#EntrevistaSelfie: “Estamos trabajando un proyecto de cupo con perspectiva de diversidad en las listas”

Si lo personal es político, la ecuación puede darse vuelta y lo político estar atravesado por la historia personal. Thiago Galván es cordobés, tiene 30 años y es el primer varón trans que integra una lista como candidato a senador nacional por el Frente de Todxs. En esta #EntrevistaSelfie habla de sus propuestas, sus inicios con la política y las formas en que el partidismo tradicional puede salir de sus lógicas binarias.

¿Cuándo empieza tu interés en la política?

—Mi familia nunca tuvo participación activa en la vida política ni en la militancia. De hecho son personas que siempre han tenido tradiciones muy de derecha. En una conversación hace poco me contaban que cuando yo era chiquitito, a partir de los tres años, mi película favorita era Robin Hood: dicen que lloraba y pataleaba porque quería verla una y otra vez y me encantaba como le robaba al Rey, que era el malo, y le daba el resto del pueblo que era pobre. Entonces lo que deducen es que desde ahí viene este ímpetu de pensar todo en términos de la justicia social, del “socialismo”, según mis padres. Después el secundario al que iba tenía un Centro de Estudiantes en el que yo participaba, hacíamos movidas o campañas de donaciones para activar con otros coles que por ahí lo necesitaban. Pero en esa época siempre estuvo disociado para mí el relacionarlo con espacios políticos, con ideologías, era más el hacer por hacer, como si fuera una campaña solidaria en sí misma. Recién cuando empecé con la Facultad de Filosofía -yo estudio Letras-, y después de un largo trayecto de no saber qué hacer de mi vida, empecé con una militancia súper activa. Ya me había atravesado el precepto de Néstor y Cristina (Kirchner), y recuerdo que cuando asumió Néstor en 2003 para mí hubo un quiebre, porque me empecé a encontrar más de cerca con la política.

¿Cuántos años tenías en 2003?

—12.

¿Y ya sentías algo que te atravesaba políticamente?

—Sí porque escuchaba la radio, el noticiero o el programa que conducía Pergolini, CQC, que lo seguían a todos lados a Néstor y reían y charlaban. Ahí de repente lo muy cercano al presidente, y en mi casa las cosas empezaron a estar mejor después de épocas muy duras, y me dije “¡qué onda este chabón!”. Por supuesto que no tenía ni la madurez emocional ni de ningún tipo como para entenderlo o abordarlo críticamente, eso me pasó con el primer gobierno de Cristina, donde  ya estaba en el secundario, en el centro de estudiantes, y me sentía súper convencido de que ese era mi espacio político de pertenencia. De ahí en más mi interés nunca cesó y cuando fui a estudiar en la facu de Filo, que es la más politizada de la Universidad Nacional de Córdoba, también participé del centro estudiantes, estuve como presidente, fui consejero estudiantil y hasta hace unos días conciliario en el Consejo Superior. Fue un puntapié para pensar todo eso que hacíamos adentro de la Universidad pero afuera, porque también me di cuenta que la Universidad era una pequeña burbuja a la que muy pocas personas tenían acceso, un mundillo de la academia que por ahí está medio desconectado de la realidad. Fue también mientras estudiaba Letras, en 2015, que empecé con mi activismo de diversidad por fuera de lo universitario.

En campaña en los barrios de Córdoba.

¿Qué tiene que aprender la política “tradicional” de los movimientos de diversidad y disidencia?

—En términos de avances legislativos creo que hay dos cosas que leo como fundamentales: nuestra comunidad construyó históricamente una forma de hacer política que tiene mucho para aportar, y en particular hablo del colectivo travesti trans y la capacidad de agenciamiento, sobre todo de las compañeras que patearon todas las puertas que tuvieron enfrente para que nos escuchen y que respeten puntos fundamentales como por ejemplo nuestro derecho a la identidad. Eso nos abrió camino a pensar hoy en un activismo y una presencia en la agenda política que deviene en la aprobación de una Ley de cupo e inclusión laboral travesti trans, que es la primera en la región y el mundo. Además de ser una ley que técnicamente nos permite acceder a un trabajo registrado, es una ley que reconoce una historia de violencias institucionales por parte del Estado, que da cuenta de que no podemos acceder al trabajo sin una política de acción positiva. Por otro lado tiene que estar la voluntad política de una práctica de registro y de escucha comprometida. No es que de repente sea tan fácil desde la corrección política pensar que algo tiene que salir y sale, porque no es así. Hay un sesgo enorme en la sociedad argentina que es súper conservadora.

¿Porque creés que todavía no hay ni una banca del Congreso con personas visiblemente trans?

—Es un laburo que tenemos por delante. Desde los espacios colectivos en los que nos integramos para hacer política sabemos por la historia de muchas compañeras -y quiero decir sobre todo compañeras porque fueron muchas más las que se han expuesto públicamente y las que han hecho un laburo en organizaciones y estructuras colectivas-, que hay que gritar: uso la la figura del grito como llegar a ese punto donde ya tenés que hacer algo excesivo o extremo para que te escuchen, para que te abran un lugar y que te dejen hablar por vos mismo. Hay una frase de hace unos años que dice “nada de nosotres sin nosotres”, porque venía siendo así como “bueno está bien, te voy a escuchar un ratito, pero seguro no te da para estar acá, vos no entendés nada de política…”. A nuestras reivindicaciones queremos laburarlas nosotres, lo que pasó con el proyecto de cupo de inclusión fue eso, fue el resultado de un proceso de lucha muy largo y muy intenso donde tuvimos que demostrar nuestro valor. Pero del otro lado también tuvo que haber un reconocimiento de nuestro valor como sujetos políticos, como dirigentes, no solo como personas que tienen derecho a una ciudadanía plena, sino también como personas con capacidad de hacer políticas. En mi experiencia particular fue con Gabi Estévez, que es diputada nacional por Córdoba y no solo se puso a disposición sino que nos abrió su banca para laburar los proyectos que consideráramos. Ojalá hubiera más funcionarios y funcionarias como Gabi, pero lamentablemente no los hay porque existe una estructura de poder que hace que sea muy poquito lo que le llega a nuestra comunidad en términos de representatividad. Por eso pensamos en que son necesarias políticas de acción positiva. Estamos trabajando un proyecto de cupo de porcentaje mínimo que tenga perspectiva de diversidad, así como fue el cupo femenino en las listas.

En caso conseguir una banca, ¿qué proyectos presentarías? ¿Qué serían las primeras cosas que harías?

—Creo que una banda, y no quiero decirlo en un orden de prioridad porque todo es muy prioritario. Por ejemplo, para mí la reforma de la ESI con perspectiva diversidad, que incluya la obligatoriedad de la concientización sobre la Ley de Identidad de Género, es fundamental. No puede seguir pasando que en las escuelas finjan que la Ley de identidad de género no existe, que no existe el derecho de la diversidad, a la salud sexual reproductiva y no reproductiva.La ESI tiene que ser una base sólida para pensar una sociedad libre de discriminación y violencia. Es necesaria una nueva ley de vih donde tengan centralidad les compañeres que vivan con el virus y puedan tener la escucha que se merecen, porque  tenemos un proyecto de los 90 con un estigma fuertísimo. Necesitamos la regulación de la gestación solidaria para las familias monoparentales que quieren adoptar y que si no tienen una torta de plata o contactos jurídicos no lo pueden hacer. También la protección de las características sexuales para personas intersex, ese es un proyecto que tenemos presentado en el Congreso a través de Gabi, es momento que dejen de intervenirlas quirúrgicamente sin su consentimiento, que dejen de mutilarlas. También necesitamos preservativos para vulvas. Una pensión para que les compañeres travestis y trans que pasan nuestra expectativa media vida, que es de 40 años, accedan a un adultez y vejez digna. Y si fuera legislador sería un pesado a muerte para que se generen instancias de sensibilización y concientización sobre las legislaciones de Argentina, más allá de la Ley Micaela que es un avance, porque hay que profundizar ahí para que les funcionaries estén formades.

Si lo personal es político, ¿cómo describirías tu lado personal, aquello que te movilizó a las transformaciones de las que hablás? 

—Lo estuve pensando un montón estos días porque fui a ver la película “Yo nena, yo princesa” y lloré una banda. Tiene muchos disparadores a cuestiones de la infancia que los había perdido en mi registro y se me vinieron de golpe. Mi infancia fue súper cuidada, una infancia feliz por momentos, pero cuando vi la peli me acordé de muchas situaciones que pasé que me marcaron un montón y me hicieron mucho daño. Mis viejos nunca hicieron nada para lastimarme, actuaron en consecuencia de lo que ellos creían que estaba bien y en base a que si naciste mujer porque te asignaron ese género al nacer, vas a ser mujer toda tu vida: te tenés que vestir de determinada manera, tenés que vincularte con determinada gente y jugar a determinados juegos y etcétera. Las cosas a las que me condicionaron por haberme asignado el género femenino me hicieron mucho daño. Yo cuando era chico súper manifestaba mi expresión de género, por cómo me vestía y por los juegos que quería. Yo quería jugar con mis amigos del barrio a la pelota, no quería muñecas. 

¿Y en la etapa de adolescencia?

—En la adolescencia lo sufrí un montón porque nunca me sentí cómodo con mi cuerpo, tuve muchos problemas con eso y nunca podía identificar qué era, porque tampoco tenía acceso a información de ningún tipo. Yo soy de La Falda, es una ciudad de Punilla en Córdoba, y nunca había visto ni charlado con una persona trans hasta que me fui a Córdoba Capital. E inclusive para mí era todo un estigma porque a la única piba trans del pueblo la trataban en masculino, le hacía un burla, era el puto loco que se vestía de mina y nada más. Las únicas tortas que conocía eran recontra bulineadas por tortas y porque seguro que eran tortas “porque les faltaba una buena pija y bla”. No era un imaginario posible para mí no ser una mujer heterosexual y fui muy infeliz toda mi adolescencia, me sentía muy incómodo con la ropa, el cuerpo, mi voz, mi cara, mi pelo, con todo. Hasta que llegue a los lugares donde conocí a las personas que tenía que conocer y empecé a encontrarme a mí mismo. Hay un montón de pintadas que dicen “capaz sos trans”, y es una pregunta para hacerse en serio. La primera vez que lo pensé como una posibilidad para mí fue terrible. Primero pensé “no voy a ser normal”, porque es el discurso de la heterosexualidad y cisgénero normalizador, y segundo “me van a matar, me van a gritar cosas, me van a decir de todo, no me voy a conseguir trabajo, mis viejos no me van a hablar nunca más”. Yo ya era grande cuando me empecé a hacer estos planteos, ya había pasado la barrera de los 20, había explorado en mi sexualidad y me había descubierto bisexual y con tendencias lésbicas. Y en la facu la conocí a la tía Ivanna (Aguilera) con el activismo, y ella siempre me jodía “vas a hacer uno de los nuestros, te voy a sacar el carnet”, y yo me cagaba de risa, pero no lo tomaba como algo posible. Hasta que un día Simón, que hoy es de mis mejores amigos y también es un chico trans, me vio muy mal y me dijo si quería que probemos que me llamara en masculino. La primera vez me largué a llorar y me sentí yo, se me quebró la cabeza. Así fue que a los 27 años pude salir de mi clóset identitario, que más que clóset era una cárcel. Hace tres años que estoy en hormonas y hace dos que me hice la operación del pecho, que me cambió radicalmente la vida.

La política partidaria tiene un funcionamiento patriarcal en muchos aspectos ¿qué te parece que las diversidades en general y lo trans en particular pueden aportar para dejar esa vieja política? 

—Creo que el solo hecho de nuestra presencia ya es disruptiva en espacios políticos que quizá se han encallado en representaciones súper hegemónicas, binarias y heterosexuales, y es disruptivo porque se generan incomodidades necesarias para empezar a replantearse cosas. Después hay algo que siempre dicen Marlene Wayar o Quimey Ramos y es lo valiosas que son nuestras trayectorias vitales como memorias vivas de una historia que sintetiza las cuestiones que nos atraviesan, desde el momento en el que nos nombramos personas travestis y trans y que eso no se puede desconocer. Y lo tercero tiene que ver con la forma en que podemos aportar a pensar el ejercicio de la política, hubo muchos momentos donde la comunidad T demostró tener herramientas para tejer redes y generar políticas de contención, asistencia acompañamiento y fortalecimiento que exceden a las prácticas que conocemos de la política tradicional, en la pandemia eso se vio una y otra y otra vez.

Selfie con su nuevo DNI