Garganta profunda, lanza fuego por la boca. Fanática de las denuncias, su muerte no conmueve a nadie, dijo Mercedes Ninci, pero tiene a todxs magnetizadxs. Natacha Jaitt es TT en twitter y tapa en los principales diarios: en la madrugada de ayer “apareció muerta”, titulan unos. “Perdió la vida”, anuncian otros. ¿Apareció muerta? ¿Cómo aparece muerta una mujer? ¿Tras desaparecer de qué, de dónde? ¿Perdió la vida? ¿A dónde? ¿Al costado del camino, al margen de la buena senda?
Natacha se había desafiliado hace tiempo del club privado de la moral y las buenas costumbres, de la decencia y el recato, de los modales y el comportamiento esperable para una chica judía que había tomado su bat mitzva a los 12, momento a partir del cual, para la ley hebrea, las personas pasan a ser responsables de sus actos, a discernir entre el bien y el mal. Pero sabemos de sobra que esas tradiciones muchas veces no imprimen más que un álbum de fotos feas. Natacha creció hija del Caballero Rojo de Titanes en el Ring y de una madre que “revoleó a sus hijos”, según le contó a Pamela David, y se fue con un Pai Umbanda y, más cerca en el tiempo, Aliza Damiani se convirtió en diputada santafesina del Frente Para la Victoria durante 2011 y 2015.
Natacha se hizo mujer, actriz, madre, puta. También, como dice su bio en las redes, “Conductora de Tv y Radio/Actriz Teatro y Cine/GUIONISTA”. Pero todas sus identidades las construyó como, de nuevo, dicen ahora las noticias, con “dudosa reputación”. La duda es una costumbre arraigada ante la palabra de las mujeres y las diversidades, cuando afirman y más aún cuando denuncian. Denuncian violencia, denuncian redes de pedofilia, de trata, denuncian haber sido violadas. Cómo creerle a una prostituta, a una madre que perdió la custodia de su hijo, a una mujer que no conoce los códigos ni la sororidad. Mala madre, mala puta, mala “feminista”, mala judía. Ahora, muerta, también es mala víctima.
¿Se zarpó o la mataron? “Quien mal anda, mal acaba”, dicen orondos lxs jueces de turno por la televisión y la radio, con la lección de moral tan a flor de piel, periodistxs de todo género y opinólogxs cuando se trata de ninguna santa. Dictámenes basados en el puro prejuicio. Ni tan mala madre, ni tan mala puta, ni tan mala feminista ni judía. ¿Dónde están las tablas de la ley? ¿Cuál es esa ley? En su piel color tabaco, lisa y lustrosa de blem, no hay una sola inscripción. Ni muerta deshizo la imagen del cuerpo escultural que construyó. Aunque los medios hablaron de un plano de la vulva, la foto circuló obscena de ella desnuda, acostada entre sábanas blancas, bella. Entre los grupos de whatsapp de machos se contaron varias pajas, el erotismo toma las formas más extrañas. Pero la escudriñada es ella, la muerta.
En su cuenta de Instagram aparece con sus hijxs, cantando y divertida, no todo puede ser mentira. Su garganta del diablo dejó escapar los nombres convenientes y los más inconvenientes. En medio de ese cóctel de verdades impronunciables y aparentes delirios narcóticos, Natacha se subió a varias de las batallas de la lucha feminista: se sacó una foto con cartel de Ni Una Menos y defendió aborto legal en un twitt de 2016 donde le dijo al Papa: “No se necesita perdón x abortar sino educación sexual p/decidir, anticonceptivos p/no abortar y aborto legal para no morir!” Se acercó al colectivo de Actrices Argentinas para que la acompañaran a Tribunales cuando denunció hace poco más de un mes una doble violación, pero estas explicaron que no la acompañaban porque van a estar donde más hiciera falta echar luz, sin frivolizar. Desde sus redes compartió consignas como “si duele no es amor”, pero también la foto de una chica en el tetazo en el Obelisco comentando lo “incogible” de la piba en cuestión.
“Yo soy prostituta, ¿tenés algún problema?”, dijo Natacha en la mesa de Mirtha. Pocas de la farándula, del medio vip, se animaron a tanto. “Las trabajadoras sexuales necesitamos leyes que nos amparen ayuden, que nos acompañen, que nos protejan, que protejan nuestro cuerpo nuestra salud. Así como cualquiera de ustedes, sufren maltrato físico o psicológico por parte de hombres, a nosotras también nos pasa, y ustedes tienen derechos. Nosotras necesitamos tener los mismos derechos que ustedes”, declaró en un spot por los derechos de las trabajadoras sexuales que grabó en 2015 junto a Georgina Orellano y Ammar.
Informante habitual de las relaciones peligrosas, la puta tiene acceso a las miles de transacciones que se ocultan en los secretos de alcoba. Famosa y mediática, gastada, usada y usadora, dura y combatiente antimachista y encarnación del objeto de deseo patriarcal: Natacha, dijo alguien por ahí, es el hecho social total.
Hoy a las feministas se nos estruja el pecho. De culpa, de bronca y de confusión. No nos animamos a llamarlo femicidio, porque ni el ser feministas ni el “yo te creo, hermana” nos impiden esperar los datos de una autopsia. Pero también sabemos que toda muerte pública es política. Por eso si una autopsia dice “se ahogó” puede estar tapando una trama de mucha más complejidad y responsabilidades.
Natacha murió dos días antes de declarar. Había dicho que no se iba a matar. Murió en Xanadú, ese paraíso del que habla Olivia Newton John en la canción, “un lugar al que nadie se animó a ir”. Hasta ese lugar al que nadie se animó Natacha fue. “Se reía mucho y hablaba pavadas” dice una testigo de la causa. Por puta y drogadicta su muerte corre el riesgo de ser condenada y despreciada como hacen los medios con las fanáticas de los boliches. Tal vez no haga falta salir ahora a rasgarnos las vestiduras sororas cuando frente a la dificultad del caso nos hicimos las osas. Tal vez debamos generar insumos y recursos para aprender a acompañar también a las malas víctimas. Mientras tanto, exigir respeto y justicia.