En los primeros días del brote de coronavirus se encontraron notas anónimas en los ascensores de los edificios residenciales de Brasil, ofreciendo ayuda y refugio a las mujeres confinadas en sus casas con sus agresores. Algunas de estas notas incluían advertencias dirigidas a los maltratadores. “¡No puedes esconderte detrás del COVID-19! Estamos observándote y llamaremos a la policía”, decía uno de los mensajes.
En los barrios más pobres de Río de Janeiro, las activistas comunitarias también utilizan WhatsApp para difundir información sobre la evolución de la pandemia y las medidas de higiene necesarias para evitar el contagio. A través de mensajes de texto, notas de voz, memes pegadizos e infografías, comparten también consejos sobre cómo acceder a las ayudas económicas y qué hacer en caso de ser agredidas.
“Desde niñas aprendemos a ayudarnos unas a otras y a actuar con vocación comunitaria, entendiendo que la supervivencia de otra mujer es nuestra propia supervivencia”, dice Aline Maia Nascimento, del Observatório de Favelas, la organización en Río de Janeiro que coordina estos mensajes de WhatsApp y que, gracias a sus muchos años de activismo, ha podido actuar con rapidez en respuesta a una pandemia para la que no estaban preparadas.
“La campaña está teniendo éxito, ya que muchas mujeres nos contactan para pedir ayuda incluso desde zonas a las que no nos hemos dirigido directamente, lo que demuestra que la información está siendo compartida ampliamente”, cuenta Nascimento con alivio. Sin embargo, conscientes de que sus acciones sustituyen a las de unas instituciones públicas desmanteladas, Nascimento y sus compañeras sienten un peso enorme sobre sus hombros.
“En este momento estamos tomando medidas paliativas porque el estado no está presente”, comenta Nascimento. Desde que el gobierno de extrema derecha de Jair Bolsonaro tomó el poder después de las controvertidas elecciones de 2018, algunas de las políticas sociales más esenciales se han visto socavadas y los presupuestos para responder a la violencia contra las mujeres han sufrido recortes drásticos.
“Entendemos que la supervivencia de otra mujer es nuestra propia supervivencia”
Además de las campañas de información pública, los grupos de mujeres también distribuyen alimentos y otros artículos de primera necesidad entre los hogares sin ingresos debido a la pandemia. Helena Silvestre, activista de Escola Feminista Abya Yala – una organización paraguas para los grupos de mujeres negras de São Paulo -, describe cómo, gracias a las entregas de alimentos, han identificado a mujeres en riesgo de abuso.
“Nos encontramos con todo tipo de situaciones: mujeres que necesitan ayuda o que conocen a otras mujeres en peligro. A través de este primer contacto y del vínculo que establecemos, adaptamos nuestra respuesta”, cuenta Silvestre. A veces simplemente acuerdan mantener el contacto con el fin de dar apoyo moral. Otras, determinan palabras clave que las mujeres pueden usar para pedir ayuda en el caso de verse amenazadas.
Las palabras clave pueden permitir a las mujeres comunicarse con las activistas incluso en los casos en los que sus agresores vigilan sus teléfonos móviles. Gracias a estas tácticas, nos comenta Silvestre, su organización ayudó recientemente a una mujer y a su hijo a escapar de una situación de violencia de género. A través de su red, encontraron rápidamente una familia dispuesta a albergarlos, y también recolectaron donaciones de alimentos e incluso una cama.
“Para algunas mujeres saber que pueden contactar a alguien ya es un gran alivio, mientras que otras necesitan un apoyo psicológico más especializado”, dice Silvestre. Por eso su organización ha movilizado a psicólogas voluntarias que, utilizando diferentes plataformas virtuales, contactan a las mujeres más necesitadas y les proporcionan un acompañamiento durante los días de encierro.
Silvestre, activista negra desde los trece años y con muchas luchas en su haber, admite sentirse particularmente desafiada por el COVID-19 y lo que está por venir. Lo único que le da esperanza, dice, es “ver a tantas mujeres, a menudo vulnerables, trabajando para ayudar a las demás”.
Una “pandemia en la sombra”
A nivel internacional, la violencia contra las niñas, mujeres, lesbianas, travestis y trans se está disparando a medida que la pandemia del coronavirus obliga a un número sin precedentes de personas a confinarse. Las líneas de ayuda telefónica en todo el mundo ya registran un número récord de llamadas y Naciones Unidas ha advertido de una “pandemia en la sombra”, e instado a los gobiernos a tomar medidas más contundentes para proteger a las mujeres durante la crisis.
En Brasil las-os jueces especializadas-os en violencia de género estiman que estos casos se han duplicado desde mediados de marzo cuando algunos estados y municipios del país impusieron las restricciones. Pero las defensoras por los derechos de las mujeres creen que estas cifras alarmantes son solo una fracción de los casos reales, dados los numerosos obstáculos a los que se enfrentan las mujeres que necesitan ayuda.
“Muchas no pueden hacer llamadas telefónicas, abandonar sus hogares o tomar el transporte público para llegar a un centro de ayuda, simplemente porque no tienen el dinero”, dice Nascimento. “Y esto es especialmente cierto para las mujeres en las favelas, en su mayoría negras, y que dependen de pequeños jornales que ya no tienen”.
Las infecciones por coronavirus se están extendiendo rápidamente en las favelas de Brasil. Alrededor de 13 millones de personas viven hacinadas en estos barrios marginales con un saneamiento deficiente y con un acceso limitado a los servicios sociales del gobierno, incluidos la seguridad y orden público. “Como lugares racializados, las favelas están estigmatizadas como violentas e inseguras”, dice Nascimento, denunciando la falta de apoyo estatal para las mujeres en riesgo.
Antes de la pandemia, la policía se mantenía alejada de las favelas excepto para realizar incursiones violentas que, según Nascimento, asustan a las mujeres y las disuade a la hora de buscar ayuda del gobierno cuando son agredidas. “La pandemia actual está poniendo de relieve una crisis crónica que ya existía”, dice. Sus palabras hacen eco de advertencias similares de activistas de derechos humanos en todo el mundo.
Incluso en tiempos “normales”, Brasil es uno de los países más violentos del mundo para las mujeres. Solo en 2018, casi el 70% de las mujeres asesinadas en el país eran negras, según datos estatales. Nascimento culpa al racismo estructural y los estereotipos raciales de género por exacerbar tal violencia junto con la pobreza y la discriminación, que afectan en mayor proporción a las mujeres negras.
“El COVID-19 pone de relieve una crisis crónica que ya existía”
El manejo de la pandemia por parte del presidente Bolsonaro está causando una tormenta política en Brasil. Ha sido acusado de difundir información engañosa sobre el virus; de sabotear los esfuerzos de preparación; y de relajar las medidas de confinamiento demasiado pronto, a pesar del aumento en el número de personas fallecidas.
El retroceso de los derechos de las mujeres ha sido un sello distintivo de la presidencia de Bolsonaro. Actualmente explota el contexto de emergencia para impulsar su retórica anti género y sexista. Para convencer a los brasileños a que vuelvan al trabajo ha recurrido a declaraciones como: “Las mujeres están siendo golpeadas en casa. ¿Por qué? En una casa en la que falta pan, todos pelean y nadie tiene razón”.
Este tipo de retórica tan incendiaria es muy común en una sociedad profundamente patriarcal y racista, como es la brasileña. Sin embargo, las activistas por los derechos de las mujeres temen no solo que contribuya a normalizar el aumento de la violencia, sino que ponga a las mujeres en mayor riesgo.
Para contrarrestar esto, Odara – Instituto da Mulher Negra, una organización comunitaria en Salvador, la capital del estado de Bahía en el noreste de Brasil, está duplicando los esfuerzos para cambiar las narrativas y opiniones sexistas. Valdecir Nascimento de Odara dice: “Necesitamos dirigirnos a los hombres con mensajes audaces e instarlos a actuar en solidaridad con las mujeres, es decir a tratarlas con respeto”.
A pesar de todas las incertidumbres que rodean el futuro del mundo post coronavirus, una cosa está clara: esta crisis está profundizando las desigualdades que ya existían y las mujeres en Brasil y en todo el mundo se están viendo especialmente afectadas.
Antes de las elecciones de 2018 que llevaron a Bolsonaro al poder, 2.5 millones de brasileñas se movilizaron en las redes sociales en tan solo unos días para hacer campaña contra él. Igualmente, el brote de coronavirus ha provocado una respuesta inmediata por parte de las activistas, conscientes de los riesgos del aislamiento para las personas que se enfrentan a la violencia.
Pero ¿hasta cuando podemos permitir que la protección de las mujeres dependa de la fuerza y el poder de las propias mujeres? Aline Maia Nascimento insiste en que “para abordar los problemas crónicos y profundamente arraigados a los que se enfrentan las mujeres negras, será necesaria una acción audaz no solo de la sociedad civil sino también del estado”.
Este artículo fue publicado originalmente en Open Democracy.