Si hubieran estado Lohana y Diana se fundían en un abrazo y se tornaban una sola carne impregnada de emociones, se volvían una amalgama de cumbia, copeteo y lágrimas y se llenaban de brillo y purpurina. Pero nos faltan. Nos faltan con tanta desesperación que hasta se siente en el pecho un poco de vacío mientras lloramos conmovidas por haberlo logrado: tenemos media sanción de la Ley de Cupo Laboral Travesti Trans. Y aunque Lohana y Diana no estuvieron, por una suerte de alquimia travesti anoche hubo en el aire polvo de travas y todes tuvimos dentro un poco de la mística y conmoción de aquellas, nuestras traviarcas.
Esta crónica es un diario personal: difícilmente pueda contener la alegría de todes o las opiniones de un espacio complejo como el movimiento trans. Hoy más que nunca este relato es situado y construye lugar, es la narración de una experiencia atravesada por mis privilegios y mis reflexiones. Es la crónica posible, hecha de la voz propia, de mis itinerarios y mis trayectorias que de seguro se cruzan y tejen con las de mi generación, las que estuvieron antes que yo y las que vienen dispuestas a ponerle punk y rebeldía a la furia travesti.
La primera sensación fue de nostalgia. Cuando llegué, la calle que esperaba rebalsada de colores y banderas estaba vacía. Sólo en la esquina de Callao y Rivadavia un grupo de compañeres se tomaba una foto con banderas y pancartas. Yo me había imaginado un escenario lleno de travas, con la Berkins al mando y su vozarrón en un altoparlante. En esa vereda de pronto pensé ver a Karina Urbina encadenada a las rejas junto a Carlos Jaureguí. Tanto trabajar entre archivos me hace pensar todo el tiempo en esa generación de luchadores y luchadoras que montaban una perfo majestuosa para los años noventa. Pero ahora tenemos la pandemia acechando y movilizar se vuelve hasta un contrasentido. Al final la calle sigue siendo hostil, esquiva y huraña para nosotres.

Pero para la hora del debate el Congreso se empezó a llenar de nuestros cuerpos, por los pasillos y balcones estaban nuestros rostros morenos, nuestras voces desobedientes y nuestros pasos perdidos. No fuimos una turba enardecida, tampoco una multitud encendida, pero estuvimos presentes. Por los protocolos sanitarios se volvió difícil acceder al recinto y la entrada estuvo limitada a referentes de organizaciones y allegades. Pero sobre las diez de la noche cuando largó el debate en Diputados llegamos y habitamos el Congreso. En los balcones se veían nuestras banderas. La extenuante tarde de trabajo se llenaba de amigas y entre café y café fuimos aventurando escenarios. Desde el principio hubo confianza, esta ley no nace de un zapallo, es el producto de muchos años de lucha y trae consigo el antecedente del decreto 721/2020 sancionado en septiembre del año pasado. Le precedieron a este debate muchas horas de trabajo en comisiones y extensas jornadas de trabajo y discusión colectiva que aún con la pandemia se llevaron adelante. Confianza había, pero siempre hay que tener la guardia en alto.
En total pasaron por los micrófonos y cámaras de Diputados veinticinco oradores. Se dió lectura al dictamen de comisiones y se procedió al tratamiento en particular. Con más o menos acuerdos todos los diputados y diputadas que hicieron uso de la palabra acordaban en un punto central: la ley de Cupo Laboral Trans no está brindando a las travestis, transexuales y personas trans un privilegio sino restituyendo un derecho históricamente negado. Se trata de pagar una deuda con un sector de la población al que la democracia le dio la espalda con desdén, al que no se le permite siquiera acceder a la posibilidad de sentarse a una entrevista laboral, al que ni siquiera se le ha dado expectativas suficientes para escribir una hoja de vida. Una diputada preguntó: ¿Cuántos aquí han contratado a una persona trans?. La respuesta de tan obvia se torna en argumento suficiente. Nadie. Reducidas al espectáculo, el trabajo sexual o la peluquería dificilmente los diputados se imaginen que una travesti antropóloga esta tras de esta nota, colocando una palabra detrás de otra para contar su trabajo y nuestra conquista. Los diputados de los distintos partidos fueron presentando con mayor o menor precariedad sus argumentos, algunos claramente vienen sosteniendo un trabajo desde hace años y han compartido con nosotres procesos de lucha, tienen en sus equipos a personas trans y saben lo que significa esta ley para todes. Otros tocando un poco de oído se atrevieron a hablar de la importancia de esta ley para “los” travestis y personas “transversales”.
Por supuesto no faltó quienes nos quisieron enseñar de discriminación, corriendonos por izquierda. Para los diputados opositores, la ley de Cupo Laboral Trans al generar un registro de personas que adhieren a esta categoría identitaria generaría un tipo de discriminación. Pero lo cierto es que esta discriminación si existiere sería de tipo positivo, es decir que permitiría remediar con una política afirmativa la vulneración estructural de un sector de la sociedad algo comprendido dentro de los marcos jurídicos actuales. Pero más allá de las oposiciones, que sumaron en total 11 votos contra 207 adhesiones, la Ley de Cupo Laboral Travesti Trans alcanzó ayer la media sanción. En los discursos hubo además honores para muchas compañeras fundamentales: Lohana y Diana en el top, por la trascendencia de su lucha, pero también Claudia Pia Baudracco, Mariela Muñoz, Cris Miró y tantas otras compañeras de las distintas provincias que le pusieron y ponen el cuerpo y la carne a este debate.

El teléfono nunca dejó de sonar. Del otro lado mis compañeras aborteras consultaban el avance de la discusión, preocupadas y conocedoras de las arenas legislativas. Mis amigas travestis cafayateñas me mandaron su fuerza calchaquí y me pidieron que le ponga voz a las vallistas, aun siendo yo una citadina adoptada por el sol y el vino de esos paisajes. En un momento de la noche me ganó la emoción y les mandé un mensaje en video a mis compañeras salteñas agradeciéndoles porque de una manera u otra también fueron ellas quienes me pusieron aquí. Yo, bajada de los cerros y afincada en mi pequeña porción de Buenos Aires pude estar en el recinto mirando un momento histórico. Pensé en las salteñas que lucharon ardientemente desde el injusto anonimato, en Rosario Sansone y Pelusa Liendro. En un momento me llegó el mensaje de mi amiga Victoria con la voz quebrada, temblamos las dos de la emoción de saber que apenas unos minutos faltaban para que se hiciera un poco más real nuestro anhelo.
Sobre las 1 de la mañana cerró el tratamiento y se empezó a votar. La cuenta regresiva era un latido ensordecedor que nos mantenía en vilo al borde de los palcos. “Esto parece el año nuevo” dijo una. “El año nuevo de las travas”, pense. Esa cuenta regresiva nos daba la bienvenida a una nueva historia. Quizás esta ley no alcance, no llegue a implementarse para nosotras que estamos pisando el borde de nuestras expectativas, pero deja una puerta abierta para las generaciones que vienen. Sabemos que tras la sanción aún nos quedará esperar y luchar para que el cupo se haga efectivo y cumpla con su espíritu de restitución. Pero cada segundo menos en el tablero de la Cámara de Diputados era una esperanza más en nuestros corazones, un segundo menos para ver un futuro con travestis y trans jubilándose, yendo a la obra social, tomando el subte para llegar a la oficina. Y quién sabe, quizás un segundo menos de espera para poder ver en el congreso una travesti diputada hablando en primera persona de nuestra historia.
El tablero se puso en 00:00 y la alquimia trava hizo lo suyo, se cayeron los velos y vimos los votos: por una amplia mayoría logramos la media sanción de la ley y con ella, la mitad de una conquista ansiada. Lloramos abrazadas, nos brotó el grito de las gargantas y surgieron los aplausos. En un momento baje la mirada y las diputadas y diputados estaban de pie en el recinto aplaudiéndonos a nosotras, nosotros y nosotres. El Congreso se travistió por completo unos segundos, la rectitud y solemnidad de esos pasillos se tiñó de nuestras banderas, los palcos apenas ocupados por las pocas que pudimos entrar se llenaron de la multitud de ausencias que hacen parte de nuestras vidas. Ahí junto a nosotras estuvieron las miles de compañeras y compañeros perseguidxs por los edictos, las exiliadas, las reventadas por la policía, lxs muertxs en dictadura, las arrojadas a la calle, lxs maltratadxs por sus familias. Fuimos miles en esos balcones. Fuimos liberades de pronto por la furia y cantamos con más convicción que nunca: ¡al calabozo nunca más!