Sin tregua al comienzo de año, ni al calor de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, una semana atrás nos volvíamos a encontrar en asamblea en el Centro Cultural La Toma. Otra convocatoria al #8M, Dia Internacional de las Mujeres Trabajadoras. Y por segunda vez, caminando hacia un Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans del mundo. Esta vez las latinoamericanas más hermanadas que nunca, ante el machismo que nos golpea cada vez con más crudeza. Hace un tiempo, las argentinas venimos tejiendo esa trama que se expande cada vez más luego del grito de Ni Una Menos del 3 de junio de 2015.
Bien rosarina, esta asamblea feminista fue escribiendo su propia historia. Una asamblea que tuvo como punto de inflexión el Encuentro Nacional de Mujeres de 2016, con más de 12 meses de trabajo previo asambleario ininterrumpidos. Después de esa experiencia de encontrarnos algo cambió en el movimiento de la ciudad: todas aprendimos y emprendimos un nuevo camino para gestar el Encuentro, más amplio y democrático que nunca. Así crecimos en radicalidad cuando todo parece que se tiñe de ese sentido común peligroso y conservador. Cada vez más autoconvocadas y cada vez más jovenes con ganas de sumarse a la marea violeta.
Bien rosarina, esta asamblea feminista fue escribiendo su propia historia. Una asamblea que tuvo como punto de inflexión el Encuentro Nacional de Mujeres de 2016, con más de 12 meses de trabajo previo asambleario ininterrumpidos. Después de esa experiencia de encontrarnos algo cambió en el movimiento de la ciudad: todas aprendimos y emprendimos un nuevo camino para gestar el Encuentro, más amplio y democrático que nunca. Así crecimos en radicalidad cuando todo parece que se tiñe de ese sentido común peligroso y conservador. Cada vez más autoconvocadas y cada vez más jovenes con ganas de sumarse a la marea violeta.
La primera convocatoria siempre es una apuesta. El lunes 22 de enero, pautamos el primer encuentro del año para poner en marcha la organización del paro 2018. Fuimos 300 y aún las que tenemos unos años de asamblea nos sorprendímos. Nos mirábamos cómplices con las otras, y se nos llenaba de brillo la mirada cada vez que se escuchaba en la voz de alguna de las integrantes de la gran ronda “es la primera vez que vengo a una asamblea”.
Este lunes nos volvimos a encontrar. Primero para trabajar en las seis comisiones definidas (organización/finanzas, prensa/cultura, documento, sindicatos, territorios y articulación internacional) y luego reunirnos todxs en la asamblea. Otra vez la convocatoria fue multitudinaria, y nos enorgullece tanto como nos exige. Porque nuestro feminismo no es un golpe de suerte. Es producto de un proceso, colectivo, pedagógico, diferente al de los demás movimientos populares. Es diferente, entre otros motivos, porque estira cada vez más sus márgenes, por su vocación incesante de amplitud. De lo contrario, no se explica tanta piba “suelta” asumiendo protagonismo en su primera asamblea, tanta compañera de barrio pisando con ganas ese centro rosarino que se suele vivir tan ajeno, tanta sindicalista saliendo de sus espacios cotidianos de intervención.
El último Encuentro Nacional de Mujeres de la ciudad vuelve a cada rato, no solo por la dinámica organizativa que nos dejó como saldo, sino por la voluntad de todas las participantes de hacer visible para toda la ciudad que las mujeres, lesbianas, travestis y trans nos seguimos organizando, que estamos juntas. Es producto de esta motivación, de esta invitación que las compañeras hacen a otras, a la sociedad, que surgen propuestas de murales de la comisión de cultura o las ganas de volver a recorrer las calles de la ciudad en una gran marcha que atraviese el centro de la ciudad. “Esperemos que esta vez sea sin represión”, alguna dice por lo bajo.
Esta última jornada duró más de cuatro horas de debate y trabajo. Y en las asambleas se repasa todo. Empezamos a agendar las primeras reuniones con funcionarias para garantizar la gran cantidad de cuestiones logísticas del evento. También definimos sumarnos al twitazo en redes sociales para el 8 de febrero, que surgía como propuesta al mismo tiempo en una asamblea virtual de la articulación Internacional Feminista.
Por su parte, las compañeras de los sindicatos, nos convidaron sus ideas para llegar a cada rincón donde una trabajadora asalariada se encuentre mientras buscamos coordinar metodologías de paro con las centrales. Las mujeres del Cordón Industrial invitaron a su caravana que terminará en Fabricaciones Militares, donde de lxs 35 despedidxs cinco son mujeres. Visibilizar el trabajo no remunerado vuelve a aparecer como preocupación. Necesitamos gestar nuevas referentas zonales para este 8M. Un grupo de adolescentes nos agita a que muchas más nos sumemos al espacio de Artivistas, para hacer intervenciones callejeras bien contundentes. Vecinas de la localidad de Roldán, a pocos kilómetros de Rosario, se empezaron a juntar luego del Paro Internacional de mujeres e identidades feminizadas del año pasado, ahora se sienten más consolidadas y se suman al espacio.
El documento de la convocatoria tiene un lugar importante en la organización. Retomamos el documento del año pasado, el anti neoliberalismo como la lucha contra el patriarcado se vuelven una misma lucha frente a un macrismo que precariza nuestras vidas cada vez más. Se va a apuntar a la reforma previsional como un nuevo aspecto de retroceso que nos afecta a las mujeres en forma particular. El documento se escribe teniendo en cuenta que no falten las identidades feminizadas en cada acción y manifiesto, porque “lo que no se nombra se invisibiliza”.
Y así, entrada la noche en la ciudad, dimos cierre a la jornada, con una de las últimas mociones del día, que fue la necesidad de que varones feministas garanticen un espacio de cuidado de niñxs para las próximas asambleas. Todavía no salimos del asombro de haber sido tantas una vez más. Sostener este nivel de convocatoria en el tiempo implica “estar para nosotras”. Cuidarnos en cada paso que damos pero sin ocultar las diferencias de criterio abajo de ninguna alfombra. Cuidar significa ser responsables con el trabajo colectivo de años en este movimiento de mujeres tan diverso. Recibir y sostener a las nuevas mujeres que se animan a sumarse. Reconocer que nuestro movimiento es mucho más que las organizaciones, la representación es otra. Es en primera persona. Por eso, nuestros marcos de unidad trascienden al de los demás movimientos o sectores que luchan. Vamos dándole otras formas a nuestras prácticas, nos vamos reinventando y podemos ser tantas como feminismos posibles.
Les feministas argentinas somos hace tiempo un faro en nuestra región y eso nos llena de responsabilidad. Ni una Menos es un sello vivo, que se expande por las redes y organiza deseos antes dispersos. Nos mueve el deseo común de parar este mundo, porque queremos otro bien distinto. Ya no nos conformamos con lo que sobra, por eso cada vez vamos por más. Rosario, hoy es una ciudad protagónica en ese grito que se escucha cada vez más fuerte en nuestro país y la región.
Sabemos también, que tenemos la tarea urgente de frenar la ola amarilla en la ciudad. Que tenemos mucho por aportar para construir una alternativa frente al crecimiento de Cambiemos en nuestros territorios y que nuestra experiencia como movimiento no es una suma más a las partes, sino que es la posibilidad de aportar a construir otro tipo de ciudad. Una Rosario segura y libre de violencias para las mujeres e identidades disidentes es nuestro horizonte. Pero que quede claro: cuando hablamos de seguridad lo hacemos bien lejos del paradigma punitivista. Nosotras venimos ensayando otras formas de habitar el espacio público, gestamos políticas sociales y comunitarias que bien vendría institucionalizarlas y así masificarlas. Porque nuestro feminismo es para todo el mundo, es popular, sin recetas mágicas. Nuestro movimiento es tan acaudalado y potente como el Paraná que rodea esta ciudad y tiene la densitud de un enero rosarino, todas apretadas en La Toma.