“La libertad comienza por el vientre”
Simone de Beauvoir
Estoy acá gracias al movimiento de mujeres, feministas, de derechos humanos, estudiantil, de las disidencias sexuales, socorristas y, en especial, a la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que desde hace décadas emprendemos luchas por la conquista del aborto voluntario en Argentina. Hablaré como activista, ensayista y periodista feminista.
Estoy acá gracias al movimiento de mujeres, feministas, de derechos humanos, estudiantil, de las disidencias sexuales, socorristas y, en especial, a la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que desde hace décadas emprendemos luchas por la conquista del aborto voluntario en Argentina. Hablaré como activista, ensayista y periodista feminista.
Abordaré mi exposición en clave genealógica combinando distintos registros para reflexionar sobre el camino recorrido en cuanto al reclamo de la despenalización y legalización del aborto. El mismo dispone de una larguísima historia no sólo en Argentina sino también a nivel internacional. En aquellos países llamados Primer Mundo, Centrales o Desarrollados, que gran parte de nuestra ciudadanía se embelesa por ellos, fue precisamente allí, que primó una tentativa de movimientos multitudinarios de resistencia desobediente por subvertir el orden social, económico y sexual.1
Por ejemplo, en Estados Unidos, surgió el “Movimiento de Liberación de la Mujer” (MLM). Dentro de esa coyuntura turbulenta y díscola que fueron los años sesenta, se acuñaron lemas que aún tienen presente “politizar el cuerpo” “un hijo, si quiero y cuando quiera”, “Mi vientre es mío”, proclamas que apuntaban a cuestionar la reapropiación de la sexualidad de las mujeres entendidas como heterosexuales, bisexuales, lesbianas y varones trans de su función reproductora2.
En marzo de 1969, en New york, la agrupación “Las Medias Rojas” fueron las primeras en organizar rondas públicas para plantear de cara a la sociedad sus prácticas abortivas. En las calles reunidas en ronda se arrojaron a hablar desde sus experiencias personales sobre los abortos. Sus confesiones en voz alta con el tiempo, se lo llamó campañas “Yo aborté.”3
Entre tanto, el grupo “Pro Liberación Femenina de New York”, de 1969, no quiso ser menos y lanzó una proposición: “Nuestra opresión trasciende las clases, las edades, las religiones y el color. La supremacía machista es la forma de dominación más antigua de todas las dominaciones y las más resistentes al cambio.4”
Asimismo, el 28 de marzo de 1970, se convocó en dicha metrópolis a una de las primeras manifestaciones multitudinaria para demandar por la legalización del aborto voluntario, el uso y difusión de los métodos anticonceptivos, organizada por una coalición amplia de diferentes grupos de mujeres, feministas y también de médicos. Se convocaron en la escalera de entrada de la Catedral de San Patricio para desembocar luego en la Plaza Unión.5 Ellas desfilaban por la Quinta Avenida ante el estupor boquiabierto de la ciudadanía6. Nuestra escritora, María Rosa Oliver, íntima amiga de Victoria Ocampo, relataba lo acontecido en su artículo La Salida, publicado en la revista Sur, en 1970.
Mientras que otras tantas de miles de manifestaciones se realizaron en Boston, Washington, Chicago, Filadelfia y San Francisco. De una u otra manera, proponían una campaña de educación sexual, clases preparatorias para médicos por abortistas expertos; el funcionamiento de un comité de reclamo; un consejo de investigaciones sanitarias y clínicas de abortos gratuitos. Así, a todo lo largo del país, los libros, los periódicos, las revistas, los cursos universitarios, los programas televisivos, las entrevistas, anunciaron el alba de un nuevo orden feminista.
De esta manera, nuestras briosas se transformaron en activistas revulsivas, con un protagonismo en las marchas, campañas, grupos clandestinos, acciones directas y militancias de izquierdas. Es decir, lucharon por un futuro sin explotaciones ni alienaciones que promovía un feminismo más heterodoxo y plural. Justamente al cruzar la condición de clase junto con la raza y etnia. Indudablemente, la exhortación de todas nuestras ancestras no resultaba sencilla de llevar a cabo: había que agrietar ideas y costumbres. La revolución de las mentalidades es la más peliaguda de todas las revoluciones.
Y como cierre de gala, en un manifiesto llamado “Un grupo de militantes proponemos” procuraban articular estrategias de lucha común al total de las mujeres: “Todo análisis, toda acción, debe partir de nosotras porque sufrimos una misma opresión. No nos dejemos dividir: nos liberaremos todas juntas o no nos liberaremos más. Acometamos contra las instituciones patriarcales y capitalistas que se apropian de nuestros cuerpos. No seamos las máquinas de procrear del Estado. Luchemos contra todas las prohibiciones legales, religiosas, sociales. Luchemos en favor de la anticoncepción gratuita y sin restricciones. Luchemos en favor del aborto legal y gratuito en clínicas y con un personal capacitado. Luchemos por la libertad sexual de las mujeres.7”
Estimado presidente, estimados miembros y miembras de la Cámara de Diputadxs, es a través de este relato histórico en clave genealógica que homenajeé el empeño y audacia de todas aquellas activistas feministas, académicas, amas de casa, estudiantes, migrantes, negras, de minorías sexuales, religiosas y étnicas, que no sucumbieron en el silencio. Todo lo contrario, sus intervenciones reforzaron las acciones políticas para conquistar la ley de aborto voluntario, el uso y difusión de métodos anticonceptivos y las denuncias en torno a la violencia sexual/ física y emocional. Así, con distintos matices, generaciones de feministas de todo tipo y color político, se presentó en casi todos los países del Norte y también en Europa Occidental, desde mitad de los años sesenta y setenta del siglo pasado.
Al mirar hacia atrás, nos damos cuenta que no estamos solas. Nos acompañan generaciones, tras generaciones de enérgicas combativas que pelearon para conquistar esa ley tan anhelada. Por ellas, ellos y ellxs estamos hoy acá. Recordándolas y diciéndoles gracias.
Yo aborte, por supuesto, en condiciones privilegiadas. Estoy parada y frente a ustedes para decirles que se animen para quienes no han decidido su voto, que lo hagan. Por supuesto, no es para mi generación. Es para mi hija, Eloísa, y para mi nieta, Bella, que con una ley de aborto voluntario seguro y gratuito, realizadas en condiciones dignas en los hospitales públicos y en centros de salud, ellas podrán elegir soberanamente sobre sus propios cuerpos.
1 Mildred, Kenyon Adams “El Nuevo Feminismo en los Estados Unidos” en Victoria Ocampo. Sur. N° 326, 327 y 328. Buenos Aires Sur septiembre 1970 – junio 1971. pp,44.
2Harris Marvin (1981): La cultura norteamericana contemporánea. Una visión antropológica, España, Alianza.
3 Schulder, Diane y Florynce Kennedy Aborto (1973): ¿ derecho de las mujeres?. Testimonios de mujeres que han sufrido las consecuencias de leyes, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, pp. 113.
4 Randall, Margaret. Op. Cit. pp. 65.
5 McAfee, Kathleen y Minna Wood (1972): “Pan y Rosas”. La Liberación de la Mujer: Año Cero, Argentina, Granica, pp 30.
6 Mitchell, Juliet ( 1970): “Las mujeres: la revolución más larga”en Margaret Randall (comp.) Las Mujeres. México, Siglo Veintiuno. pp. 122.
7 S/R (1972): “Un grupo de militantes proponemos” En La liberación de la mujer: año cero, Buenos Aires, Granica, pp.100.