Las pioneras del punk y el hazlo tu mismx, Patricia Pietrafesa y Pilar Arrese, se conocieron a fines del 89. Pat tocaba con su banda Cadáveres de Niños y hacía el fanzine Resistencia, además de ser una reconocida activista contra la represión. Por su parte, Pila también hacía su publicación anarquista llamada Hasta morirla, que tuvo cuatro números en 1990, y tocaba en Hijas del Misterio, una banda de chicas.
Antes hizo lo propio en Las Tetas Degeneradas, La Regla y en Tumulto Ebrio. Si bien había visto hacía muy poco a Ilse Fuskova bajo la bandera del triángulo rosa, leído los Cuadernos de existencia lesbiana y se había empezado a reconocer a sí misma como una lesbiana punk, su máxima referente e influencia fue Pat: “Había escuchado a los Ramones y a Sex Pistols, pero el fanzine de Pat fue ver al punk de acá, en Argentina, no el fenómeno traído de Londres como yo conocía. Fue un shock cultural y político: la autogestión, la anarquía, el punk, la libertad sexual, las minorías, el boicot al Papa, la defensa de los pueblos originarios, el rechazo a la policía, a las injusticias en democracia, ¡todo eso lo descubrí en Resistencia! ¡Y quien lo hacía era una mujer!, ¡y además tocaba! No podía creer tanta conexión con ella”, recuerda en 2020, en los primeros días de confinamiento por la pandemia del Covid-19.
Pila, que vivía en Belgrano, barrio que odió y todavía detesta, era una piba solitaria. Le decían “varonera”, tenía muy pocas amigas, y estaba callejeando todo el tiempo que podía; no encajaba en el “ser mujer” de un barrio clase media alta con aspiraciones oligarcas, como lo define. Conocer a Pat fue, para ella, un camino de autodescubrimiento y una nueva forma de vivir la vida. Pila lo cuenta en el prólogo del libro que reúne todos los fanzines de la época:
El descubrimiento de Resistencia me afectó totalmente, mi cabeza se reseteó, mi corazón bombeaba adrenalina, sentí que había un mundo escondido al que yo pertenecía; hasta ese momento nada me había interesado, me parecía todo una mierda, no me importaba el futuro, ¡pero tampoco el presente! Yo estaba disconforme, enojada, malhumorada, odiaba a mis compañeros de escuela, el mundo entero me parecía una cagada al que no quería aportar, no me gustaba nada de lo que se supone me esperaba. No era consciente de que mi vida, la que empecé a elegir, estaba empezando ahí.
Su amistad se empezó a forjar cuando Pila le escribió una carta sobre el fanzine y se veían en recitales. Cuando Pat vio la forma en la que Pila tocaba la guitarra, el poder y la fuerza de sus melodías, le encantó. “Me gustaba como le quedaba la guitarra. No sé qué era, pero le quedaba bien y eso me quedó en la cabeza”, contó en una entrevista en el blog Stay Free. Cadáveres de Niños se estaba separando, y ahí se enteró de que Pila había dejado su banda, así que le propuso a esa chica varonera de pelo rubio que tocaran juntas, que armaran una banda.
El concepto estaba claro y el nombre se les apareció en uno de sus consumos culturales por fuera de los circuitos mainstream, por sugerencia de su amigo Marcelo Pocavida. En la película She-Devils on Wheels de Herschell Gordon Lewis de 1968, una pandilla de mujeres motociclistas iba hostigando a los varones por la ciudad y cobrando venganza por su violencia machista. Así, esas “maneaters” eran unas justicieras que coqueteaban con el mal, los excesos y el goce. Tenían que usar ese nombre, se dijeron. She Devils se formó en 1995 con Pat en el bajo, Pila Jackson (su seudónimo en la banda) y Lucio “Lula” Adamo en batería, quien tocaba en Cadáveres y al principio iba a tocar un tiempito, pero se quedó varios años.
Como hacían muchxs punks, lxs desplazadxs de sus hogares, de la sociedad y del sistema, lxs tres She Devils se fueron a vivir juntxs a una casa en Palermo, y al poco tiempo se sumó su amigo Carlos “Nekro” Rodríguez, el cantante de la banda Fun People, y después de Boom Boom Kid. “Era una casa con un fondo inmenso y varias habitaciones, teníamos cada uno su cuarto y atrás con el tiempo hicimos una sala para ensayar”, cuenta Pat en el blog Stay Free. “Era el centro de acción” de las dos bandas.
Como las describió la periodista y escritora Mariana Enríquez, She Devils es “música sucia y urgente”. Frases cortas, potentes, pancartas sonoras, remeras que arden, luchas y rabia. Del punk rock acelerado She Devils fue cambiando su sonido a un rock garage crudo y primitivo.
En 1997 decidieron tener su propio sello, Grrr! Records, donde publicaron todo su material y el de algunos amigxs. Lo primero que editaron fue el EP en cassette Grrr ese mismo año, Aunque te sientas sola (98), la grabación en vivo de She Devils Live & Dead (98) y el split colaborativo Covermanías con Hating Hate.
Un día de 1997, Nekro les llevó la idea de hacer un split de las dos bandas, Fun People y She Devils. El vínculo de amistad y la convivencia en la casa de la calle Cabrera fue la plataforma para pensar este EP como una oportunidad para decir algo de lo que hablaban en los fanzines y en sus luchas individuales. Nekro, por ese entonces, empezaba con sus shows hardcore gay antifascistas. Inspiradxs en la banda inglesa Crass, que sacaba discos cortos, de cinco o seis temas sobre hechos o pensamientos políticos puntuales que se discutían en el momento, decidieron hacer lo mismo en su trabajo colaborativo. “Así fue que terminamos haciendo el split por la despenalización del aborto. El disco y la presentación con asociaciones, que fueron a informar, fue una excusa para hablar sobre el tema”, dice Pat entrevistada para este libro.
El aborto ilegal asesina mi libertad salió en el 97 y en su tapa hay dibujada una chica que sale en skate disparando desde debajo de una sotana de un cura, y la frase: “Miles de mujeres mueren diariamente en el tercer mundo a causa de la práctica del aborto clandestino”. Venía con un pasquín con información sobre aborto seguro, sobre los lugares para buscar ayuda, con información sobre preservativos y salud sexual, y con los puntos de vista de cada unx de lxs músicxs.
El 22 de marzo del 97 se presentó el EP en Cemento. La repercusión fue enorme. Más de 1500 personas fueron a esa fecha y, para sorpresa de todxs, la Iglesia presionó para que el show no se hiciera. El día de la presentación, un grupo antiderechos se infiltró e intentó boicotear todo. Pila Jackson lo recuerda:
Una banda de hardcore pidió abrir el evento y, mientras discutíamos con el público y repartíamos volantes con las mujeres de la Comisión por el Derecho al Aborto, la banda empezó a tocar y vimos que habían colgado muñecos bebés, esos de juguetería con aspecto de 6 meses de nacido, mínimo, metidos en bolsas con agua roja tipo sangre. Ahí mismo subimos corriendo al escenario a impedir que siguieran tocando; nos habían engañado para poder participar del evento y estaban engañando al público con esa farsa de los bebés metidos en bolsas.
“No tiene nada que ver, un aborto no es un bebé”, dijo Pat y paró el show. La banda se llamaba Actitud de Cambio, y usó ese poco tiempo para hablar en contra del aborto. Como era habitual en el ambiente del hardcore de la época, en una fecha que estaban anunciadas tres bandas a veces terminaban sonando seis, porque si alguien pedía tocar y tenía los instrumentos encima se le prestaba el escenario, era una política colaborativa y comunitaria. Pero la traición de Actitud de Cambio desató un debate en camarines, en la vereda y entre el público. “Fue la primera vez que el aborto era un tema tan importante dentro del rock y la primera vez también que se daba el debate. Ya desde esa época los straight-edge y rockeros eran antiderechos, ¡y las mentiras que usaban para conmover eran las mismas que usan ahora lxs antiderechos!”, dice Pila, que se vuelve a enojar cuando se acuerda de lo que pasó.
A los pocos días, las She Devils organizaron el primer festival de músicas, el Belladona, que se hizo el último día de abril de 1997 para celebrar la Noche de Walpurgis, en honor a una bruja alemana del medioevo que murió en la hoguera. Los festivales Belladona se convirtieron en clásicos dentro del mundo under, y eligieron esa celebración pagana para distanciarse del 8 de marzo. “Queríamos marcar una diferencia con el tradicional 8M, que es utilizado también por instituciones, partidos políticos para acordarse de las mujeres. Queríamos armar algo con personas que tuvieran algo más en común con nosotrxs”, dice Pat en Resistencia.
Las primeras ediciones del Belladona, entre el 97 y el 2001, tenían shows acústicos, había lecturas, baile, performance, feria de fanzines, libros, plaquetas de poesía, todo lo que las artistas mujeres quisieran producir y vender. Esa primera edición fue en un boliche de Once, pero después lo trasladaron al auditorio de FM La Tribu. Cuando se convirtió en un festival eléctrico pasaron a hacerlo en El Dorado. En los flyers no solían informar quiénes iban a tocar, lo que contaban era que era un festival de mujeres y que sólo iba a exhibirse producción artística de las feminidades.
Pat y Pila tuvieron que dar explicaciones por esto, ya que fueron acusadas de sexistas, discriminatorias, y las acusaron ¡de feministas!, cuando el feminismo todavía era una mala palabra. Ellas querían generar un espacio para sentirse seguras, para mostrar la producción artística de las músicas que conocían y que no tenían espacio para tocar, ampliar la escena, y para expresar su malestar.
Los Belladona no eran festivales punks y nada más, tocaron bandas de distintos géneros como Mujercitas Terror, Estoy Konfundida, Suárez, Sol Shurman, Acephala, Sucias Nenas, Kim, Juana Chang y más.
Como hacer el primer EP a favor del aborto legal no bastó, hicieron el primer festival de músicas. Y rápidamente redoblaron la apuesta: hicieron el primer disco compilado de bandas con mujeres, grabado, producido, diseñado y mezclado por mujeres. El Compilado Belladona salió justo después de la crisis de 2001, y tocaron catorce bandas, con la prioridad de llegar a un registro con buen sonido. “Aun con el descalabro económico insistimos en editarlo”, escribió Pat en su libro. Lo presentaron en Cemento con trece bandas y dos invitadas internacionales, y fueron 400 personas al show.
En esos años a finales de los 90 los shows se volvieron muy violentos, peor que la represión policial que habían presenciado en la primera mitad de la década. Eso las preocupaba. Pila cuenta una de muchas anécdotas: “Hubo una seguidilla de tres o cuatro recitales en los que mientras estábamos tocando entraban unos punkis/skinheads muy violentos y rompían absolutamente todo. Una vez, en una sede del Partido Obrero en Once, después de destrozar los vidrios y arrancar el teléfono público que había adentro, la gente del local empezó a calentar ollas de agua para tirarles. ¡Terrible!”, recuerda Pila. Los escupitajos y botellazos eran habituales, hasta llegaron a defenderse a las piñas. Es que la imagen de lxs tres integrantes de la banda y su identidad de género eran ilegibles para los estándares de la época
Las She Devils habían aprendido mucho de las bandas punks del Riot Grrrl de Estados Unidos que tenían un fuerte vínculo con la lucha feminista. En los imaginarios musicales las mujeres son asociadas al pop y al entretenimiento comercial masivo mientras que los varones son estandartes de la autenticidad rockera, todos esos roles fueron discutidos por las bandas como Bikini Kill, Bratmobile, L7, y acá por las She Devils. En una nota de 2004 que les hizo Mariana Enríquez para el suplemento feminista Las 12 del diario Página/12, Pila dijo: “Yo no quiero tener un trabajo con una rutina, quiero intervenir sobre temas de sexualidad, de lo que da placer. Ya no basta con vestirse de una manera o tocar: hay que forzar, hay que cuestionar”.
Al mismo tiempo que hacían todas estas cosas, Pila hizo un viaje a Alemania en 1996 donde descubrió el activismo LGBT, la cultura drag king-queen y las prácticas performativas de parodia queer. Volvió con la intención de encontrar esa movida en el país y se acercó a distintas agrupaciones LGBT del momento. Armó su bolso y los primeros días de abril de ese año se fue a Rosario al 1° Encuentro Nacional Lésbico, Gay, Travesti, Transexual y Transgénero organizado por el grupo Arcoiris. Según cuentan Nicolás Cuello y Lucas Disalvo en su libro Ninguna línea recta, Pila sintió más identificación con los reclamos de las travestis que “con las feministas cis de las reuniones del 8 de marzo o con los gays y lesbianas cis de los distintos talleres del encuentro”. Cuando volvió le contó todo a Pat, y juntas se acercaron a las agrupaciones porteñas, que luchaban contra los edictos policiales, que terminaron siendo derogados en 1998. Ese verano, Pat, Pila y Nekro organizaron junto a la Asociación de Travestis Argentinas (ATA) un recital en un galpón de la Boca en el que tocaría She Devils, tendría a Nekro como DJ, y se presentarían las performances de Julia Lagos, Daiana Diet, entre otras. Lohana Berkins, señalan en Ninguna línea recta, estuvo toda la tarde cocinando empanadas salteñas, pero al evento no fue nadie. En una foto de esa tarde se lo ve a Nekro enseñándole a andar en skate a Lohana, una de las activistas travestis más importantes del país. El vínculo de las She Devils con estas organizaciones de identidades no cis, seguiría profundizándose con los años.
En camino inverso, la experiencia con las agrupaciones feministas académicas o partidarias las fue distanciando del movimiento. En una nota de Página/12 de 2003, Patricia explica que después de El aborto ilegal asesina mi libertad las organizaciones de mujeres las invitaron a tocar a todas partes pero no siempre aceptaban su forma de ser o su música. She Devils continuó su activismo más por el borde. Por ejemplo, así lo explica hoy Pila: “Ahora creo que el feminismo es súper amplio y las feminidades son muchas (aunque a mí ya no representa la palabra “mujer”), no me banco el feminismo racista, biologicista, ni abolicionista. Me gusta todo lo que pasa extraoficialmente de los Encuentros Nacional de Mujeres (ENM). Sigo participando en lo que pueda dentro de los trans/lesbo/feminismos mientras nos sigan matando, violando, pegando y obligando a parir”.
A comienzos del 2000 el baterista Lucio Adamo dejó She Devils, pero su registro está en el primer disco de la banda, La Piel Dura (2000), que sacaron por Besótico Records, el sello de Cristian Aldana de El Otro Yo. Al poco tiempo fue reemplazado por Inés Laurencena. Las tres grabaron discos y EPs como Horario Invertido por Grrr! Records (2007). La banda dejó de tocar durante algunos años y después volvió a hacer uno o dos shows por año de manera intermitente. Las tres músicas, cansadas de la violencia del punk y hardcore, se enamoraron de la alegría disruptiva que trajo la mexicana Ali Gua Gua a un Belladona en 2007 y formaron la banda tropi-punk Kumbia Queers. Con ellas giran por el mundo y hacen las celebraciones más alegres del rock.
Brilla la luz para ellas
Una historia de las mujeres en el rock argentino 1960-2020
Romina Zanellato
Editado por Marea Editorial