Es Cristina pero no es Cristina. Es lo que ella significa: la representación sin crisis de un sentimiento político que hace años buscaba una figura que lo interpretara. Una continuidad de promesas de democratización y la anunciada decisión política para cumplirlas. El kirchnerismo es hije del peronismo clásico, ese que en el siglo pasado achicó cómo nunca -ni antes ni después- la brecha entre ricos y pobres. En este siglo, recuperó el país post 2001, y mejoró la vida de las mayorías a fuerza de leyes y lapicera, de tocar intereses y privilegios.
Esta es nuestra realidad política, el kirchnerismo es una propuesta partidaria entre otras, un sector entre otros que disputa poder. La convivencia partidaria, las alianzas, los debates, forman parte del juego democrático. Hoy eso parece intolerable. Cristina está viva porque no salió una bala. En una república también hay división de poderes y el poder judicial debería tener un rol defensor de los derechos humanos, ser garante de la democracia. Hoy la degradación fangosa de la justicia federal enredada con sectores de la política en fines de semana secretos tensiona las instituciones que hace casi 40 años construimos bajo muchas amenazas pero grandes acuerdos.
Qué tensiona la democracia. En estos días salió a la luz en forma de chats la aparente disputa de la alianza Juntos por el Cambio por el reparto de poder futuro. Qué puede tensionar un viaje de empresarios de medios, políticos, jueces y ex espías. Qué tensiona que el juez Mahiques viaje gratis y duerma en la casa del empresario en posesión de tierras cuya propiedad debe determinar el mismo juez. Qué puede tensionar la risa en ese contexto a la propuesta de “limpiar un mapuche” -pueblo estigmatizado por reclamar territorios ancestrales. Cuánto tensiona la democracia que Mahiques justifique el espionaje sobre familiares del ARA San Juan. Cuánto, que el juez Cayssials viaje invitado por el grupo Clarín y dicte fallos a favor de ese grupo empresario, contra medios comunitarios, contra el derecho a la comunicación.
La instrucción de la causa contra CFK fue llevada adelante por el juez Ercolini, otro de los viajeros a la mansión del lago glaciar apropiado. Con un poder judicial así de comprometido, los jueces Jorge Gorini, Rodrigo Giménez Uriburu y Andrés Basso hicieron su aporte para remover a la única política con capacidad para afectar intereses corporativos. En el adelanto de los fundamentos del fallo que la condenó a seis años, dijeron que tuvo “un interés manifiesto sobre el plan criminal”. Con esa vaguedad sacaron del juego electoral a CFK.
Que se doble, que se rompa. La sentencia fuerza los límites de la prueba. En el fondo ya no importan las pruebas, en la superficie tampoco. El valor está en la escena de juzgamiento de la principal referenta política de un partido popular, democrático y de masas. Está en juego la democracia, traicionada por el uso inescrupuloso del poder judicial para recortar los derechos políticos de CFK y de sus votantes. Es decir, la apelación a una institución de la democracia, la justicia, para hacer lo contrario al pacto democrático.
Con Dilma pasó algo similar. En Brasil, el método elegido fue el impeachment, en la Argentina no daban los votos para eso y la estrategia elegida fue la judicialización de la política. Acá es el Poder Judicial el que cumple ese rol, poder colonizado por el PRO, perpetuo, sin representación. Con Dilma las organizaciones quedaron como liebres frente a las luces de autos en la ruta. Porque el impeachment era también una herramienta institucional, una forma. Pero el auto en la ruta lo manejaba un autoritario que arrasó con los derechos que pudo, fue Bolsonaro y un modo de hacer política violentando. Y la llave que lo accionó fue el impeachment. ¿Quién se beneficia con la marginación política de CFK?
No es lawfare, es un Estado paralelo bajo el control de empresarios, políticos de la derecha, del radicalismo -que parece cómodo en su condescendencia- a través de sectores de la justicia federal. Es la instalación de modos delictivos de control del Estado, con la represión como respuesta a la protesta y a la demanda de derechos.
CFK fue inhabilitada a perpetuidad para ocupar cargos públicos. Aunque haya apelación y la condena aún no esté firme. El apellido Kirchner ganó cuatro elecciones, lo dijo la vicepresidenta luego de la lectura del veredicto. Siempre fue electa por el voto popular. Incluso cuando Mauricio Macri ganó una vez -performance que no pudo repetir-, CFK volvió a ganar. Ahora el dispositivo antidemocrático prepara un espacio electoral reducido, sin CFK y sin su electorado.