Ayer estuve con Mónica. Fui a su casa y a la cooperativa que armó, que funciona abajo.Tuve que llegar con gps, de otro modo era imposible, ni idea esa calle que me dijo. Mónica no tiene nada que ver conmigo y nos parecemos muchísimo. Tiene la misma edad que yo pero jamás hubiera dicho. A mí tampoco me dan los años que tengo. Esta semana entro en los 50 y ni yo me lo creo. Debería cumplir 200 por las vidas que viví, cajas y cajitas que se vuelven chinas, fractales, caleidoscopios brillantes y espantosos. Un novio me decía Highlander, como si hubiera sido testigo de todo y a la vez sintonizara las olas de ahora, de la Plaza de Cámpora en el 73 a Taichu. Como quien abarca el tiempo todo entero.
A Moni le pasa igual, cuenta la historia de su vida entre los accidentes económicos del país, su vida se mueve al ritmo de las debacles y las corridas. De un barrio a otro, un trabajo, inventar otro y así. Tiene hijos grandes y ahora puede dedicarse a lo suyo. Y lo suyo es la militancia, el trabajo comunitario, ese que le ocupa el día completo. Yo también, digamos, ahora tengo más tiempo. En eso nos parecemos.
Soñé que mis hijes me abandonaban, que los captaba una secta. Y es verdad que pasó eso. A la luz del día me doy cuenta: la secta es su propia vida, tienen mejores planes. Entonces Moni se pasa el día en la Cooperativa, yo me paso el día de acá para allá. Moni y sus compañeras tienen las enfermedades de la pobreza, diabetes, reuma. A los 50 tenemos que empezar a cuidar los huesos, tenemos el climaterio. La adolescencia no se medica; para la menopausia no hay remedio.
Me acuerdo de Fogwill, un escritor brutal, que hablaba de las mujeres de esta edad, tienen olor a fibroma decía. Ahora soy esa. Se huele. Me operé el bultito que me hacía sangrar de más y ya no lo tengo. Llego espléndida a los 50, una edad que antes era de las perlas. Señora con cartera y falda, ya no uso más mini, las rodillas hablan. De todas maneras, tengo la posibilidad de elegir cagarme de frío por la elegancia. No como otras, que si no acumulan capas de cebolla se agarran una neumonía o una tuberculosis conurbana para nada romántica.
Cuando cumplí 40 hice una fiesta genial y gigante, con la llave de la casa atada a una espumadera para que la usara libremente quien quisiera y que no se pierda. Esa noche, quien era mi novix se fue con otro y aunque una amiga me decía que ese tal se lo había llevado porque estaba demasiado roto yo terminé el cumple llorando. Me tiré en la cama con cinco amigas, éramos la decadencia de Salón de la Rue des Moulins, Toulouse-Lautrec. Me decían: no vale la pena. La pena, aunque no valiera un peso, seguía. Pero la pena se queda un tiempo y se va a la China, a donde no la vemos. Y como me dijo una pequeña, el amor no se queda quieto en una sola persona. A los 40 como a los 15, me enamoré de nuevo. Pero un poco mejor y después pasó eso de romperse todo de nuevo. Hablale de kintsugi al corazón.
A los 40 un periodista me mandó un mail y me invitó a escribir una columna sobre el sexo a los 40. Le dije que le preguntara a un varón si se les paraba la pija. Harta de escribir cosas para el macho calentón. A los 50 ya no me piden tanto, puedo no ser perfectamente sexy. No es que no trate, es que estoy un poco rendida en esa. Un día fui a buscar a alguien a Ezeiza y en la zona de arribos había dos señoras. Una dijo: ¿Fuiste a ver al bebé de Mariela? Y la otra le contestó: No. Sabes qué: Mariela nunca me cayó muy bien, y a partir de cierta edad ya no hago lo que no me dan ganas de hacer.
A los 50 se supone que seleccionás. Un poco es verdad, y a la vez es mentira que tenés tiempo. Si sos Moni, o si sos yo, ese tiempo lo llenás. Moni me dice: y ahora que podría estar más dedicada a mí misma, a no hacer nada o descansar, me dio por la militancia. Trato de indagar qué es lo que mueve ese sentido de comunidad. Es que no puedo quedarme en casa sabiendo que hay chicos que la pasan mal, que no tienen para comer, dice ella. Mi novio dice que en mi caso es que trato de ser buena. Me enojo y replica que no, ¡al contrario! Valoro mucho el esfuerzo que hacés, ¡seguí así! De eso se trata, de ser mejor de lo que unx es. Todo el tiempo.
Supongo que me sale y no me sale. La mayoría de las veces soy pura buena intención y después el camino se desvía hacia el infierno. ¿Qué es una mujer de 50? Le pregunto a él como si tal cosa existiera. Estoy pensando la respuesta para que no te enojes y me eches la culpa por cumplir 50, contesta. Mis hijes tienen sus planes, tienen su vida. Hoy no hago nada por lxs demás. No soy tan grande en espíritu como Moni, hoy voy a ver series. Ya di. Entre mis amigas jóvenes me siento un poco vieja y entre mis amigas antiguas me siento rara. No es un tema de edad, la inadecuación desde siempre acompaña. Nos pasa a muchxs.
El final de temporada de Succession sacude más que el cambio de etapa. Al final, al otro día te levantás y no ha pasado nada. Soy humana, me contradigo. Pienso como Yoko Ono. Hay infancias de 80 años, la juventud es una circunstancia. En el barrio en el que vive Moni la esperanza de vida es menor que la de acá, con calefacción a gas natural. Llegar a viejx puede ser un privilegio.