“La forma más efectiva de prevenir el COVID-19 es evitar el contacto cercano (incluyendo relaciones sexuales) con otras personas que no vivan con vos habitualmente”, dice el Ministerio de Salud de la Nación en su web. “Videollamadas y el sexo virtual pueden ser una buena idea en este momento”, agrega la Guía de recomendaciones para sexo seguro. Pese a que saben que no se trata de un virus de transmisión sexual, las instituciones y los medios no tardaron en incorporar la esfera de la sexualidad a los ámbitos que parece que era urgente intervenir.
Si el trabajo sexual en Argentina no está reconocido, si históricamente lxs trabajadorxs sexuales están expuestxs al andamiaje estigmatizante de las políticas públicas de herencia higienista y del pánico sexual, el contexto de aislamiento obligatorio, control extremo de los espacios públicos y crisis sanitaria anticipa un escenario en el que las condiciones de criminalización y clandestinidad van a empeorar la situación de quienes viven del sexo comercial.
Emmanuel Theumer, historiador y activista marica de la disidencia sexual, en su investigación De la prostituta sifílica a la trabajadora sexual. Notas para una sexosemiótica de la resistencia, recupera el proceso histórico que puede enriquecer lecturas en torno al contexto:
“En Argentina el silogismo positivista entre prostitución y criminalidad instó a estudiar a la prostituta con la misma metodología científica del ¨criminal nato¨. Y no solo ello, de acuerdo al cuadro sintomático, se creía que las enfermedades venéreas –del que la sífilis adquirió grado paroxístico– eran las que recaían sobre las prostitutas, siendo una tara adquirida y disgénica, heredable (Miranda, 2005). Aquí la prostituta sifilítica es la amenaza capaz de infectar al padre de familia y contaminar el futuro de la raza, un asunto que décadas después adquirirá metonimia política. Buena parte de la ansiedad sanitaria se forjará durante la década del veinte y el treinta [del S.XX] influenciada por los análisis provenientes de la eugenesia y la criminología lombrosiana. (…) Ante este esquema científico-político, las diferentes organizaciones y referentes de la profilaxis antivenérea tendrán posturas encontradas desde donde argumentar por el abolicionismo, el reglamentarismo y el prohibicionismo. Desde el comienzo esta fue una historia de realidades discutibles. Baste recordar que el abolicionismo de la reglamentación de la prostitución durante los 30, que para Marisa Miranda (2005, 2012) debe ser leído como parte de las estrategias biopolíticas de la represión sexual, tempranamente produjo una serie de descontentos que advertían los límites estatales-liberales para intervenir en las relaciones socio-sexuales”.
¿Cómo transitan el contexto de control sanitario extremo quienes trabajan en el sexo comercial? ¿Cómo se articula esta realidad de ajuste extra y estigmatización histórica con el reconocimiento del trabajo sexual?
“Con ATTS venimos trabajando hace diez años, somos la primera Asociación de Trans y Trabajadoras sexuales del país”, dice Georgina Colicheo. Vive en Río Negro, es trans, mapuche y también activista barrial. “La situación laboral de les trabajadores sexuales con esto se agrava y se complica muchísimo más porque vivimos al día. No podés andar por la calle porque te llaman la atención o te detienen ¿Cómo lo vivo? Angustiada, preocupada, pero sobre todo ocupada en dar respuestas porque a cada momento recibo solicitudes de ayuda como ¨me echaron de mi casa¨, ¨no tengo qué comer¨, ¨no tiene pañales mi hijo¨”.
A Cráneo la vigilancia pandémica la encontró en La Plata, es sanjuanina, puta, activista y migrante. “Las trabajadoras sexuales nos vemos muy perjudicadas porque socialmente nosotras somos leídas como focos infecciosos, no solo con el coronavirus, con el VIH o con cualquier enfermedad de transmisión sexual. Yo hace un mes recibía clientes que ya me preguntaban qué medidas tomaba frente al coronavirus cuando todavía era un problema de Europa. Entonces creo que se ha reforzado todo lo que es estigma con respecto a nosotras, las putas. Son un montón de cosas que se van entrelazando. Con esto se legitima más que la policía nos persiga por ser prostitutas, que estemos presas, que no existamos. Las páginas donde nos publicamos están cobrando un tercio de lo que cobraban antes y hay algunas que directamente cerraron”, relata.
Claudia Lucero es una de las tantas activistas que dedican el cuerpo de su cuarentena a sostener estrategias de resistencia contra los efectos de la crisis. Según cuenta, “en estos días mi teléfono suena mucho, hay chicas que me llaman y me dicen que van salir a trabajar igual. Y es difícil, yo trato de contenerlas, pero cuesta porque ellas necesitan salir a trabajar y con todo esto acá en Rosario la situación está jodida”. Claudia es secretaria general de Las compañeras de Sandra, organización que reivindica a Sandra Cabrera, referente de AMMAR Rosario asesinada en 2004 por denunciar la impunidad de la violencia y la corrupción policial.
“Veía que un tipo se estaba escapando con una tabla de esas que van en el mar, pero bueno, pará, no es lo mismo que una compañera tratando de llevar un plato de comida a su casa. Creemos que sería mucho más importante que al sector de trabajadoras sexuales se nos destinen otros equipos de emergencia que no sean las fuerzas de seguridad, que se han dedicado históricamente a perseguirnos y meternos presas”, dice Eugenia Aravena, una de las referentes de AMMAR Córdoba. “Sabemos que es necesario guardarnos, pero también es importante que el Estado tenga un poco más de tacto, de sensibilidad social, porque hay diferencias. Y claro que se refuerzan los discursos de derecha con la pandemia, discursos conservadores, religiosos, evangelistas”.
Pichón Reyna vive en Villa Páez, un barrio popular de Córdoba Capital. Es trabajador sexual, activista político y militante del deseo. Para él “lo que pasa es que de repente todo el mundo se pone re yuta. Este tipo de situaciones hace aflorar un montón de cosas, hace que se note lo facho que la gente tiene pidiendo policía. La forma de control y de vigilancia más que la épica del cuidado, y si se quiere aparece una épica de la justicia: ¨se lo merece, le pasa por cheto, le pasa por haber podido viajar¨”.
Organizaciones de trabajadorxs sexuales del país sostienen campañas de solidaridad económica, alimentaria y sanitaria para contener a quienes más afecta la imposibilidad de trabajar y a quienes no alcanzan o incluyen los paquetes y medidas de emergencia estatal. AMMAR Nacional y AMMAR Córdoba son los sindicatos que encabezan las campañas más visibles, pero en todo el país se gestionan y sostienen iniciativas de activistas prosexo, de la disidencia sexual y feministas con el mismo propósito de colectivizar recursos y de fortalecer redes de cuidados para la resistencia a la crisis.
El clima de sospecha y confusión enrareció los vínculos tempranamente: “mi último cliente es uno que tengo hace rato y no me quiso besar. Un bolazo, yo beso un montón en los encuentros y ya había estado con él y nos habíamos besado. Después me la chupó sin preservativo pero no quería besarme. ¿Qué significa esto? No tengo idea. Significa básicamente que las estrategias de marketing que ha tenido este fucking estado y los miedos de comunicación lo han dejado paranoico. Y nada, una ahí en ese momento es estigmatizada de nuevo y re-estigmatizada además con un montón de otros bichos o cosas. Ese cliente me hizo preguntas que no me había hecho antes, me preguntó si tengo los análisis al día, por ejemplo, y no es que de repente se preocupó por la salud. Y es como bueno, otra vez criminalizando y penalizado a quienes trabajamos en estas proximidades de los cuerpos, que obviamente es parte del mismo fucking higienismo. A pleno el pánico moral, a pleno el pánico sexual”. El testimonio es de Pichón, integrante de la obra de teatro sobre sexo comercial “Yira, Yira”, protagonizada por trabajadorxs sexuales reales que armaron los guiones según sus experiencias.
En el mismo sentido de señalar la estigmatización, Eugenia Aravena destaca que “la violencia institucional no es solamente estar en el calabozo, sino también la falta de respuestas. El aislamiento de alguna forma vuelve a marcar la desprotección y la falta de interés que tiene el estado sobre les trabajadores sexuales de todas las identidades”. De fondo se escuchan los aplausos de las viviendas vecinas, “ah, están haciendo el aplauso ese”, agrega.
Hay, sin embargo, algo de figurita repetida en todo esto. En Río Negro y Neuquén las políticas Anti Trata que impulsan las instituciones abolicionistas del Estado vienen profundizando las condiciones de criminalización, clandestinidad y precariedad en las que se desarrolla el mercado del sexo comercial. Según Georgina Colicheo “siempre la policía nos coimeó, nos detuvo, nos golpeó. Estamos viviendo esta estigmatización y este poder que le da el Estado a la policía para detenernos, exigirnos, y bueno, y reprimirnos. Por eso insistimos en que siendo trans y trabajadoras sexuales seguimos siendo el colectivo más vulnerado y más marginado de todos, y que vemos y sentimos los ataques continuos de toda la sociedad”. Georgina consiguió que el municipio de Fiske Menuco (Roca) reconozca aportes para solventar la emergencia habitacional de algunas de sus compañeras trans que pagan alquileres precarios.
En Rosario la situación no es muy distinta: “acá la policía siempre abusó del poder y ahora en cuarentena van a abusar mucho más. Y yo creo que ahora se refuerzan los discursos estigmatizantes, que nos siguen estigmatizando por hacer trabajo sexual. Cuando en Rosario conseguimos la derogación de los códigos (Contravencionales) había funcionarios que pensaban que si se derogaban iban a salir todas las mujeres a prostituirse. No entienden que esto es un trabajo”. En 2010, Santa Fe derogó los artículos del Código de Faltas que se usaban para reprimir el trabajo sexual.
Con la arenga punitivista crece en el corazón de la pandemia el virus del sentido común higienista, racista y transodiante que refuerza discursos morales propios de la sociedad disciplinaria liberal y del pánico sexual. Una operatoria simbólica que usa la enfermedad para castigar las sexualidades no procreativas y prohibir el sexo comercial.
En La Plata, activistas prosexo y de la disidencia sexual están denunciando hace años el avance de las políticas represivas, la persecución penal y los crímenes de odio contra la comunidad trans. Cráneo narra que “Hace poco leí un texto de una puta que decía que esta crisis económica se parecía a la abolición de la prostitución. Y yo creo que sí, que esto es lo más parecido que podemos vivir a que la prostitución no exista. Yo comparto departamento con una amiga marica y hace tres días quiso atender a un cliente y los vecinos nos amenazaron con denunciarnos y con que tuviéramos que dejar el departamento. Entonces creo que en esta situación los vecinos están legitimados a denunciarnos porque aparece un cliente, que no es un amigo o nuestra pareja heterosexual que está entrando a nuestra casa. Y ni hablar que lo vieron entrar con una marica, entonces se acentúan todos los otros odios con los que tenemos que convivir las putas cuando tenemos muchos más recaudos que cualquier pareja heterosexual al momento de tener relaciones. Entonces es como que no entiendo realmente por qué somos leídas de esas formas cuando tenemos un montón de prácticas de cuidados que en cualquier pareja no existen”.
“En grindr hay gente tipo quedate en casa, respetá. Yo me publico en las páginas de internet y en general me escriben diez personas. Ahora me escriben solamente dos, una de las cuales para decirme que ojalá me muera por estar trabajando. O sea, así, directo, gente odiosa que se mete a las páginas de putas a perseguirnos. Yo si no tuviera el activismo que tengo, y las amigas que tengo, estos días no estaría comiendo. Porque yo re que trabajo el día a día y tengo 40 pesos en la billetera”, concluye Pichón.
“Es impresionante la cantidad de pibis que quedamos afuera de un sistema económico que lo único que hace es perjudicarnos y meternos a la depresión”, dice Cráneo, y sigue: “el discurso higienista, que es moralista, punitivista y cristiano nos perjudica, porque a nosotras que el estado no nos reconozca hace que quedemos marginadas de un montón de otras oportunidades que ahora hubieran hecho que estemos en otras condiciones. Yo antes de que empiece todo esto de la cuarentena estuve enferma, estuve en cama, no podía trabajar. Y si no me hubieran ayudado las pibas de AMMAR Córdoba yo no me hubiera comprado ni los medicamentos. Hoy mis maniobras laborales pueden incluir que intercambie con mis clientes una conversación más amistosa, más íntima, que es como que yo tenga que pedirle a mi cliente mercadería. Tengo que exponer mi situación personal, como es el vacío legal que tiene este país con respecto a mi trabajo y que hoy mis maniobras posibles sean esas, las amigas, las redes, las aliades y los clientes”
En este contexto, es esclarecedor Theumer: “Si bien es cierto que los movimientos de trabajadoras del sexo y el abolicionismo de la prostitución comparten la demanda de una política de restitución de derechos vulnerados por parte del Estado, este último, que mantiene prioridad higiénica sobre la representación del nosotras/mujeres, traduce esta protesta en coartar las posibilidades mínimas con las que las trabajadoras sexuales resuelven sus necesidades más urgentes en detrimento de frentes de luchas que efectivamente dispongan garantizar políticas públicas que generen oportunidades para quienes así lo deseen”.
Desalojos, allanamientos, detenciones y hostigamientos son parte del emergente escenario de violencia institucional pandémica que afecta con más discrecionalidad a lxs trabajadorxs sexuales trans, migrantes y empobrecidxs. Si este marco punitivo continúa, es muy poco probable que el Estado esté diseñando políticas que amplíen derechos y respeten autodeterminaciones.