La crisis climática no es un cuento

El cambio climático es el gran problema del siglo XXI. ¿Qué implica que una persona que lo niega pueda llegar a la presidencia en Argentina? Voces, datos y argumentos para combatir el discurso negacionista de la crisis climática.

Fotos: Sol Avena

“El calentamiento global es una mentira”. “Es otro invento del socialismo”. “Es una agenda del marxismo cultural”. “Una empresa puede contaminar un río todo lo que quiera”. Las frases se repiten hasta el cansancio en los medios, se viralizan en todas las redes sociales, se convierten en meme y siguen girando. Su autor es Javier Milei, el candidato presidencial más votado en las elecciones primarias en Argentina y, aunque muchos lo minimicen y juren que son solo frases para generar polémica, la gravedad de sus declaraciones nos obliga a tomarlo en serio. Muy en serio.

“Que uno de los candidatos a la presidencia sea negacionista de la crisis climática actual y tenga chances de llegar a la Casa Rosada es, sin dudas, un acontecimiento muy preocupante y peligrosísimo para Argentina y para toda América Latina”, sostiene Soledad Fernández Bouzo, doctora en Ciencias Sociales e investigadora en temas de ecofeminismos y salud ambiental. “Es una visión negacionista del conocimiento, una postura que va en contra de un amplio consenso que se viene construyendo desde hace muchos años dentro de la comunidad científica a nivel mundial. Las investigaciones no solo vienen mostrando sobrada evidencia acerca de la existencia de la crisis climática a nivel planetario, sino que también demuestran que la crisis se vincula y tiene su origen en los modelos productivos de maldesarrollo y consumo predominantes en nuestras sociedades, cuyos impactos se manifiestan en muchas de las problemáticas que estamos viendo hoy a diario: ciclos cada vez más recurrentes de fuertes lluvias e inundaciones, sequías, incendios que son cada vez más frecuentes, olas de calor con temperaturas cada vez más elevadas y la pandemia, entre otros fenómenos”, detalla la especialista.

Y es que las pruebas son contundentes: el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU estableció, en su informe de 2021, que “la influencia humana ha calentado el clima a un ritmo sin precedentes en al menos los últimos 2 mil años”. El informe —elaborado por investigadores de todo el mundo— señala que “cada una de las últimas 4 décadas ha sido sucesivamente más cálida que cualquier década que la precedió desde 1850” y alerta sobre el carácter excepcional de la crisis climática actual: “la temperatura de la superficie global ha aumentado más rápidamente desde 1970 que en cualquier otro período de 50 años durante, al menos, los últimos 2 mil años”.

“Negar el cambio climático es negar todo el conocimiento científico acumulado referido al tema. Es más, a esta altura, es negar el conocimiento en general porque si hay algo que hoy estamos registrando con nuestros propios cuerpos son las consecuencias del cambio climático, hasta es evidente y palpable para el sentido común: en marzo sufrimos una ola de calor inédita en Argentina, en julio se registraron las temperaturas más elevadas del planeta en términos históricos. Más aún, a partir de la pandemia, donde las y los científicos demostraron que el COVID-19 también fue el resultado de la destrucción de los ecosistemas, en la medida en que eso es lo que ha desencadenado la posibilidad de que nos dañen virus de origen zoonótico”, agrega Fernández Bouzo.

En esa misma línea, el abogado ambientalista Enrique Viale señala que “el panorama ante un posible presidente negacionista del cambio climático es desolador”. Para el integrante de la Asociación Argentina de Abogades Ambientalistas, la preocupación no solo está en que el líder de La Libertad Avanza niegue la crisis climática sino también en “la persecución que podría hacer Milei del movimiento socioambiental”. “Él considera que el movimiento socioambiental es una vertiente del marxismo, como señala permanentemente. Eso convertiría al movimiento en un nuevo blanco de ataque, lo que recrudecería mucho su persecución y lo pondría en una situación de peligro, contrariando incluso acuerdos internacionales que ha firmado Argentina”.

Fernández Bouzo comparte esa preocupación. “La candidata a vicepresidenta (Victoria Villarruel) dijo explícitamente que los ambientalistas son ‘comunistas terroristas’. Por lo tanto, es evidente que este es otro de los más graves riesgos que tenemos cerca: la posibilidad de sufrir persecución y la aplicación de políticas represivas sobre compañeros y compañeras militantes, activistas ambientalistas e incluso el hostigamiento a científicos y científicas, intelectuales, docentes, trabajadores y trabajadoras de la salud —y un gran etcétera— que hoy trabajamos y ponemos todo nuestro empeño en que se discuta seriamente la agenda ambiental y se haga efectivo el derecho a un ambiente sano en nuestro país”, advierte.

Esta preocupación cobra aún más relevancia si tenemos en cuenta que América Latina es la región más peligrosa del mundo para quienes defienden la tierra y el ambiente: según datos del último informe de Global Witness, 200 personas defensoras de la tierra y del medio ambiente fueron asesinadas en 2021 —lo que representa un promedio de casi cuatro personas por semana— y más de tres cuartas partes de los ataques registrados ocurrieron en la región. Estos ataques letales se dan en un contexto de permanentes amenazas, intimidaciones, campañas de difamación y criminalización contra defensores ambientales en toda la región. Si al combo del negacionismo sobre la crisis climática y sus impactos le sumamos que quien acusa a los ambientalistas de terroristas es una una ferviente defensora de los genocidas de la última dictadura cívico-militar en Argentina, el ambientalismo local tiene la responsabilidad histórica de abandonar la comodidad del “son lo mismo” y  tomar una postura clara y contundente de cara a las elecciones de octubre.

A más extractivismo, menos democracia

Desde el ambientalismo latinoamericano se viene denunciando que el extractivismo es un peligro para las democracias de la región ya que, ante la creciente demanda de materias primas, convierte a nuestros territorios en zonas de sacrificio y nuestros países pierden soberanía al quedar subordinados frente a las grandes potencias de la economía mundial. “A más extractivismo, menos democracia”, resume la socióloga argentina Maristella Svampa.

En esa misma línea, Fernández Bouzo sostiene que “negar el cambio climático representa un riesgo enorme para la democracia argentina porque lleva inevitablemente a asumir un posicionamiento político anticonstitucional”. “Nuestra Constitución Nacional garantiza el derecho a un ambiente en el artículo 41 desde la reforma de 1994. En el año en que se conmemoran los 40 años en democracia en nuestro país, apostar a su sostenimiento y ampliación en el futuro depende, en buena medida, de nuestra capacidad para profundizar los debates públicos sobre la cuestión ambiental, con perspectivas críticas de los modelos productivos que están destruyendo nuestros bienes comunes naturales”, explica la socióloga ambientalista.

Por su parte, Viale asegura que un eventual gobierno de Milei podría afectar a leyes nacionales como la Ley de Glaciares o la Ley de Bosques. “El problema de este tipo de cosas en materia ambiental es que una vez que un bosque está deforestado, ya no puede volverse atrás. Entonces, cuatro años de un gobierno que niegue la crisis climática —como pasó en Brasil con Jair Bolsonaro— podría generar una destrucción muy grande que se va a pagar durante décadas o siglos”, advierte.

“El principal problema para la agenda ambiental de un posible triunfo de Milei es que puede implicar un retroceso en todos los consensos que hay sobre la necesidad de actuar en relación a la protección del ambiente”, agrega Leandro Diaz, climatólogo e integrante del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA/CONICET-UBA). Para él, la principal preocupación es la marcha atrás de las políticas existentes y la promoción de nuevos proyectos “que vayan totalmente en contra de la protección del ambiente”. Como ejemplo, Díaz menciona el caso de Brasil, donde la gestión de Bolsonaro amplió la frontera agropecuaria y hubo una deforestación récord en el Amazonas: solo en 2022 se perdieron 10.267 kilómetros de vegetación en el pulmón del planeta.

Además, el investigador señala otra preocupación. Entre los múltiples recortes del Estado que propone el líder de La Libertad Avanza se destacan el cierre del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y otras organizaciones de ciencia y técnica que son claves para combatir la crisis climática. “La desinversión y la falta de financiamiento de todas estas áreas genera que nuestro país pierda la soberanía del conocimiento en temas ambientales, que no podamos contar con diagnósticos adecuados para entender lo que está pasando y qué podemos esperar para el futuro. Por lo tanto, es muy peligroso y nos pone en una situación de gran dependencia de otros países nos den soluciones en vez de poder generar las nuestras. Y en ese sentido, es importante remarcar que cuando hablamos de ciencia y tecnología, estamos hablando de procesos que son muy a largo plazo. Entonces, unos pocos años de desinversión pueden generar un efecto negativo muy a largo plazo”, explica.

Es urgente

Quienes rechazan la agenda ambiental suelen argumentar que en un país como la Argentina hay otras urgencias: el hambre, el desempleo, la desigualdad. “Muchas veces se quieren minimizar las políticas ambientales, pero tenemos que tener en cuenta que muchos de los problemas relacionados con el ambiente son problemas socioambientales que afectan a las poblaciones y, sobre todo, a las más vulnerables”, responde Díaz. “Uno de los principales impactos del cambio climático tiene que ver con el aumento de fenómenos extremos —como pueden ser las grandes inundaciones, las sequías o las olas de calor— y, generalmente, todos estos eventos afectan de mayor manera a aquellas poblaciones que tienen menos recursos y menos capacidades para hacer frente a estos fenómenos. En ese sentido, cuando hablamos de cambio climático no solo hablamos de las acciones de mitigación para reducir las emisiones de efecto invernadero, sino también de las acciones de adaptación para evitar que el aumento de estos eventos climáticos extremos afecte a las poblaciones. Entonces, si un candidato que niega el problema en sí mismo llega al poder, no va a tomar acciones activas para promover la adaptación al cambio climático y esto es bastante grave porque justamente deja desamparadas a las poblaciones que se van a ver cada vez más afectadas por estos impactos”.

Según estimaciones del Banco Mundial, el cambio climático derivará en un aumento de hasta 300% en la pobreza extrema de América Latina y el Caribe para el año 2030.

Por su parte, Fernández Bouzo asegura que “existe una dimensión ambiental de la pobreza y la desigualdad social” que condena a las poblaciones más vulneradas a vivir en la vera de ríos contaminados, basurales a cielo abierto, zonas con mayor exposición a la contaminación ambiental o con déficit en el acceso a agua potable y segura. “Lo ambiental y lo social ya no se pueden pensar de forma separada, no son aspectos que están desligados entre sí. Todo lo contrario, la injusta distribución de los riesgos ambientales recae en mayor medida sobre la población de niveles socioeconómicos más bajos. Por lo tanto, es un elemento más que contribuye a un mayor deterioro de la calidad de vida y de la salud de esa misma población, de manera que una perspectiva de justicia social que no incorpore un enfoque de justicia ambiental es incompleta. Desde el ecofeminismo crítico entendemos que lo que está en el fondo de este negacionismo del cambio climático es el imperativo patriarcal de la ganancia, no importa a qué costo”, asegura.

Entre esas poblaciones que más se ven afectadas por la crisis climática están las mujeres campesinas. Para ellas, la crisis no es una discusión teórica sino un problema con el que deben luchar día a día en el campo y que, en muchos casos, afecta su producción, su bienestar y su subsistencia. “Para nosotras, las productoras que estamos en el cinturón hortícola de La Plata que producimos alimentos, flores y tenemos viveros de plantas nativas, esta última temporada primavera-verano fue terrible. Cuando miro las fotos de aquella época se me parte el corazón. La tierra se agrietó, todo estaba seco y lo que nos pasó es que las napas de los ríos subterráneos bajaron y se nos rompieron las bombas porque no llegaba a traccionar agua. Todo eso generó que se arruinaran muchos cultivos porque el agua de riego no alcanzó. Era ver la tierra completamente agrietada en plena pampa húmeda. Y esto no nos pasa solo a nosotras. En Corrientes, a las compañeras de la zona de Cruz de los Milagros se les están empezando a morir las vaquitas. Los ríos de esa zona son los brazos del Paraná, que está atravesando una sequía histórica, y hoy esos ríos están vacíos. Hasta el día de hoy sigue sin llover como debería en la zona del litoral y lamentablemente las vaquitas de nuestras compañeras se están muriendo porque no tienen agua ni qué comer”, cuenta Rosalía Pellegrini, referenta de Mujeres de la Tierra, una organización que reúne a campesinas de todo el país.

Desde su pequeño campo en tierras bonaerenses, Rosalía responde a las más recientes declaraciones del líder de La Libertad Avanza para quien “una empresa puede contaminar un río todo lo que quiera”. “Milei representa la más clara expresión de la mercantilización de la vida. Nosotros no somos preexistentes a los ríos, al aire, a la tierra, y somos seres interdependientes. Comemos gracias a esa interdependencia que durante miles de años de historia se generó entre las campesinas, los campesinos y la naturaleza para poder crear la agricultura. Como estamos perdiendo esa interdependencia, nos está pasando lo que nos está pasando. Pensar que nosotros tenemos derecho a apropiarnos de los ríos —o, lo que es peor, que una empresa tiene derecho a contaminarlos— es de un desconocimiento y una enajenación total porque tenemos que entendernos como parte de la naturaleza”.

Ambiente y desarrollo no son asuntos separados

Existe una larga discusión en torno a la tensión entre el cuidado del ambiente y el desarrollo económico y el desafío que implica para países como la Argentina avanzar hacia un modelo de desarrollo inclusivo y sustentable, sin dejar de lado otras agendas que se presentan como más urgentes. Para Ana Julia Aneise, economista y activista socioambiental, se trata de un falso debate. “Lo que sucede es que si bien es cierto que el futuro del cambio climático a nivel global no depende de lo que haga Argentina en términos de mitigación y que nuestro país aporta menos del 1% de los gases de efecto invernadero a nivel global, los únicos damnificados de no darle importancia a esa agenda vamos a ser nosotros”.

En ese sentido, Aneise advierte sobre el riesgo que implicaría para Argentina que un negacionista del cambio climático asuma la presidencia en un contexto en donde la agenda ambiental empieza a tomar cada vez más relevancia en el debate geopolítico y financiero internacional. “El cambio climático implica una reconfiguración muy amplia que tiene que ver también con las relaciones comerciales de nuestro país, con el flujo de financiamiento y con la eficiencia económica que desarrolla cada país. En Argentina tenemos un gran porcentaje de nuestras exportaciones atadas al clima por las cosechas. Entonces, no incorporar desde el Estado estos cambios y coordinar a los agentes para que puedan dar respuesta de la mejor manera posible va a ser solamente perjudicial para nosotros y para nuestro desarrollo”, explica la activista que forma parte del equipo de investigación sobre energía de Fundar.

“Por todo esto, creo que es muy peligroso que un candidato a presidente no conozca —o directamente niegue— el cambio climático porque efectivamente nos va a impactar. Ya lo vemos en aranceles o certificados que quiere poner la Unión Europea para sus importaciones, lo vemos en el financiamiento internacional que cada vez más tiene requisitos de criterios ambientales; tiene también implicancias para Vaca Muerta porque siempre se habla de la exportación de gas, pero en qué medida el gas vas a ser un combustible de transición es algo que está totalmente sujeto a las vicisitudes del ritmo que adopte la transición energética. Entonces, creo que hay un montón de vinculaciones entre la agenda del desarrollo de Argentina y la agenda del cambio climático, y es necesario que cualquier persona que aspire a ser presidente o presidenta lo tenga bien en mente”.

“Estamos en un punto de inflexión en donde tenemos una ventana de oportunidad para hacer bien las cosas y poder aspirar a superar ciertos problemas estructurales que venimos acarreando hace décadas. Creo que hay muchísimas cosas por reformar y por mejorar, pero todas ellas van a requerir que Argentina exporte más bienes y servicios, que se diversifique en términos productivos y para eso estamos en una ventana acotada de oportunidad en la cual la transición energética va a abrir muchas oportunidades, por ejemplo, de exportar gas licuado a los países que tienen que reemplazar rápidamente el carbón para la generación de energía. Es un desafío gigantesco y que va a requerir de un Estado presente y que piense estratégicamente en un mundo plagado de incertidumbres y de constantes cambios”.

“Creo que los prejuicios que le escuchamos a Milei y su visión sobre la economía —que es absolutamente arcaica y que es más sensacionalista que otra cosa— corre el riesgo de hacernos perder esa ventana de oportunidad”, advierte Aneise. “Hoy más que nunca tenemos una responsabilidad como generación para con las generaciones futuras de ser responsables respecto a este enorme problema, y creo que hay que integrar el desarrollo y la cuestión ambiental. Es un mandato de supervivencia para nuestra especie porque no hay desarrollo posible si no se puede garantizar un bienestar para todos, y hoy en día no incorporar lo ambiental en la agenda de desarrollo es inevitablemente socavar el bienestar presente y futuro”.