A Ivana Rosales su ex marido quiso matarla dos veces en una misma noche. Fue hace 15 años, primero quiso ahorcarla con un alambre, después la golpeó con una piedra en la cabeza y la encerró en el baúl del auto. Creyó que la había asesinado. Un vecino encontró sangre y el documento de Ivana tirado y avisó a la policía. Ivana sobrevivió luego de 45 días de internación para transformar su historia personal en una lucha colectiva. Desde la Patagonia argentina comenzó a golpear las puertas de la justicia -la mayoría de las veces cerradas para las víctimas de violencia machista- y logró que su caso llegara a una instancia internacional. Murió el miércoles a los 42 años en su casa. Ayer distintas organizaciones feministas la despidieron convocadas por La Revuelta.
Por el doble intento de asesinato, Mario Edgardo Garoglio, su ex pareja, fue a juicio, pero el fiscal Eduardo Velazco Copello introdujo un atenuante en la acusación, por circunstancias extraordinarias: “la historia de la víctima, su personalidad y actividad… cuando era soltera y cómo fue sacada de la noche por el imputado… No fue una buena madre, ni una buena esposa”. En síntesis: ella se lo buscó. Los jueces provinciales Emilio E. Castro, José V. Andrada y Eduardo J. Badano y el fiscal sometieron a Ivana a un proceso humillante, estereotipado y discriminatorio que, lejos de garantizarle justicia, la revictimizó. Garoglio fue condenado a 5 años de prisión por el atenuante que pidió el fiscal y se fugó. Reapareció en 2010 cuando la condena ya había prescripto y no estuvo ni un día detenido por lo que le hizo a Ivana.
Luego de que ella saliera del hospital, el poder judicial de Neuquén obligó a las hijas y el hijo de Ivana a revincularse con el padre. Él abusó de ellas. Por este hecho fue detenido en 2010 -antes se encontraba prófugo- y condenado a 4 años de prisión en 2012. Mayka, una de las hijas de Ivana, se quitó la vida en el 2012; tenía 17 años. Es que sus hijas y su hijo también sufrieron primero las consecuencias de la violencia machista y luego la violencia institucional, marcada por la impunidad y la indiferencia.
En 2005, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) acompañó a Ivana ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Recién en julio de 2017 comenzó un proceso real de solución amistosa, porque tanto el gobierno anterior como el actual a nivel nacional y provincial, dilataron los tiempos y eludieron dar respuestas concretas de reparación. Entre las medidas que pedía Ivana estaban convertir su casa en un centro de atención a víctimas de violencia de género, un registro nacional de violencia machista y el demorado patrocinio jurídico gratuito.
“¡Ivana Rosales presente. Ahora y siempre!”, fue el grito que se escuchó afuera de la sala velatoria donde se reunieron familiares, amigxs y activistas feministas. De las paredes colgaban cartulinas que decían: “Estamos juntas para salvarnos”, “Cuidaremos lo que nos dejaste”.