En 2009 circuló por todo todo el mundo la imagen de dos esqueletos humanos del siglo V que parecieran haberse tomado de la mano al morir. Rápidamente fueron apodados “los amantes de Módena” (Italia) y circularon como emblema de la monogamia heterosexual. Un “amor eterno” entregado a nuestros ojos en términos de descubrimiento fue utilizado para enderezar el vínculo con este singular ensamblaje de huesos, un patrimonio de la humanidad. En un contexto de movilizaciones LGBT por el derecho al matrimonio igualitario, la pareja heterosexual encontró un soporte esquelético cuya resistencia al paso del tiempo no solo le eximía de toda contaminación espuria y perversa sino que anunciaba la inevitabilidad de un orden sexual que nos trasciende y al que de algún modo deberíamos doblegarnos.
Han pasado diez años y una reciente publicación en la revista Nature introduce una revisión: el análisis de las piezas dentales permiten asegurar que los amantes son dos hombres y que es necesaria una reclasificación sexual*. Pero, ¿cómo es esto posible? Desteñido el romance, las coberturas mediáticas -en contraste con la propia publicitación llevada hace un tiempo atrás- nos informan que con probabilidad estamos ante una tumba de dos soldados de guerra que murieron en batalla, al servicio de su pueblo. Que estamos ante una masculinidad heroica sobre la que se ha levantado toda una comprensión de la política y la ciudadanía. El registro familiarista no desaparece, algunas versiones hipotetizan sobre un nicho compartido de hermanos o primos.
La posibilidad de que los ahora “ex- amantes”, codificados químicamente como varones, hayan sido enterrados bajo un signo de afecto (el reposo de manos) contrasta con los arreglos culturales socio-históricos de donde provienen las osamentas. Ciertamente, durante la Antigüedad Tardía crece, bajo letra escrita, un conjunto de puniciones orientadas a las prácticas contra-natura: todas las no direccionadas a la procreación al interior del matrimonio. La punición a prácticas que hoy podríamos adjetivar como homosexuales podrían contextualizarse como parte de los intentos de restauración del Imperio Romano. Por ejemplo, existen fuentes contemporáneas como las del bizantino Sozomeno, tan excepcionales como este hallazgo arqueológico, que narran cómo un condenado por “homosexualidad” desencadenó una revuelta popular en defensa del mismo. Pero quizás el punto no tenga tanto con aportar matices históricos a las ya deshilachadas certezas heterosexistas del discurso historiográfico y arqueológico.Quizás lo que está en juego ante “los amantes de Módena” no sea tanto dar con la extraña intencionalidad de una pose funeraria sino más bien otra cuestión, quizás más vinculada a una voluntad de saber acerca del sexo, una verdad del sexo.
Amelogenina: SM (ox) IRPPY (monoisotopic [M + 2 H] +2 mass 440.2233 m/z )
¿Estamos ante un hombre y una mujer?, ¿Son, en realidad, dos hombres?, ¿Es posible garantizar el sexo de un resto óseo de hace 1500 años? Estas preguntas nos hablan más de un espejo en el cual al mirar hacia el pasado nos miramos a nosotrxs mismos.
¿Estamos ante un hombre y una mujer?, ¿Son, en realidad, dos hombres?, ¿Es posible garantizar el sexo de un resto óseo de hace 1500 años? Estas preguntas nos hablan más de un espejo en el cual al mirar hacia el pasado nos miramos a nosotrxs mismos. Algunas notas periodísticas han ido más allá y aseguran que ahora se conoce el “género” de los profanados. Hacer brillar un posible gesto afectivo entre dos esqueletos nos dice más de nosotres que del propio pasado en el que fueron sepultados. De Foucault en adelante sabemos que con la modernidad se expande una explosión discursiva en torno al sexo, saberes en torno al mismo que provienen de diferentes centros de enunciación incluídas las disciplinas aquí mencionadas. La implantación del sexo en el cuerpo, un cuerpo sexuado, comenzó a operar como un vector de inteligibilidad para uno mismo y para lxs otrxs. La sexualidad y la diferencia sexual se volvieron bisagra para variadas relaciones de poder. Este es el escenario en el que también se desarrolla un conocimiento occidental sobre la existencia de dos sexos. El macho y la hembra sellados urgentemente en la imagen de “los amantes” contrasta con diversas percepciones corporales de la antigüedad.
Diez años después, aquel amor heterosexual arqueológicamente sacado a la luz ha sido matizado. Pero si algo así como un “amor homosexual” se vuelve pensable y probable ello es a costa de la auténtica revelación del sexo de los amantes, una materialidad corporal cerrada y definida en función no ya de putrefactos genitales sino mediante la amelogenina-AMELY, una proteína presente solamente – aseguran- en el tejido del esmalte dental masculino. En un contexto como el nuestro, donde el reconocimiento de la identidad de género ha puesto en entredicho el determinismo biológico de pertenencia a “un sexo”, las encantadoras osamentas afectivas parecen retornar para reproducir un orden sociosexual en convulsión.
* Lugli, Federico- Di Rocco, Giulia, et al, Enamel peptides reveal the sex of the Late Antique ‘Lovers of Modena’,Scientific Reports, volume 9, Article number: 13130 (2019)