La prestigiosa antropóloga Rita Segato, especialista en temas de género, expuso frente a la Comisión de Justicia y Asuntos Penales del Senado de la Nación, por el proyecto en revisión que modifica la Ley 24.660. “La mayor parte de las agresiones sexuales no pueden ser transformadas en crimen porque constituyen el mundo y la forma en que vivimos. Para entender esto basta ver las noticias o muchos programas de tv en estos días que desnudan y vemos ese ojo del lente mediático desnudando a las mujeres y rapiñándolas, igual que lo hace un violador. Pero de una forma que no constituye crimen: los cortadores de polleras”.
Segato cita “Amor macho”, el libro de Jacobo Schifter, en donde el escritor describe la vida dentro de una cárcel masculina de Costa Rica. Allí, con datos de esa vida cotidiana carcelaria, demuestra la relación entre dominadores y dominados y ésta se expresa en términos de dominación sexual y en la violación de los presos más débiles. “Es decir, estamos castigando al violador con un lugar en donde va a aprender a violar más, no menos. Hay que entender mejor el tema de la eficacia de la ley. La ley no alcanza eficacia material en términos de sentencias punitivas de los jueces, si antes no obtiene eficacia simbólica, retórica, poder de convencimiento, capacidad de persuasión y disuasión. Si esa ley no convence de que vale la pena no va a tener una eficacia material en las sentencias de los jueces”.
La prestigiosa antropóloga concluye que “los jueces no pueden tomar decisiones adecuadas porque no comprenden el crimen sexual”. Y explica que “el crimen sexual es un tipo muy particular de crimen que hay que saber entender. Los jueces no tienen formación en este campo, que es indispensable. No comprender el crimen de género”. Segato dice que ni las posiciones garantistas, ni las que se encuentran en el otro extremo, las posiciones punitivistas, son la solución, porque ambas carecen de una comprensión real de lo que son las agresiones de género”.
“La agresión sexual que conseguimos tipificar como crimen es la punta del iceberg de un comportamiento social extenso. Es un espiral de violencia, como se llama en el feminismo mundial, cuyos innumerables actos y prácticas perfectamente estabilizadas en las rutinas cotidianas, en todos los ámbitos, no son ni pueden ser criminalizados por la ley porque consituyen el semillero, el caldo de cultivo de donde germinan los agresores. La ley no está consiguiendo parar en ningún país este tipo de crimen. Es decir, tenemos muchos años de legislación, de varias leyes -más de una-: la ley de la violencia doméstica en Brasil, la del femicidio en la mayor parte de los países. Ha proliferado la legislación, han proliferado las instituciones, las políticas públicas y el crimen contra las mujeres solamente aumenta. Tenemos que parar para pensar en esto. Dónde está su semillero. Quererlo parar con la cárcel es como querer eliminar un síntoma sin eliminar la enfermedad. Como tomar geniol y no tomar el remedio que cura la bacteria”.
Segade propone desbaratar el semillero y no simplemente cortar los yuyos: “ellos seguirán creciendo porque se trata de un síntoma social, de un mal social, de una irrupción de una plaga mucho más diseminada y presente en toda la sociedad que lo que estamos acostumbrados a creer”. Propone trabajar en la sociedad y no “actuar, legislar, sentenciar, condenar, ni castigar sin pensar. Lo que estamos viendo es el intento de actuar sin pensar. Entonces, por eso es que la historia en todos los países de América Latina, sobre todo en los últimos 15 años, para los cuales hay estadísticas, leyes, etc., está mostrando que estamos actuando sin parar para pensar”.
Rita Segato deja en claro que “el violador es un síntoma de un mal que es social y que nos atraviesa a todos. Es la irrupción, la manifestación de lo que anida en el inconsciente social, en la conciencia de toda la sociedad”.