Mujeres, lesbianas, travestis, trans y personas no binarias negras en la puerta del Congreso. Mujeres, lesbianas, travestis, trans y personas no binarias negras sentadas en las bancas donde habitualmente se sientan diputados y diputadas. Mujeres, lesbianas, travestis, trans y personas no binarias negras organizándose en un espacio propio de ahora en más. “De acá tiene que salir la próxima líder, la próxima de las nuestras tiene que salir de acá”, grita a la asamblea la titular de la Comisión para el Reconocimiento Histórico de la Comunidad Afroargentina del INADI, Maga Pérez.
La primera Asamblea Asamblea Nacional de Mujeres, Lesbianas, Bisexuales, Travestis, Trans y No Binaries Afrodescendientes de Argentina se desarrolló el 4 y 5 de agosto y participaron 200 personas. La mayoría eran afroargentinas, otras afrodescendientes migrantes. Todas, todes, se reunieron con un sólo propósito: discutir la política que queremos para las personas negras del país.
Yo soy mujer, negra y bisexual. Por eso fui. De la primera jornada, que se hizo en el Congreso de la Nación, salí atravesada el dolor de la primera vez que te das cuenta que pertenecés a un grupo de riesgo, el dolor de la primera vez que te das cuenta de que te podés morir, el dolor de saber quién sos.
Fueron incontables la cantidad de veces que se repitió una idea: que nos pueden matar, que somos un grupo híper vulnerable y no lo sabemos. Esa falta de conciencia se anuda en la ausencia de datos que impacta en el déficit de políticas públicas y en la inexistencia de una preocupación social.
Un mito que se replica y hasta asume entre la propia comunidad: “No hay negros en Argentina…”. Ser negro, negra, negre, duele. Es como reconocerse mujer, LGBT, pobre, indígena, o todo eso junto.
La primera jornada comenzó con dos paneles con invitadas internacionales, luego una mesa de debate. Entre las participantes estuvieron Epsy Campbell Barr, la ex primera Vicepresidenta negra de Costa Rica, Carol Dartora, la primera diputada negra de Brasil por el estado de Paraná y la coordinadora general de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora – RMAAD, Paola Yañez.
En el medio se desarrollaron dos performances artísticas: una danza y una obra de teatro para finalizar. “Todas incidimos de alguna forma en nuestros espacios. Todas militamos”, dijo Maga Pérez.
Durante las mesas de trabajo, las primeras políticas que se exigieron al Estado estuvieron relacionadas con la educación contra la discriminación, contra el racismo estructural. También muchas y muches pidieron políticas contra la violencia policial. “A mi me subieron a un patrullero, me llevaron a un a una comisaría, me patearon la espalda hasta que me arrodillé”, contó un compañero de Mendoza.
Luego surgieron las demandas más íntimas, las que da vergüenza contar: las políticas contra la tristeza. Se pidieron políticas específicas para la salud mental de las personas afrodescendientes. “Las tasas de suicidio entre los jóvenes de nuestras comunidades son muy altas”, explicó una de las exponentes de un panel. Ella, sentada en una banca del mismo recinto donde debaten diputados y diputadas nacionales, contó lo que sufre la población negra en Argentina: “me daba vergüenza ser negra, ya no más”. Los celulares y las cámaras que había en el lugar apuntaron a ella.
Después muchas, muches lloraron con ella. La opresión se siente en la piel y por debajo. Se internaliza el dolor hasta que se vuelve invisible. En la circulación de la palabra aparecieron las historias detrás de esa discriminación estructural por género y etnia-raza: están quienes dejaron de salir a la calle por miedo, están quienes se sienten hipersexualizads, las que ejercen el trabajo sexual. Se habló en primera persona del “dolor de ser mujer afrodescendiente en Argentina”.
¿En qué creemos? Salgo con esa duda el primer día. En nosotras sería la primera respuesta optimista.
Para entrar al edificio te tenían que dejar pasar personas blancas, las personas de seguridad eran blancas y quienes financiaron el evento también. Los sentimientos de muchas se vieron reflejados en las cámaras del Congreso, fotógrafos blancos que vieron vulnerabilidad, compañerismo, llanto y abrazos. Muchos abrazos entre muchas desconocidas que se decían “hermana”, porque para la cultura ubuntu eso somos, hermanas. “No tenemos que creer todas lo mismo o ser íntimas amigas”, dijo una mujer en uno de los paneles, contra el movimiento de unidad, fomentando una alianza política..
Luego de ver tantas caras negras felices por reunirse con otras sonrisas negras, el punto en común no sólo fue el destrato vivido, sino todo el camino que Argentina debe recorrer contra la discriminación. El principal reclamo fue por la salud mental de las y les compañeres y esto habla de la impotencia de vivir en un mundo lleno de odio, en el que no podemos acceder ni siquiera a la vida, menos que menos a una digna. No morir se transforma en un logro y vivir bien es una utopía.
El segundo día de la Asamblea surgió el enojo. Las participantes volvieron recargadas de energía. Esta vez el punto de encuentro fue la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, un espacio menos protocolar que el Congreso de la Nación. Allí los aplausos y gritos se escuchaban más fuertes y poderosos. Ya no había bancas para personas blancas sino sillas.
“Contra la opresión, contra tener que callar, contra no poder vivir”, dijo Sandra Chagas, Integrante de Matambas LGBTIQ+, en el tercer panel sobre Alianzas y acciones colectivas para el fortalecimiento del movimiento y la agenda afro. En la mesa de debate resonaron las paredes por Clarissa, que pidió un cupo laboral para las personas afro.
Fueron dos días de compañeras, hermanas, amigas, personas a las que no llegué a abrazar lo suficiente, son poco. Pero suficiente para ver mi negritud de otra forma.
Algunas palabras clave que se repitieron una y otra vez: educación, migración, violencia, racismo, territorio, salud, cupo laboral, xenofobia, reparación.
Al finalizar la segunda jornada, salgo y los gritos se escuchan desde afuera de la Universidad. Tengo una respuesta a la pregunta que me hice el primer día, sé en qué creemos: Argentina es negra.