Al cuerpo de Ayelén Gómez lo encontraron el sábado bajo las tribunas del Lawn Tennis de San Miguel de Tucumán antes de que empezara un partido de rugby. Estaba golpeada y con signos de haber sido asfixiada, lo cual fue confirmado por la autopsia. Tenía 31 años, casi el promedio de la corta expectativa de vida de las travestis y trans producto de las violencias estructurales. En 2012 ella había denunciado a la policía tucumana y se fue a Buenos Aires, a estudiar en el Bachillerato Popular trans Mocha Celis, pero el año pasado volvió a su provincia. En Buenos Aires, activistas travestis y trans también convocan a una vigilia por Ayelén el próximo jueves a partir de las 15.30, se sumarán a la histórica y tradicional ronda de las Madres de Plaza de Mayo.
“Esto es parte del travesticidio social y estatal, una ingeniería en marcha. Necesitamos una ley de emergencia que entienda y tenga real perspectiva de género y diga basta”, dijeron en un comunicado desde el Mocha Celis. “El travesticidio de Ayelén se suma a una larga e invisibilizada cadena de violencias. No es solo un tipo de homicidio, sino que es un travesticidio social, por goteo, de a poco, cotidiano, marcado por el abandono del Estado y la enorme indolencia de la sociedad en general. Exigimos #JusticiaParaAyelén. #NiUnaMenos por ser mujer, lesbiana, travesti, trans. #VivasNosQueremos“, señalaron en otro comunicado desde el colectivo Ni Una Menos. Y recordaron el caso de Celeste, también ocurrido en Tucumán. Ella llevó a juicio a varios policías que la habían secuestrado en 2012 en una comisaría, la habían reducido a servidumbre, abusado de ella, torturado e impedido contactar a familiares o tener asesoría legal. Celeste pudo escapar y denunciar. “El juicio terminó en la absolución de los policías. Porque para el poder judicial las personas travestis valen menos que el esfuerzo de investigar y su voz no es escuchada”, dijeron.
La Oficina de la Mujer y la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Argentina presentó este año el Registro de Femicidios de 2016. Contó un total de 254 víctimas en todo el país, cinco de esas personas eran mujeres trans y travestis. Fue la primera vez que se incorporaron los travesticidios en este relevamiento que se publica tras la primera movilización por Ni Una Menos de 2015.
Aún no hay relevamientos sobre los travesticidios en 2017 pero las organizaciones que registran estas muertes dan cuenta de un preocupante y grave aumento. En lo que va del año murieron dos travestis en cárceles bonaerenses: Angie Velázquez y Pamela Macedo Panduro. Según las cifras del Observatorio de Travesticidios de Transrespect versus Transphobia, que registra todas las regiones del globo, en 2015 fallecieron dos personas trans privadas de su libertad en todo el mundo; el año pasado ninguna.
La convocatoria a la vigilia partió del siguiente texto de Marlene Wayar:
Vigilia Travesti
(Nuestros porques)
Hartas de dolernos por nuestras muertas.
Hartas de que nos maten justo cuando hemos logrado que una comience y permanezca realizando sus estudios secundarios. Y ahí nos la maten.
Hartas de llegar tarde.
Hartas de sólo verter lágrimas.
Hartas de escuchar sólo palabras de la nada, a la nada, con nada como propuesta que sane la muerte.
Convocamos a los cuerpos travas a un abrazo a la memoria de nuestras muertas, a la memoria de Ayelén Gómez.
Nos auto-convocamos al abrazo colectivo antes de que nos maten y sea tarde para el abrazo.
Convocamos a aquellos cuerpos capaces de empatizar con nuestros cuerpos travas.
Convocamos a que nos acompañen con el abrazo, pues no hay otra cosa que podamos.
Convocamos nosotras, travas, desde el despoder.
¿Qué pedir?
¿Justicia acaso?
Desde la pobreza, ¿qué comprarles?
¿Acaso respeto?
Y el fracaso insistente, ¿de qué vanagloriarnos?
¿De un documento femenino que habilita al crimen de odio?
Ni sus políticas públicas vacías.
Ni sus acciones sociales que no logran darnos cobijo.
Ni su espiritualidad banal y vana para abrazarnos niñas.
Ni su cobardía para defendernos del asesinato o el maltrato en el barrio.
Ni su mojigatería para compartir el pupitre en la escuela primaria o el secundario.
Ni su desprecio para sanarnos en sus hospitales públicos o privados.
Ni su poco entendimiento para ver el hambre de niñas queriendo mantenerse vivas, del que se aprovechan para prostituirnos.
Ni su egoísmo para compartir la vivienda que de niñas necesitamos.
Ni su miseria excesiva como para incluirnos en sus espacios de trabajo.
Ni sus lindas palabras académicas o sus hermosas artes que no le transforman la vida a nadie.
Desde la experiencia hablamos.
Al abrazo convocamos, a pasar vergüenza en la plaza pública abrazando lo injurioso de nuestros cuerpos.
A enjugar nuestras lágrimas.
Al silencio te llamamos, hartas de gritar que nos están matando.
Les convocamos.