Agustina Paz Frontera, María Florencia Alcaraz y Florencia Minici
Para entrar al Penal de Alto Comedero hay que respetar una serie de reglas arbitrarias: no a la ropa ajustada y provocativa, no a las musculosas, no a los remeras con inscripciones políticas. También hay que atravesar una serie de revisiones por parte de las empleadas de seguridad mientras la cumbia suena desde la radio del penal. Para las visitas porteñas, las guardias se ahorran el manoseo. A las locales las examinan exhaustivamente en cubículos pequeños separados por cortinas. Como parte de la rutina, también revisan todo lo que las visitantes traen para las presas: pañales, yerba, azúcar, galletitas, toallitas femeninas y cigarrillos. Cada miércoles, sábado y domingo se arma una fila larga en la entrada de la cárcel, en su mayoría de mujeres, que vienen a visitar a Milagro Sala y a las otras presas políticas referentes de la organización social Tupac Amaru encerradas.
La detención de Sala y de otras cuatro compañeras de ella es el exponente de una Justicia patriarcal que funciona en tándem con el poder político y económico para disciplinar y amedrentar a las que se organizan, a las que reclaman vidas menos precarias para ellas y sus comunidades. El machismo viola, mata y, también, encarcela. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) dijo el 21 de octubre del año pasado “de inmediato” pero Milagro sigue presa hace más de 400 días. Cumplió 53 años en el encierro y hace poco cuando se enteró que la Justicia local ya acumulaba doce causas en su contra con una tijera se punteó lo único que tiene en la cárcel: su propio cuerpo.
En diciembre pasado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) también pidió una respuesta urgente a la detención arbitraria. Y la Corte Suprema de Justicia de la Nación de Argentina reclamó a la Justicia Federal un informe sobre las condiciones de su detención. Cada día de encierro es un día más que el gobierno argentino de Mauricio Macri incumple con sus compromisos internacionales. Cada día de encierro es un día más que estas mujeres organizadas no pueden marchar en las calles ni sumarse a asambleas junto con sus comunidades.
La organización Tupac Amaru llegó a ser el tercer empleador provincial, después del Estado jujeño y del ingenio Ledesma, es este triángulo otra clave para interpretar la detención de Milagro como de carácter arbitrario y político. Asociación ilícita, extorsión y fraude a la administración pública son algunas de las acusaciones que pesan contra las presas políticas de la Tupac. Un lenguaje judicial que no explica la complejidad que emerge cuando un movimiento social se vuelve administrador de trabajo, bienes y servicios.
Milagro es el rostro visible pero con ella también está encerrada en el Penal de Alto Comedero su red de mujeres de confianza, su círculo afectivo y político: Gladys Díaz, Mirta Aizama y Graciela López. En la Comisaría 49 permanece detenida Mirta Guerrero. La justicia patriarcal castiga a un entramado de sororidad. Castiga la fortaleza que se erige cuando las mujeres se organizan. Y en la Tupac Amaru las mujeres eran mayoría en las bases y en los lugares de poder, también. Además, de ellas hay un sexto compañero preso: Alberto Cardozo. No es casual que la mayoría de las encerradas sean mujeres.
Vestida íntegramente de blanco, cuello mao y con el pelo negro trenzado, carga en una mano una mesa y en la otra tres sillas que lleva al parque del penal. La flaca aparece sonriente, aunque la ansiedad se cuela en los gestos. Se arma una ronda de sillas alrededor de la mesa que se dispone para la visita. Circula un tereré que preparó su hijo, otra trajo un bizcochuelo. El círculo de sillas que rodea a la mesa se agranda a medida que pasa la tarde: una a una se van sumando a la visita que es reunión política, encuentro de amigas y, por momentos, entrevista. En la mesa de al lado está sentada su familia. Algunas le siguen diciendo “ma”. Alguien dice: “es un matriarcado”.
Milagro, ¿te considerás feminista?
No. Yo creo en la inclusión. En que el varón y la mujer tienen que ir a la par. O si una mujer anda con una mujer, tienen que ir a la par. Yo tengo esta chacana (muestra un anillo con la cruz andina originaria que simboliza la unión de los opuestos). Creo en ir a la par, no excluir.
Nosotras no pensamos un feminismo que excluye, pensamos justamente eso que vos decís, ir a la par, que por ser mujer no seamos menos ni más, pensamos un feminismo no académico sino un feminismo popular.
Ah sí, eso sí, eso del feminismo popular me gusta. No me interesa tanto el feminismo encerrado en las universidades, si no el que está en el pueblo, en las organizaciones, el que mueven las compañeras. Cuando somos nosotras juntas las que hacemos las cosas.
Es interesante que no te consideres una feminista tradicional, porque para muchas de nosotras el trabajo que hacés ayuda a muchas mujeres y es feminista.
Yo era de las primeras en oponerse a que las mujeres trabajen. Fui la primera en pegar el grito cuando venían y decían que querían trabajar en la construcción. Pero llegaban mujeres muy necesitadas, que tenían situaciones que cortar, que necesitaban tener trabajo. Me costó mucho entender que las mujeres podían hacer los trabajos de los hombres, como trabajar en la construcción. En las asambleas se debatió mucho sobre esto. Ellas me ganaron la apuesta, la discusión, y tenían razón.
En la fila que se arma fuera del penal hay una mujer de la organización que prefiere resguardar su identidad. Vino a pedir ayudar a Milagro pero no quiere molestarla y en esa tensión entre la desesperación y el respeto, se larga a llorar. Su pareja es un violento. Necesita una abogada para denunciarlo. Antes la Tupac Amaru se ocupaba de ese patrocinio jurídico gratuito que le corresponde al Estado. Ahora muchas mujeres están desprotegidas sin el abrazo de la organización social que las contenía. Muchas de las historias de las mujeres de la organización con sede en Jujuy se repiten: la violencia machista en las casas, el pedido de ayuda, la salida del círculo de la violencia. En los relatos de las tupaqueras aparece una palabra repetida: autoestima. La organización les devolvió la autoestima. Las potencias se liberan cuando las mujeres se organizan.
Uno de los espacios claves de la Tupac fue el área de Diversidad. Desde allí comenzaron a apoyar la Marcha del Orgullo y con ese acompañamiento lograron convertirla en un evento multitudinario. Desplegaban carrozas, murgas, batucadas, grupos de baile y desfiles de “dragqueen”. Todas las carrozas se llevaban su trofeo y un premio económico.
Milagro, ¿qué vas a hacer cuando te liberen?
No me pienso ir a la casa. Yo no soy el Perro Santillán. Voy a salir de este penal y voy a volver a unirme a las luchas contra el ajuste, la miseria, los despidos. Somos presas políticas. Acá hubo una alianza, un pacto para encarcelarnos. Hay un pacto de clase, un pacto machista.
¿Cómo es el trato acá adentro?
Acá dentro también tienen miedo a la mujer que se organiza. Por ejemplo, ahora no dejan que todas las visitas se junten. Piensan que estamos armando algo.
¿Vos pensás que el ensañamiento tiene que ver con que sos mujer?
Tiene muchísimo que ver con mi condición de mujer. Soy una amenaza porque organizo a las mujeres. Esta es una sociedad muy machista, además de racista. Es increible todo lo que hacen para mantenerme presa. Esto es un pacto entre (Eduardo) Fellner y (Gerardo) Morales, causa donde pueden, me meten. Pero yo voy a salir.
¿Escribís?
Estoy escribiendo un libro. Y escribo cartas, por ejemplo le escribí una carta a Francisco, porque él quería saber cómo estaba (también escribió la carta dirigida a las mujeres que luchan que acompaña a esta nota). Yo quiero volver a estar en las calles. Nos destrozaron el barrio entero. Nunca nos imaginamos que este tipo (se refiere al presidente Mauricio Macri) iba a hacer tanto mal tan rápido. Lo bueno es que a diferencia de los años ‘90 ahora estamos organizados.
¿Cuáles son los números de este desastre?
En la provincia había 20.000 cooperativistas, nosotros teníamos 5.000, con 900 delegados. Hoy en total de todos ellos deben estar trabajando no más de 1.000 personas.
¿Cómo ves la situación del país?
El país está atravesando un momento crítico. Estamos cada vez peor. Esos doce años que fuimos felices se terminaron pero hay que redoblar la apuesta. Los jóvenes nos van a ayudar a reconstruir la Argentina, es necesario dejar de lado las diferencias políticas. Por ejemplo en los Comité (se refiere a los Comité por la Libertad de Milagro) hay compañeros de izquierda y kirchneristas. Esta gente (se refiere al poder político actual) viene y se va del país según si les gusta quien gobierna. Ahora dominan el país, volvieron para sacarnos la riqueza, para endeudarnos. Pero estamos fuertes, estamos organizados. Los jóvenes ahora discuten política, no es como en los 90, ahora sí podemos.
En tu caso hay un conflicto de intereses nacionales pero puntualmente también tiene que ver con la historia de la provincia…
El Gobierno está jugando a debilitarnos. Nos ofrecieron “la domiciliaria” pero nosotras dijimos que “la domiciliaria” la toman los cagones, con excepción de mi marido que está por un problema de salud. No soy (Leonardo) Fariña. En la Fiscalía me dijeron “culpalo a Fellner para tener menos días de cárcel”. A Pachila (Patricia Cabana) le dijeron que lo culpe a (José) López. No podemos decir cuestiones que no son verdad. Además ellos construyeron acusaciones basándose en nuestros afectos, en nuestras amistades, intentando producir intrigas y quiebres entre nosotras.
Milagro, ¿cómo ves la situación regional?
La derecha avanzó en Latinoamérica. Avanza contra Dilma (Rousseff), ahora van contra Evo (Morales). Quieren quedarse pero no van a poder. Hay una joya que tenemos en América Latina: las organizaciones populares.
¿Te gustaría que viniera Cristina Fernández a visitarte?
Claro que me gustaría que venga.
El tiempo de la visita se acaba. Milagro acompaña hasta la puerta y muestra desde ahí la celda que comparte con una mujer que tuvo un bebé encerrada. Cada vez que alguien la visita ella pide pañales para su compañera. Apenas quedó presa, primero en una comisaría, encabezó una huelga de hambre por las condiciones de detención.
El derecho a la protesta es la herramienta del movimiento de mujeres para exigir y demandar aquello que se vulnera. Con las presas políticas de la Tupac, ese derecho está en riesgo para todas. Se castiga la protesta, la organización, un pacto de varones de los partidos tradicionales, con anuencia del poder económico renueva su compromiso con el racismo, el clasismo, el machismo y la restauración conservadora. Las mujeres presas deben ser juzgadas por sus hechos delictivos no encarceladas arbitrariamente cuando no presentan ningún riesgo a la seguridad pública.