En el marco de las celebraciones por sus 30 años de lucha y organización, el movimiento campesino global La Vía Campesina (LVC) realizó entre el 1 y el 8 de diciembre su Octava Conferencia en Bogotá, Colombia. Se trata de uno de los movimientos de base más grandes del mundo que nuclea a 182 organizaciones campesinas, pueblos indígenas y colectivos de pequeños productores y productoras que se encuentran en 81 países alrededor del planeta.
La conferencia reunió a delegados y delegadas de todo el mundo para pensar y coordinar en asamblea —el máximo órgano de decisión del movimiento campesino mundial— acciones globales por “mejores políticas públicas que apoyen la soberanía alimentaria, la producción agroecológica campesina, los sistemas de semillas campesinas y el feminismo campesino”, como señalaron en el documento de apertura. Exigencias que se enmarcan en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de las personas que trabajan en zonas rurales.
“Las múltiples crisis que enfrenta el mundo son más graves que nunca”, aseguraron en su comunicado. La pandemia de COVID-19, los conflictos armados, la crisis climática y alimentaria son, para La Vía Campesina, una crisis global que pone en evidencia los límites del sistema capitalista pero, también, una oportunidad para llamar a la acción de toda la población mundial. “Urge la solidaridad para construir alternativas y el trabajo realizado hasta ahora nos da una base sólida”, manifestaron.
¿Por qué en Colombia?
La Octava Conferencia se realizó en la ciudad de Bogotá, Colombia. Entre sus principales motivos, la llegada del gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez habilitó la posibilidad de avanzar hacia una reforma agraria integral. Además, se retomaron los Diálogos de Paz que podrían disminuir los conflictos armados que afectan directamente a las poblaciones campesinas.
“El campesinado colombiano vive un momento de oportunidad. Por primera vez estamos hablando de una reforma agraria”, aseguró Nury Martínez, lideresa de Fensuagro, la federación sindical agropecuaria de Colombia, e integrante del Comité de Coordinación Internacional de La Vía Campesina. En diálogo con LatFem, Martínez se refirió a la reglamentación del Sistema Nacional de Reforma Agraria —una deuda que tenía el Estado con el campesinado desde hace 29 años, cuando se sancionó la Ley 160 de 1994 que ordenaba crearlo— y señaló que es un avance muy importante. “No significa el avance en la distribución de la tierra, pero es un primer paso”, aseguró.
Además, la lideresa se refirió al Acuerdo de Paz y destacó que por primera vez se ha tenido un “reconocimiento del campesinado como sujeto derecho, cosa que no había pasado hace más de 200 años y que hoy estamos viviéndolo”. En esa línea, Martínez señaló que para las y los colombianos es “sumamente importante tener la conferencia (de La Vía Campesina) en Bogotá para poder debatir, discutir y que se visibilice la problemática del campesino en Colombia”.
Si bien el gobierno de Petro ha tenido buenos gestos con la comunidad campesina, la situación de los líderes socioambientales sigue siendo una preocupación en el país cafetero. Durante 2023, al menos 127 personas fueron asesinadas por defender su territorio, según datos de Amnistía Internacional. Comunidades y colectivos que continúan siendo desplazados, perseguidos y violentados por grupos paraestatales que se despliegan en complicidad con los poderes locales y empresas trasnacionales.
En este contexto —para Martínez— es evidente la tensión entre los “proyectos de muerte” y los del buen vivir: “Vemos una disputa entre el modelo del agronegocio y del desarrollo industrial frente a la agricultura campesina”. Frente a la actual crisis climática —sostuvo la lideresa— “las empresas utilizan más recursos fósiles y los sistemas agroalimentarios sólo piensan en términos corporativos”.
Desde Colombia saben que la salida a la crisis global es colectiva. “Nosotros creemos que en este momento hay que ampliar el nivel de alianzas entre sectores del movimiento popular para encontrar un camino que presione mucho más”, dijo la dirigente campesina. Como parte de la organización de esta octava conferencia, Martínez aseguró que desde La Vía Campesina comparten el diagnóstico sobre el riesgo planetario en el que se encuentra la humanidad. Sin embargo, no pierden la esperanza y convocan al encuentro: “Ante las crisis globales construimos soberanía alimentaria para asegurar un futuro a la humanidad”.
Todas las asambleas, la asamblea
En el marco de la conferencia, y como se repite en cada encuentro de La Vía Campesina desde hace ya muchos años, se realizaron las diferentes asambleas y reuniones entre las juventudes, mujeres y disidencias. Estos espacios de organización estratégica se convocan durante los días previos a la conferencia mundial para que aquellos grupos que históricamente han marginalizados —incluso al interior del movimiento campesino—, construyan su análisis y una mirada colectiva que incorpore la perspectiva de género y de las juventudes.
Rosaria Barrera es referenta del Movimiento de Jóvenes Mayas (MOJOMAYAS), que reúne a jóvenes que integran la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA), una organización de derechos humanos fundada por mujeres viudas y huérfanas como consecuencia del conflicto armado que vivió el país centroamericano durante la década del ochenta. Barrera participó de la 5° Asamblea Internacional de Jóvenes de La Vía Campesina. En ese marco, dialogó con LatFem sobre las principales preocupaciones e intereses de la juventud campesina. “Nuestra mirada como jóvenes de La Vía Campesina es muy importante porque desde nuestro lugar reconocemos que el trabajo del campo es vida y es eso, justamente, lo que llama a proteger, cuidar y defender la tierra”.
Como parte de la asamblea, Barrera explicó que “el acceso a la tierra y la alimentación son un derecho”. Por ese motivo —asegura— las juventudes campesinas defienden los territorios como parte de su identidad como pueblos originarios y campesinos. “Tenemos que hacer valer y defender ese derecho como jóvenes. Somos quienes debemos aprender de las prácticas agroecológicas y continuar la lucha por la soberanía alimentaria”.
Para Barrera, el compromiso de todas las juventudes frente a la actual crisis climática es imprescindible para generar un verdadero cambio. Además, sostuvo que, al tratarse de un conflicto mundial, “la crisis climática no es un problema de las organizaciones campesinas, es un problema que atenta la vida de la humanidad”. Pero la joven lideresa no pierde la esperanza y está convencida de que la crisis también funciona como un llamado a la acción colectiva. “Nos llama a compartir, discutir, plantear y planificar entre todas y todos”, aseguró.
Luego de participar de la conferencia, Barrera recordó que en “son las organizaciones campesinas quienes han dado cuenta de los efectos negativos de la crisis climática”. Del mismo modo, denunció que los Estados y organismos, reunidos en esos mismos días en la Cumbre Internacional del Clima conocida como COP28, “no están solucionando nada respecto de la crisis” sino que únicamente “buscan beneficio económico a través de la explotación de nuestros recursos naturales”.
Además, la referenta del Movimiento de Jóvenes Mayas analizó la situación de Guatemala y explicó que “el Estado está cooptado y responde a los negocios”. Para la activista, la invisibilización del trabajo del campesinado y el avance del agronegocio en ese país “pone en peligro la vida de muchos jóvenes y mujeres”. “Vienen a matar la vida de la humanidad y de la Madre Tierra”, sentenció.
Si bien el panorama no es alentador, para la joven lideresa ese contexto funciona como impulso para el encuentro de los diferentes colectivos y personas que hoy se preocupan por los derechos humanos y de la naturaleza: “Nos llama a unir esfuerzos. Sabemos que no solo Guatemala está en peligro sino todo Latinoamérica. Sólo a través de la visibilidad y la unidad entre países se lograrán frenar estas acciones que van en contra de los pueblos”, manifestó.