de eso solo resta escapar, primero de la familia pero después del odio y asedio social de cada dia.
Estos hechos no se denuncian, se silencian y se tapan bajo el régimen heteronormativo donde nuestras decisiones no interesan. Y de eso se trata, si las mujeres y los cuerpos que pueden gestar no tenemos derecho a la máxima autonomía posible para decidir sobre el propio cuerpo, jamás podremos enfrentar a un patriarcado lleno de relaciones asimétricas.
Hablar de aborto es hablar de salud pública, de justicia social y de derechos humanos, de igualdad de derechos y oportunidades. Es una deuda pendiente que tiene el mundo con las mujeres y los cuerpos con capacidad de gestar; hoy Argentina tiene la oportunidad de saldar la suya y depende de ustedes.
¡Ninguna mujer presa ni muerta por abortar!
¡Basta de criminalizar nuestros cuerpos y decisiones!
Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.