“¿Para qué sirve un padre?” pregunta Blondi en una charla con su hijo Mirko en el auto. “Para cosas importantes seguro que no”, le responde Mirko. Eso es algo que tienen bien claro: están todes bien. No hay un padre y la casa sigue funcionando. Siguen compartiendo panqueques en el desayuno. Se invitan a compartir fiestas y recitales. Van a la plaza y Mirko la desafía a subir al monumento. Hay una intimidad cuidada y construida por elección de ambas partes. De una madre para con su hijo. De un hijo para con su mamá.
De eso se trata la ópera prima de Dolores Fonzi, que cuenta con la producción de Santiago Mitre y el guión de la propia Fonzi y Laura Paredes. No hay que adornar ninguna idea de “nueva maternidad” porque pensar que ese concepto es algo de ahora es una idea bastante errada. La ausencia de figuras paternas existió y existe desde hace tiempo y la película lo retrata con realismo.
La carencia del padre se ve en la falta, en que no aparece siquiera por foto. Sin melodrama ni romantizaciones, es una película que hace justicia a las mujeres solas que crían. Se pone en escena así como es, sin dramatismo ni solemnidad. Blondi (2023) es una película que presenta la crianza conjunta de un varón. Puede leerse como una oda al padre ausente, y a su vez omnipresente, que ocupa el lugar enorme de ausencia.
Blondi habla sobre los vínculos familiares de una manera distinta, mostrando una red de contención entre mujeres que funciona de forma orgánica. El personaje principal de Blondi Basile (Dolores Fonzi) permanece en el envase de “progre fuma porro que no le importa nada” durante muy poco tiempo. Solo dura lo que un trailer, lo que una primera impresión. El imaginario se desintegra porque ella es responsable y consciente de sus acciones. Se queda dormida, pero se levanta y se viste lo más rápido posible para llegar al trabajo. Tarde, sí, pero lo menos posible. Cumple con su labor como encuestadora para una consultora ambiental. Vuelve a la casa que comparte con su hijo Mirko (Toto Rovito) manejando en un auto poco moderno. Blondi tiene registro y una visión clara de lo que sucede pero, sobre todo, de lo que le pasa a quienes la rodean.
Así de relajada como parece, no tarda en mostrar la hilacha. Cuando algo no le parece bien, lo pone en palabras. Hay una escena en particular donde su hijo le dice “tenes que abrir la cabeza, hacer cosas nuevas; hace veinte años que estás fumando el mismo porro cosechado del balcón de casa”. Ella acepta y cuando se encuentran con el dealer, lo primero que le dice es si sabe que eso que está haciendo es ilegal. Después, contrarresta el comentario con un chiste. Parece progre, pero puede ser muy conservadora con sus comentarios, algo de lo que quedó detenido en el tiempo. Así es ella, Blondi representa una mezcla entre juicio y comprensión. Muchas veces parece que se le escapan los primeros pensamientos porque es genuina en la misma medida que es sincera. Por eso es tan fácil identificarse con ella. O querer llegar a ser de esa forma, poder decir sin tantas vueltas. Sin tanto miedo a perder, como dice la canción de Las Ligas Menores.
En medio de un vínculo entre madre e hijo que parece ser inquebrantable, Mirko recibe la aprobación de una beca para continuar con sus estudios artísticos en el exterior. Se presenta un escenario imposible de imaginar para Blondi: está lejos de su hijo por primera vez.
¿Qué puede hacer? Subir a la estatua de una plaza. Mirar el paisaje desde arriba. Bajar. Despertar en su cama una mañana y caer en la cuenta de que, otra vez, se quedó dormida. Nada ha cambiado. Lo que puede hacer es dejar a sus sobrinos en el colegio. Tener más tiempo para el resto de las personas que forman parte de su vida.
Hay un trabajo colectivo en las crianzas porque, tanto en el vínculo de la maternidad como en cualquier otro, hay algo de lo que se construye desde los cimientos. Un conjunto de cotidianidades que se juntan en potencia, que crean una llanura donde descansar. Hay cosas que eligen ser compartidas, buscar el encuentro entre platos de fideos con tuco, en las compras de una feria de ropa, en el sector de los lácteos del supermercado. Cuidar de una relación es poder salirse de une para poner la mirada en lo que la otra persona necesita y Blondi nunca descuidó a su familia. Es por eso que, en medio de la angustia por la distancia con Mirko, ella no se queda sola. Se apoya en su red de contención, la que estuvo presente desde el comienzo y la que está dispuesta a seguir estándolo. En la hermana (Carla Peterson) que canta con Blondi la canción de una banda que hace honor a su nombre: ella camina como si no le importara nada.