“No está bueno desearle a alguien que no pueda descansar en paz, mamá”, me dijo mi hija de doce (que me pidió que aclare que se llama Malena, “no pongas sólo mi hija”) cuando empezó a leer frases como esa en las historias de Instagram de sus amigas, conocidas y amigas de amigas de amigas.
“Maradona es un pedófilo y violento con las mujeres”, “no se puede ser feminista y llorar su muerte”, “Se murió un gran jugador, pero también una mala persona”, “No entiendo cómo las mujeres se ponen tristes, murió un machista”, fueron algunas de las muchas frases que vio en el feed de su Insta.
Al mismo tiempo, veía a su mamá y a su papá conmovidxs por esa misma muerte. Esa imagen tan polarizada le generó muchas preguntas, “Mamá, ¿pero vos no sos feminista?”, fue una de las que sintetizó más cabalmente esa incomodidad.
Si bien ella no quería a Maradona a priori, le molestó mucho el tono “no respetan el dolor de los demás” y quiso publicar su opinión en las redes. Dudó mucho, temía que la critiquen. “Ya me pasó con el aborto, yo no estaba muy a favor pero terminé llevando el pañuelo verde porque todas lo llevaban, y vi que a una chica de pañuelo celeste la criticaban todo el tiempo”. Fuerte, no me lo había dicho antes. En el 2018 eso sucedía en los pasillos de una escuela primaria progre de la Ciudad de Buenos Aires y en muchos otros lugares progres también.
Con el objetivo de matizar un poco la imagen de un “feminismo autoritario”, tal como ella lo definió (sí, juro que tiene 12), le dije que el feminismo es muy heterogéneo y que podíamos ver los posteos de ayer de Ileana Arduino y de Florencia Alcaraz, que son referentes feministas muy importantes que piensan diferente sobre este tema. Se los leí en voz alta, se quedó pensando y me pidió que les hiciera captura de pantalla para compartirlo con sus amigas. También le dije que yo también estaba triste y que eso no me hacía menos feminista. Traté de explicarle que indicarle a otres lo que pueden o deben sentir no es una práctica muy feminista, que el feminismo no es odiar a los varones y que el feministómetro es un peligro que tenemos a la vuelta de la esquina.
Después de muchas charlas para matizar un poco esas imágenes que se le presentaban como excluyentes (Maradona/feminismo) llegó una frase que fue como un oasis: “Ahora entendí, a mí me gusta tu feminismo, mamá”.
Sin entrar en los detalles de la emoción que me generó ese momento, me quedo con la pregunta sobre qué tipo de discursos están circulando entre las chicas más jóvenes, que han crecido en el post Ni Una Menos, en donde el feminismo se ha expandido como nunca antes en la historia en nuestro país hasta llegar a ser un tópico frecuente en los programas del prime time televisivo como en las charlas de café y en las mesas familiares. ¿Qué discursos son los autorizados? ¿Qué practicas entran en la planilla de Excel de la buena feminista? ¿y cuáles quedan afuera? ¿qué nuevos mandatos estamos generando? ¿y qué márgenes de acción tienen las pibas que están creciendo con un deber ser con marco tan rígido?
“El fútbol son los padres. Una generación de hijas despide también a lo que hicieron sus padres con lo que Maradona hizo de ellos”, dice Florencia Angilletta en el artículo publicado en El diplo Diego no es de nadie. Más identificada con esta frase imposible. Maradona para mí es la cocina de mi casa en Floresta sentada con mis viejos y mi hermano, festejando sus éxitos deportivos y llorando a mares el me cortaron las piernas del 94′. No releo eso como un pasado de falsa conciencia en donde no me daba cuenta del patriarcado que habitaba en el cuerpo de Maradona, no me arrepiento de ese amor. El todo coherente que se nos exige a las feministas es un palo en la rueda tamaño Obelisco para hacer de este un movimiento emancipatorio masivo con la fuerza suficiente para cambiar este mundo tan injusto y desigual.
Este adiós multitudinario tuvo de todo, como no podía ser de otra manera. En el ritual de despedida que se hizo en la puerta del Estadio de Argentino Juniors estaba lleno de pibas muy jóvenes que lloraban a Diego con el pañuelo verde en sus mochilas y su muerte trajo debates feministas acalorados, ¡¿quién lo hubiera dicho?! Qué pena que no tuvimos tiempo de hacerle llegar todas las preguntas que su figura nos generaba (muchas notas de queridas compañeras de las que aprendo un montón se están publicando en estos días, sólo por mencionar algunas: Anuka Fuks, Malvina Silba, Liliana Viola, Florencia Angilletta, Mariana Palumbo y Joaquín Zajac.
“Qué me importa lo que Diego hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía”, dijo Fontanarrosa. Y es, tal vez, la frase más hermosa para sintetizar lo que puede un cuerpo, un artista, un libro, una canción en la vida de otres. He trabajado sobre Arjona, 50 sombras de Grey, programas de chimentos, fenómenos todos muy masivos que convocan a miles de mujeres en el mundo y me he cruzado con el debate que intenté resumir en estas líneas muchísimas veces a lo largo de los años. Una y otra vez me parece que la mejor salida para comprender esos fenómenos cambiar el eje de las preguntas: no importa lo que esos sujetos/objetos son en sí mismos sino lo que habilitan en la vida de las personas. Ese giro sirve para entender la cultura de masas, sirve para entender a Maradona. Vimos estos días en la tele a miles relatar sus vidas mediadas por la felicidad y la emoción que esta figura les generaba, ¿cuántos momentos significativos de nuestras vidas duelamos ayer con él? Fin de una época para muches.
Los feminismos están repensándolo todo, incluso a Maradona y al fanatismo que ha generado durante décadas. ¡Bienvenido sea! No podía ser de otra manera, estamos en tiempos donde las lentes violetas nos permiten mirar todo desde otro ángulo. Eso significa también estar alertas: seamos respetuoses de las singularidades de cada experiencia, no subestimemos la posibilidad de interpretar de otro modo lo que se nos presenta como evidente, los procesos emancipatorios no tienen mapas de ruta que pueda fácilmente diseñarse de antemano. Puede que, si no nos damos cuenta a tiempo y pasamos por arriba con una topadora a quienes no actúan en consonancia con un deber ser impoluto, en unos años no quede nada.
* Carolina Spataro es investigadora de CONICET y docente de Sociales UBA. carolinaspataro@yahoo.com.ar