Pertenezco a una organización de mujeres católicas y feministas con 25 años de trabajo en la defensa y promoción de los derechos humanos de las mujeres en Argentina, Católicas por el Derecho a Decidir. Manifestamos nuestra adhesión a valores y enseñanzas de la doctrina católica a la vez que disentimos con el discurso de la jerarquía católica en temas de moral sexual, sexualidades y aborto y estamos comprometidas con los derechos sexuales y reproductivos, la justicia social, la salud y la vida plena.
Personalmente, integro el Consejo Asesor de la Dirección de Salud Sexual y Reproductiva del Ministerio de Salud de la Nación desde hace más de una década y además integro la Comisión de Articulación Nacional de la Campaña por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Desde todos los espacios en que participo hemos celebrado y apoyado la media sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en la Cámara de Diputados de la Nación aunque no reflejara estrictamente el proyecto de Ley presentado por la Campaña.
Hemos asistido a muchas ponencia en ambas Cámaras y no se avanza en el debate, aquellas personas que se oponen insisten en la verdad absoluta, en el valor absoluto de la vida en gestación y las que estamos a favor hemos desplegado un abanico de argumentos jurídicos, médicos, sociológicos, históricos, teológicos, etc. y a la Sesión siguiente vuelven las preguntas sobre el valor de la vida del embrión como absoluto.
La revista católica Criterio, admitió en el editorial del número de mayo (2018), que la posición adoptada por los obispos al “llamar al diálogo público en torno al aborto implica un desafío exigente” y demanda, como consecuencia, “alcanzar un acuerdo operativo en un tema sumamente sensible, para lo cual quien desea dialogar sinceramente debe estar dispuesto a renunciar a expectativas maximalistas, aceptando que en el análisis del problema habrá muchas diferencias inconciliables y que para consensuar medidas concretas será necesario llegar a compromisos y recíprocas concesiones; destaca el tono “sereno y mesurado” del mensaje episcopal sobre el tema y reconoce que el mismo fue “ampliamente elogiado e influyó positivamente entre los fieles”.
“…Si la posición es demasiado rígida”, “¿no terminaremos aislados en un rol meramente testimonial, quizás heroico pero prácticamente irrelevante?”. En primer lugar porque “ningún texto del magisterio (de la Iglesia) afirma directamente que el embrión es persona” y dado también que “la Iglesia reconoce que su tradición en este punto no es unánime”, “esto nunca impidió que el aborto fuera considerado unánimemente un crimen, una falta grave, aunque la severidad de la pena pudiera variar según el período de la gestación”, y nunca se lo equiparara completamente a un homicidio. En relación a “el carácter personal de esta nueva vida no es un tema científico sino filosófico” y “hoy por hoy es imposible llegar a un acuerdo extendido sobre el carácter de persona del embrión humano” razón por la cual “esto no debe bloquear el diálogo como si ese tópico fuera la precondición ineludible para todo lo demás”. La pregunta que aparece más adelante es si se le puede exigir al Estado que mediante una sanción penal obligue a una mujer a llegar al fin de un embrazo.
Todos estos argumentos y otros más con base en la doctrina venimos sosteniendo desde CDD. Por ejemplo la Libertad de Conciencia a la hora de dirimir un dilema ético incluye por supuesto a la decisión de la mujer de interrumpir un embarazo y reconoce la doctrina que es más grave la obediencia a ciegas ante una decisión difícil que asumir la responsabilidad en una situación concreta decidiendo en contrario a las enseñanzas pero asumiendo la capacidad moral para tomar decisiones desde esta libertad de conciencia.
Luego, asistimos a la media sanción de la Ley IVE el 14 de junio pasado con una sociedad movilizada como nunca antes, lo que demuestra que la sociedad con el liderazgo del movimiento feminista avala y celebra la media sanción.
Es evidente que las iglesias y los sectores conservadores hicieron una mala lectura de la realidad y tomaron con dolor y con ira la media sanción. A tal punto que al haber perdido con argumentaciones pasaron a la ofensiva con violencia. Recientemente se ha publicado un listado de agresiones a mujeres de pañuelos verdes, a jovencitas, a periodistas, a teólogas, a organizaciones de DDHH, etc. Las propias senadoras han sido agredidas y ofendidas en el ingreso al Senado. ¿Dónde quedó la prudencia (citada más arriba) por los obispos?
De todos modos es bueno recordar una vez más que el debate que estamos dando es si el Estado se hace cargo de las mujeres que deciden interrumpir un embarazo o las deja en la actual clandestinidad. Esa clandestinidad que cada año deja alrededor de 50.000 mujeres con complicaciones del aborto inseguro que recurren tardíamente a los hospitales públicos por miedo a la cárcel. Y sólo son los datos del sector público, el sector privado no informa. ¿Ésto es lo que quieren aquellos que se autoadjudican ser defensores de la vida?
La defensa de la vida va mucho más allá de defender la vida del embrión, se trata de generar las condiciones para que la vida sea posible después del nacimiento, es trabajar por un medio ambiente saludable; repudiar la tortura y la pena de muerte, denunciar los delitos de Lesa Humanidad durante la dictadura; oponerse a las guerras, solidarizarse con los refugiados de esas guerras, denunciar los negocios de muerte de la industria armamentista; luchar activamente contra la contaminación del glifosato (herbicida usado para aumentar las ganancias de un sector) pero aumenta el cáncer y los abortos espontáneos de las mujeres que sí quieren ser madres. No he visto a defensores de la vida del embrión sumarse a estas causas de la humanidad para construir un mundo más justo y equitativo.
Lo que queda claro es que en realidad no les preocupa tanto la vida del embrión, no les gusta que las mujeres tomemos decisiones y pretenden imponer esta visión misógina en la Ley.
Comparar al movimiento de mujeres con el nazismo, constituye un discurso de odio inaceptable para la fe católica, al tiempo que la virulencia de las declaraciones evidencian también que las críticas a la desigualdad que genera el neoliberalismo aparecen como poco creíbles si a la vez buscan perpetuar la subordinación de las mujeres con interpretaciones sesgadas de la religión. Sorprende que hasta el Papa se sume al debate actual apelando a la trágica experiencia del nazismo, teniendo en cuenta que incluso los principales dirigentes de la comunidad judía han considerado recientemente como inaceptable que se use el holocausto para oponerse al aborto. Y además el Vaticano se involucra en la política nacional ofreciendo apoyo a unos y otros con la condición de que no sea aprobada la media sanción en el Senado.
Todos estos argumentos vienen siendo utilizados, repetidos una y otra vez por sectores conservadores o fundamentalistas para manifestar su oposición al derecho al aborto en este momento histórico. Muchos interrogantes surgen respecto a los usos que se hace desde esta posición. ¿Están desconociendo la historia de las prácticas reproductivas? ¿Desoyen con sus dichos el impresionante número de investigaciones que sostienen que el aborto sólo desciende en aquellos países que lo legalizan? O bien, ¿están llamando al movimiento feminista y de mujeres como superficiales, negando los dolores y las injusticias a los que son sometidas las mujeres? Siguen desvalorizando a aquellas personas que hace décadas (dentro y fuera de la Iglesia) venimos poniendo nuestro cuerpo y nuestro tiempo para lograr una sociedad más justa.
Este indigno mensaje eclesiástico escuchado todos los días de sesión en la Camára de Diputados y ahora en Senadores sobre las mujeres y el aborto, busca interferir indebidamente en la laicidad del Estado, obturando el debate legislativo, se ensombrece aún más cuando fomentan el uso político de la objeción de conciencia institucional -que ya se ha anticipado en varias provincias- y promueven la violencia contra la libertad reproductiva y obstétrica que vivirán las mujeres de parte de inescrupulosos efectores.
El debate público y legislativo sobre la despenalización y legalización del aborto nos ha situado en un momento histórico para la vida de las mujeres y para la democracia. La mirada obtusa de las jerarquías eclesiásticas no puede arrasar con los valores democráticos que el pueblo ha construido con respeto, libertad y pluralismo. En una encuesta reciente, publicada por Amnistía Internacional Argentina y el CEDES bajo el título Situación de la opinión pública con respecto al aborto, el 63% de las personas encuestadas coincidían en señalar que la iglesia debe mantenerse al margen de la discusión sobre el aborto. No es con ira que ganarán este debate. El debate lo ganamos todas y todos si dejamos de lado los dogmas y los valores absolutos para acercarnos responsablemente a la realidad de las mujeres, de las niñas y de personas con capacidad de gestar.
Educación sexual para decidir
Anticonceptivos para no abortar
Aborto legal para no morir
Que sea Ley