“¿Ustedes creen que una guerra de tamaña característica como la de Troya se desató por mí? ¿En serio?”. Esta es la pregunta central que recorre el unipersonal Juicio a una Zorra en Timbre 4. Paula Ransenberg interpreta a Helena de Troya o de Esparta: la mujer de la mitología griega que, tomada por la cultura pop sobre todo cinematográfica, fue tildada de puta, de seductora, de infiel y fue señalada como la culpable remota de la guerra mítica más emblemática.
Tanto Homero en Ilíada como Eurípides en su tragedia Helena caracterizan a la hija de Leda y de Zeus como el instrumento de los dioses para una guerra entre griegos y troyanos para librar a la tierra de la soberbia de los mortales poderosos. Nada en la mitología griega ocurre al margen de los dioses. La historia comenzó tiempo antes, en el juicio de Paris. Durante las bodas de Tetis y Peleo a las que asistieron todos los dioses, olvidaron invitar a Éride (la discordia) quien, ofendida, dejó sobre la mesa del banquete una manzana de oro con la leyenda “para la más bella”. Hera, Atenea y Afrodita se disputaron la manzana. Zeus habló y dijo que Paris, el hijo del rey de Troya, sería el juez en ese litigio. Cada una trató de convencerlo de ser merecedoras de la manzana con distintas promesas. Hera le prometió el dominio del universo. Atenea le aseguraba tener la sabiduría y la victoria. Afrodita le prometió el amor de la mujer más hermosa del mundo. Paris le entregó a Afrodita la manzana. La mujer más hermosa era Helena de Esparta. Durante los sucesos que esta decisión acarrearía, Afrodita estaría del lado troyano, y las otras dos diosas, ayudando a los griegos en el asedio de Troya.
“¿Quién escribe la historia?”, dice varias veces la actriz. El público se convierte en jurado de su juicio. Por primera vez es ella, la hija de Zeus, la que cuenta su versión de la historia. Helena desafía a un padre todopoderoso y a dos hombres, Menelao y Paris, que la utilizaron como un premio para provocarse entre ellos.
El mito fue escrito numerosas veces. Eurípides en Helena cuenta que por el enojo de Hera con Paris y Afrodita, envía a Helena tras el rapto a Egipto y la suplanta con un fantasma que ella misma había fabricado. Paris nunca se da cuenta del engaño. Esquilo, en Agamenón, atribuye el inicio de la guerra a la ruptura de la ley de la hospitalidad, después de todo Paris “afrentó la mesa hospitalaria con el rapto de una esposa”. Y si Menelao busca recuperar a su esposa secuestrada, los ejércitos que lo acompañan, buscan saquear una de las ciudades más ricas de la antigüedad; la guerra pivotea entre la pasión privada y las ambiciones de los héroes. Las distintas versiones del mito difieren sobre el consentimiento de Helena. En el paso de la historia al cine, sin embargo, Helena se convierte en una vamp enamorada y la interpretación de la guerra se simplifica en un solo factor: ella.
En la obra Juicio a una Zorra, una oportunidad para revisar el mito, escuchamos la voz de Helena. Abatida, sola, inmortal, habla por primera vez como víctima. Cuenta sus miserias, los sometimientos, las vejaciones. Helena, ¿la hermosa Helena?, tiene una estética casi payasesca y así la obra se burla de los parámetros convencionales de la belleza. Esta es una Helena que se hace cargo de su propia historia y la que planta la bandera de la interpretación en clave de género de la mitología. “¿Quién escribe la historia?”, se vuelve a preguntar Helena en un monólogo cautivante, poderoso, irreverente, que obliga al público a replantearse los pilares de sus propios mitos.
Juicio a una Zorra / Libro: Miguel Del Arco / Dirección: Corina Fiorillo / Intérprete: Paula Ransenberg / Iluminación: Ricardo Sica / Escenografía y vestuario: Gonzalo Córdoba Estevez / Funciones: domingos, 19 hs / Teatro: Timbre 4 / Duración: 60 minutos.