Mi primer acercamiento al feminismo fue en el Encuentro Nacional de Mujeres de Mar del Plata en el 2015. Me acuerdo de que ese encuentro me cambió. Participar de esa experiencia me hizo entender de qué se trataba esto del movimiento de mujeres. Yo nunca me había sentido feminista. La realidad es que muchas veces las compañeras de los barrios estamos corriendo atrás de las urgencias y no tenemos el tiempo de pensarnos así. Entendí en ese Encuentro que era muy importante que nosotras participemos de esas experiencias, que nos demos esos debates.
En la economía popular somos una mayoría de mujeres las que llevamos adelante las cooperativas y los trabajos. Sobre todo en épocas de crisis cuando el mango no alcanza. Ahí es cuando más nos organizamos para parar la olla entre todas y que nuestros pibes no se queden sin comer. Ahí es donde muchas veces podemos ver situaciones de violencia que nos atraviesan. Ahí es también donde nos organizamos para enfrentarlas y acompañarnos. Entre todas armamos mateadas, espacios de cuidados o grupos de trabajadoras comunitarias en salud y géneros, por ejemplo. No siempre les decimos así pero en los territorios hacemos feminismo todos los días de muchas formas distintas. Estamos para nosotras, nos escuchamos y actuamos para cambiar lo que nos pasa, juntas.
Hay que saber que la idea de feminismo a veces llega muy distorsionada, los medios muestran mucho más a las que pintan paredes en iglesias que a las mujeres que se organizan para estar mejor. Eso a veces cae mal, genera rechazo. En el barrio las iglesias cumplen un rol fundamental, es una institución que está muy presente y ayuda un montón. Las personas cuando tienen una necesidad y se sienten vulnerables, recurren a la iglesia y a la fe, nosotras somos conscientes de esto y en ese sentido lo respetamos. Necesitamos un feminismo que entienda eso, que entienda la diversidad de mujeres que hay y que no se hable solo entre las convencidas. Acá hay muchas compañeras que hoy no están a favor del aborto, ¿qué hacemos?, ¿las dejamos afuera?, muchas veces son las más comprometidas, las que más acompañan a otras mujeres. Pienso que hay que generar más espacios de debate, de encuentro, valorando los diferentes recorridos que existen.
Otra clave está en las referencias públicas. Es un problema de la política en general: más del 40% de las personas en la Argentina son pobres pero el poder lo tienen unos pocos, siempre los que tienen privilegios, y también pasa adentro del feminismo. Es muy importante que haya más mujeres de los sectores populares en los escenarios y ocupando lugares de protagonismo. No queremos que otras hablen por nosotras. Por eso es importante el rol de algunas compañeras como Jackie Flores y Dina Sánchez de la UTEP quienes, entre otras, hoy son referentas. Pero tiene que dejar de ser raro y tiene que ser más común. Ojalá muchas otras tomen estos lugares. Lleva mucho esfuerzo, lo sé por experiencia propia; a veces hasta nosotras mismas nos bajamos el precio porque siempre nos hicieron creer que la política era cosa de otros. Pero en esto tampoco estamos solas, a mí también me acompañan otras mujeres, compañeras, que me ayudan a prepararme para un panel o una nota como esta, van conmigo a las actividades. Nosotras nos acompañamos.
Estoy muy convencida de que el encuentro de los movimientos sociales y de la economía popular con el feminismo, cuando se da, es muy poderoso. Miles de mujeres de los barrios están movilizadas por Tierra, Techo y Trabajo, por la Emergencia Alimentaria. Nosotras estuvimos y estamos mucho en las calles. Otras miles se movilizan por los derechos de las mujeres. Y cuando las dos agendas se mezclan, se cruzan, ¡no nos para nadie!