Los rumbos de una vida pueden dar un giro con escuchar una frase, una pequeña y hasta simple frase. Exactamente eso le pasó a Lucía Klug mientras se hacía una trenza en su pelo largo y rubio, en una clase en cuarto año de la escuela secundaria de Exaltación de la Cruz, a 80 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. En esa clase el profesor de Ciencias Políticas le dijo: “Ustedes tienen que entender que para que haya gente muy rica tiene que haber mucha gente sumida en la pobreza”. Esas palabras para Lucía fueron una revelación. Nunca se había interesado por la política. No se imaginaba que tan solo siete años después de esa clase, en 2021, y con 24 años recién cumplidos se convertiría en la diputada provincial más joven de la cámara como referente de su partido, Patria Grande.
La historia de Lucía podría ser la de una adolescente de la década del ´70 pero es reciente. A los 17 años, después de aquel episodio en la escuela, volvió a su casa y encontró en la biblioteca una biografía del “Che Guevara”. Su mamá, que notaba el incipiente interés de su hija en esos temas, le regaló “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano. Era 2014. En el verano antes de pasar a quinto año se devoró ese libro iniciático para muchos y muchas en un mes. Ya estaba segura de lo que quería en la vida y, decidida, se anotó para estudiar historia en la Universidad Nacional de Luján, un espacio académico con una característica muy particular: fue la única universidad en el país que cerró durante la dictadura cívico-militar. “Reabrió recién en 1985 así que la carrera de Historia también tiene una tradición muy particular porque la crean en función de todo lo que había significado el cierre”, cuenta orgullosa a LatFem. Hoy tiene 26 años y dos como diputada provincial.
—Imagino que con toda esa energía que tenías entraste y fuiste a averiguar para militar en el centro de estudiantes…
—Tal cual. El tema es que Luján es una universidad chica menos politizada que La Plata, Rosario, o la Universidad de Buenos Aires. Había agrupaciones pero también fue un momento de forjar mi identidad política porque en ese momento, 2016, era el primer año de Mauricio Macri como presidente. Yo no era kirchnerista, me sentía más de izquierda, incluso entendía al peronismo como funcional al capitalismo, pero tampoco la izquierda trotskista me convencía porque me parecían muy dogmáticos. Entonces empecé a leer mucho sobre (Hugo) Chávez, sobre la izquierda latinoamericana y fui forjando mi identidad. El tema es que estaba desesperada por militar pero en la universidad nada me convencía. Y tuve la suerte, por así decirlo, que en Luján existía un centro cultural de Patria Grande en ese momento. Entonces había unas charlas de la Garganta Poderosa y fui. Ahí conocí a un par de chicos más que estudiábamos en la misma Universidad y dijimos “bueno, armemos el brazo estudiantil en la Universidad”. Así fue que me convertí en consejera estudiantil.
—Era un momento de mucha efervescencia en las calles…
—Sí. Y para las universidades públicas fue tremendo. Estábamos en la calle veinticuatro siete. Organizamos una marcha federal educativa enorme. Era un momento de muchísima movilización popular y hasta tomamos la universidad. Hoy en retrospectiva digo que fue un momento muy interesante para empezar a militar, para entender sobre la lucha.
—En ese mismo momento los feminismos y la lucha por el aborto estaban en primera plana. Imagino que eso también influyó en esa incipiente identidad política que estabas forjando…
—Sí, fue increíble. En ese momento me acuerdo que en la universidad se vivió muy intensamente. O sea, una vez por mes hacíamos una movida, un pañuelazo, volanteábamos. De hecho, en 2018 yo era consejera estudiantil y la primera vez que hablé en un Consejo Superior. La primera vez que hablé adelante de gente fue justamente para pedirle a la universidad que se pronuncie a favor del aborto. Fue muy significativo. No lo logramos pero después de que yo hablara vino vino el rector y me dijo “Flaca, hablaste re bien. La verdad que ojalá haya más estudiantes como vos”.
—¿Sentís que sin ese contexto de efervescencia feminista hubiera sido más difícil para vos pararte a hablar o convertirte en la referenta del espacio de Patria Grande?
—En otro contexto no hubiera podido emerger. Absolutamente. Porque me acuerdo de tener discusiones con la agrupación. Éramos diez y había un varón y una mujer que éramos como los referentes. Y me acuerdo de mis compañeras dando la discusión fuerte y generando una incomodidad en los varones. Y la verdad es que fue una situación de “es el momento de las pibas” y eso no fue una discusión sencilla, generó muchas incomodidades y compañeros que entonces se fueron de la organización. Sin este contexto que se vivía no hubiera sido ni consejera, ni candidata frente a los estudiantes para el Centro, ni nada. No ganamos el centro. Los que dirigían el centro de estudiantes de historia eran una rémora del Partido Comunista y era gente muy violenta, muy machista que estaba clavada ahí hacía veinte años y me atacaban, me operaban. Lo más suave que me decían era “rubia tarada”.
—Todo fue tan vertiginoso que en 2021 te convertiste en candidata a diputada provincial. ¿Cómo fue?
—Me mudé con unas amigas a Luján, armamos un grupo increíble y eso me permitió recibirme. Mientras tanto militaba, hacía changas para bancarme, no paraba, fue un momento increíble. Yo en la agrupación era la cara más visible por ser parte del brazo estudiantil. En 2019 Patria Grande había obtenido tres diputados nacionales, estaba la figura de Ofelia Fernández y la incorporación de la figura de Juan (Grabois) que fue creciendo como un referente muy importante en campo popular. Cuando yo empecé a militar era impensado que alguno de nosotros, cualquiera, pudiera llegar a ser legislador, ni concejal ni nada. Me acuerdo que fue un cierre de listas muy reñido con el PJ (Partido Justicialista), donde había un par de nombres expectantes para ingresar y nos rebotaron todos. Y en la segunda sección electoral el cuadro que más o menos tenía un juego más nacional era yo por la pata estudiantil. Yo no tenía ninguna aspiración personal de que eso suceda. Pero bueno, terminó sucediendo. Cuando firmé tenía 23, cumplí 24 después de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) que fueron en octubre y entré, junto a otra compañera de La Cámpora de Quilmes. Fuí la más chica de la Cámara.
—¿Y cómo fueron estos dos años de diputada? ¿Fue hostil el lugar para feminista joven como vos?
—Me lo imaginaba peor. La gran decepción no tiene que ver tanto con el lugar que te dan por ser mujer y joven, sino con el funcionamiento de la Cámara. Me decepcionó mucho la dinámica. Es un organismo que no tiene una razón de ser hoy en la política provincial. Esa es la lectura que hacemos. Y por ahí la gran decepción viene por ahí. No pude tratar ningún proyecto de ley porque las trabas hacen imposible que eso suceda. Tenés una oposición que te traba todo el tiempo. Entonces lo que debería ser el órgano que discute y hace parte de la vida política y la participación estatal termina haciendo algo que es contraproducente porque no es más democrático. Me pregunto como profesora de historia, como intelectual, como militante política y digo bueno, ¿que onda este Estado tripartito? ¿No es obsoleto?
—Volviendo al eje que te mencionaba antes, creés que el feminismo como política de Estado, habiéndose creado un Ministerio específico, entre otras conquistas, cambió las condiciones para que las mujeres se desarrollen en la política? ¿Creés que es un escenario más “amigable”?
—Desde 2015 en adelante las mujeres logramos una conquista reivindicativa. Somos mucho más visibles en la política que antes. Pero no veo que eso se refleje en el poder real. Ese gran problema. Tenemos lugares de visibilidad, pero siempre hay un chabón atrás, atrás o adelante o al costado que tiene más poder que nosotras. Me parece que es así y que en estos años no pudimos terminar de avanzar en la conducción de mujeres, en la organización. Vos ves gabinetes, gobernadores, candidatos, y ahí te das cuenta de que todavía falta dar ese paso de la conducción real de los procesos políticos. Aparecemos, estamos, estamos en la subjetividad de los militantes de que las cosas tienen que ser con más paridad, nadie se pondría a discutir eso. Me parece que son procesos más a largo plazo y que a medida que nos vayan corriendo la vara va a ser más difícil avanzar.
“Tenemos lugares de visibilidad, pero siempre hay un chabón atrás, atrás o adelante o al costado que tiene más poder que nosotras”.