Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política estamos hoy acá con el objetivo compartir el recorrido que hemos construido mujeres y lesbianas al encontrarnos abortando juntas con misoprostol.
Porque mientras el Estado prefiere mirar para otro lado y no garantizar el acceso a la salud, empujandonos a la marginación y la clandestinidad, ocultando nuestras prácticas y deseos, las mujeres, lesbianas, trans y travestis nos hemos hecho de los recursos y las herramientas necesarias para garantizarnos el acceso a un derecho fundamental, pilar de la lucha feminista: la decisión sobre nuestrxs cuerpxs.
Porque mientras el Estado prefiere mirar para otro lado y no garantizar el acceso a la salud, empujandonos a la marginación y la clandestinidad, ocultando nuestras prácticas y deseos, las mujeres, lesbianas, trans y travestis nos hemos hecho de los recursos y las herramientas necesarias para garantizarnos el acceso a un derecho fundamental, pilar de la lucha feminista: la decisión sobre nuestrxs cuerpxs.
Si bien durante las últimas dos décadas se han producido avances en la constitución de un paradigma de derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos promoviendo cambios normativos y programas orientados a la consolidación de los mismos, en Argentina la práctica del aborto sigue siendo penalizada. En este sentido, organizaciones de lesbianas y feministas, nos hemos dado la tarea de generar estrategias para abortar a partir de líneas de acción directas mediante el acceso a abortos medicamentosos y generando espacios como las consejerías de salud sexual integral destinadas a brindar información sobre cómo abortar con misoprostol y orientar a las personas que requieren de la práctica para que ésta sea realizada de forma segura, domiciliaria y colectiva.
Porque cuando no hay voluntad hay mil excusas pero cuando hay voluntad hay mil recursos es que hemos construido las Consejerías de Salud Sexual Integral, a través de las cuales podemos habitar y deconstruir nuestra sexualidad de manera libre y segura. Permitiéndonos no solo acceder a derechos vulnerados por el Estado y sus instituciones, sino tambien, repensando cómo habitamos nuestros cuerpos, goces y deseos. Dispositivos basados en la igualdad, en el respeto a la heterogeneidad e integridad corporal, que construyen herramientas destinadas a la autonomía y empoderamiento de las mujeres y lesbianas, basadas en el consentimiento, el disfrute y la valorización de los cuerpos.
Y es que si vamos a discutir el aborto en el hospital, queremos intervenir en su reglamentación. Nuestra participación en este debate no es meramente testimonial. Estamos acá para ejercer la vigilancia epistemológica feminista que el Estado no sabe o a elegido no ejercer sobre el sistema médico hegemónico dando lugar a siglos de vulneración y violencia institucional sobre nuestros cuerpos. No queremos que el Estado nos diga cómo, cuándo y dónde abortar. Lo que exigimos es que se respeten nuestras experiencias, que se incorpore todo el conocimiento, práctico y teórico, que hemos construido colectivamente durante años.
Queremos una ley que garantice el acceso a un aborto seguro, legal y gratuito, pero cuidado con entregar su instrumentación a un sistema médico como el que tenemos hoy en día, profundamente machista, misógino, discriminatorio, heteronormativo y patriarcal, que se ampara en la objeción de conciencia para negarse, entre otras cosas, a garantizar el aborto en casos ya contemplados en nuestro ordenamiento jurídico. Que utiliza su autoridad y violencia epistémica para negarnos el derecho a la información, posicionándonos a les sujetos de derechos en una relación desigual de poder verticalista, jerárquica y abusiva, volviéndonos sujetos receptivos bajo la figura de pacientes. Negandonos de esta forma nuestra capacidad de decidir sobre nuestras vidas.
Es en ese sentido creemos necesario no solo la existencia de espacios comunitarios y feministas, como nuestras consejerías de salud sexual integral, sino que al mismo tiempo el sistema médico hegemónico y sus dispositivos descentralizados sean capaces de retomar dichas experiencias con el objetivo de comenzar a construir colectivamente un nuevo concepto de la salud, que abandone el paradigma patologizante el cual se sostiene hoy día bajo la premisa de presencia o ausencia de enfermedades. La salud es una experiencia política, social, cultural y feminista.
Militar el derecho al aborto no solo es construir justicia reproductiva ,sino que supone la tarea de cuestionar la heterosexualiad como regimen politico, la maternidad como un destino ineludible de las mujeres y personas gestantes y la feminización de las tareas de cuidado. Porque no es casual que siendo las lesbianas, históricamente marginadas de las lógicas institucionales, invisibilizadas por la sociedad y el sistema médico hegemónico, las mismas que hemos tenido que construir(nos) espacios de circulación y colectivización de información, seamos quienes hemos acompañado y defendido el aborto medicamentoso ambulatorio desde sus inicios.
Esta experiencia ambulatoria colectiva y feminista potencia el poder y la autonomía sobre nuestros cuerpos, reconfigurando los sentidos desde las prácticas, No solo estamos desafiando las reglas formalizadas por el estado sino que también estamos conformando un entramado normativo alternativo. No solo son actos de resistencia a la ilegalidad sino también momentos de construcción de una ética y de un derecho alternativo.
Hablar de misoprostol supone hablar de aborto sin el cuerpo médico, sin el aparato de la medicina hegemónica, históricamente dominada por varones. Supone la desmedicalización de una práctica que no precisa ni debe ser hospitalizada porque no se trata de un padecimiento. El aborto medicamentoso supone la participación activa y responsable de las mujeres y lesbianas en torno a los procesos no reproductivos y el ejercicio pleno de nuestra sexualidad.
Teniendo en cuenta que, desde 1998 existe una restricción a la venta libre de misoprostol que ha habilitado la comercializacion clandestina y especulacion de los precios, sumado a la
hegemonización de su producción por un solo laboratorio, vulnerando el derecho tenemos los cuerpos gestantes de acceder a la mejor tecnología para una interrupción legal del embarazo, creemos necesario que incorporen en este debate de 2 proyectos de ley que actualmente tiene estado parlamentario: uno para incluir al misoprostol en el plan medico obligatorio, y otro, para su fabricación publica.
Para terminar, es preciso desarrollar un sistema integral de salud en pos de garantizar el derecho al aborto, porque no concebimos una ley de aborto seguro, legal y gratuito escindida de la actualización y efectiva implementación de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) en todos los niveles educativos.
Sin la incorporación de la Ley de Identidad de Género.
Sin el acceso a información sobre salud sexual reproductiva y no reproductiva, que no soslaye la responsabilidad masculina, y en este sentido proponemos la plena aplicación de la anticoncepción
quirúrgica centrada en los cuerpos de los varones cis .
Sin la completa aplicación del Protocolo para la Interrupción Legal del Embarazo (ILE).
Sin discutir la formación que reciben hoy los y las profesionales de la salud: médicas, parteras, enfermeras, psicólogas, trabajadoras sociales, antropólogas con el objetivo de des-patriarcalizar al sistema de salud y apostar a uno que sea humano y comunitario.
Por misoprostol de producción nacional y venta libre.
Por más interrupciones colectivas, domiciliarias y seguras.
Por un Estado que propicie los medios, pero que no nos imponga las formas. Por un sistema de salud que está a disposición de las personas.
Por el pleno derechos decidir sobre nuestrxs cuerpos.
La persona gestante decide. La sociedad respeta. El estado garantiza. Aborto legal YA en cualquier lugar!