Buenas tardes. Dado que no soy una experta y ya han pasado por este estrado y seguirán pasando referentes que acumulan años de estudios y de lucha, lo que quiero exponer hoy son algunas observaciones concretas y muy evidentes que surgen de la escucha atenta de las ponencias dichas en este espacio hasta ahora.
Hace años que venimos dando esta discusión pero de forma dispersa: en las calles, en marchas y contramarchas, en sets de televisión, en escuelas, en iglesias, en las casas. Gracias a esta instancia de debate en el Congreso hemos escuchado distintxs referentes de la sociedad civil exponer ante los y las diputadas de la Nación sus saberes, sus estudios y sus experiencias. Pero también su creencias personales, sus posiciones religiosas, sus prejuicios y su ignorancia.
Gracias a esta instancia de debate formal en el Congreso se volvió patente y contrastable la enorme diferencia en la calidad de los argumentos de unos y otros.
Hemos sido testigxs de cómo quienes han venido a apoyar el proyecto de legalización del aborto, vienen con la voluntad de resolver un problema existente a partir de un diagnóstico realista que es muy claro: las mujeres abortamos, las mujeres abortamos en la clandestinidad, las mujeres de las clases populares lo hacen en condiciones peligrosas que ponen en riesgo su salud y su vida.
Por otro lado, quienes han venido a repudiar el proyecto lo hacen mirando para otro lado, eligen con mucha hipocresía desconocer la realidad, desconocer las cifras oficiales y dramáticas de mortalidad materna e infantil producto de la prohibición del aborto, eligen desconocer las historias de mujeres reales con nombre y apellido que pasaron verdaderos calvarios producto de la prohibición.
No se trata de mi interpretación, sino de lo que unos y otros han aportado efectivamente en este debate. Quienes han venido a repudiar el proyecto en cuestión han hecho enormes esfuerzos de imaginación para poner en un pie de igualdad a un embrión y a una mujer. Para hacer que ambas cosas valgan exactamente lo mismo, hubo que apelar a mentiras y falacias.
No se trata de mi interpretación, sino de lo que unos y otros han aportado efectivamente en este debate. Quienes han venido a repudiar el proyecto en cuestión han hecho enormes esfuerzos de imaginación para poner en un pie de igualdad a un embrión y a una mujer. Para hacer que ambas cosas valgan exactamente lo mismo, hubo que apelar a mentiras y falacias.
“Si mi madre hubiera abortado- dijo un pediatra exponiendo fotos de su infancia y sus logros profesionales- no hubiera logrado todo esto, mis papás no hubieran sido abuelos”, ese argumento es tan falaz que resulta una burla para la inteligencia de los y las diputadas.
Para valorar a un embrión igual que a una mujer, hubo que acudir a una serie de mentiras porque un embrión no puede escribir poemas de amor. Es mentira, entonces como argumento es tramposo. También es una mentira hablar del famoso “grito silencioso y desesperado”. Si es grito no es silencioso. No existe tal grito. Y lo sabemos. Otra mentira.
Pensar que un embrión siente amor por su gestante, valorarlo igual que a una mujer es una renuncia total al sentido común, o (para no ser tan antipática) es una cuestión de fe. Para ciertas religiones los embriones son sagrados, son de Dios. Pero, si bien en Argentina somos respetuosos de todos los cultos, en Argentina la fe no se nos puede imponer. Este es un principio que ningún diputado o diputada puede desconocer. Así sean religiosos deben asumir que vivimos en un estado laico, donde las ideas iglesia no rigen la vida de los ciudadanos. La Iglesia considera “sagrado” el matrimonio, pero para nuestro órden legal, es sólo un trámite que podemos hacer y deshacer. No es sagrado.
Quienes han venido a apoyar el proyecto en cuestión, lo hicieron desde una intuición básica que deja de lado la hipocresía y el pensamiento mágico que otorga carácter de bebito a un embrión o a un feto sin considerar que el deseo de la madre y 9 meses en general en su útero, son condiciones necesarias para que ese embrión sea un bebito. Nadie puede decir que para una mujer perder un embarazo incluso deseado sea lo mismo que perder un hijo. No duele igual, porque para esa mujer, aunque haya deseado ese embarazo y haya soñado con un hijo, eso que perdió no era un hijo todavía. Lo que da cuenta que el embrión, aun deseado como proyecto de bebito, no es bebito.
Esto mismo tampoco se le escapa al Derecho Argentino. Han pasado por aquí juristas de distintas ramas del Derecho que dieron cuenta que para el derecho un embrión tampoco es un bebe.
Desde el punto de vista de derecho civil, el nacimiento es un punto crucial para dar una protección distinta al embrión o al feto que al niño nacido. Desde el punto de vista del derecho penal, un aborto no es un homicidio. Sin embargo, los propios penalistas que pasaron por aquí han entendido desproporcionada, infundada y selectiva esa persecución penal sobre las mujeres que abortan. Han manifestado además su frustración en tanto entienden que el derecho está para prevenir daños y en este caso la prohibición está produciendo mucho más daño del que evita. Han entendido que es urgente una modificación de nuestras leyes que despenalice y legalice el aborto.
Porque quienes han venido a apoyar el proyecto en cuestión- cualquiera fuera su disciplina- lo hicieron con empatía hacia las mujeres y las personas gestantes, con empatia hacia las más vulnerables, con respeto a sus libertades, comprendiendolas como seres autónomos con derecho a decidir sus proyectos de vida: se ha dicho en este estrado que un embarazo no puede ser una fatalidad, que no se puede tratar a las mujeres como subalternas de un sistema que las entiende como aparatos reproductores, que las mujeres somos personas.
Quienes han venido a manifestarse en contra, han demostrado una altísima intolerancia y autoritarismo para con las mujeres en general, y para con las que abortan, (para hablar en sus propios terminos) muy poca misericordia, todo lo contrario, para ellas solo tienen reservados estigmas, recomendaciones moralistas y prejuicios. Recordemos que acá se dijo que “Que son unas trolas las que abortan, porque se fueron a garchar, no pensaron en el hijo que iba a venir por un momento de calentura’, anulando de este modo el derecho al goce de las mujeres.
Se puso en duda que una mujer que quiere abortar quiera hacerlo, “¿Será libre la mujer si no sabe lo que está consintiendo?” se preguntaron acá anulando de este modo por completo el discernimiento y la voluntad de las mujeres, negandoles eso en lo que insisten tanto para el embrión: su calidad de personas.
Se llegó a hablar del peligro de despoblar el país. Como si legalizar el aborto generara que las mujeres corran a embarazarse para después abortar y que esto además anulara el deseo que todavía la mayoria de las mujeres tienen de ser madres en Argentina.
En conclusión: y dirigiéndome sobre todo a los y las diputadas que entraron a estas reuniones de comisión con más dudas que certezas: quedan muchos días de exposiciones por delante y ustedes como representantes del pueblo están ante la oportunidad histórica de tomar una decisión responsable que solucione un problema que lleva ya muchos años en nuestro país y que casi todos los países del primer mundo han decidido resolver hace rato.
Traten de advertir de qué lado están los prejuicios, las mentiras y las valoraciones religiosas y de qué lado están los diagnósticos realistas y la verdadera preocupación por solucionar un problema existente. No perdamos esta oportunidad. No perdamos más tiempo. No perdamos más vidas. Muchas gracias.