Amanda Meza Ruiz
Todxs se volvieron unicornixs ese día. Mágicos, brillantes, únicos y diferentes. Orgullosxs de esa diferencia que desde los púlpitos y los balconazos se censura y se criminaliza. En el Perú, la Marcha del Orgullo fue un acto de reivindicar ser distinta, distinto, distintx. Este sábado 1 de julio la alegría superó el miedo y el odio que han pretendido instalarse en la sociedad por las iglesias católicas y evangélicas que han desplegado en puentes y calles banderolas con el lema “Con Mis hijos no te metas”. A esa frase le respondimos: “Con la Igualdad No Te Metas”. Esa fue la respuesta a la ola ultraconservadora. Y miles de mensajes donde amor, respeto, igualdad se dejaron apreciar en pancartas levantadas desde el orgullo de ser. A ambos lados de la marcha la gente de a pie aplaudía, tomaba fotos; si hubo algún insulto ni se escuchó.
En Lima, la capital, la marcha se duplicó. Si el 2016 se calculaban 12.000 personas marchando, este año la movilización se estimó en 25.000 LGTBIQ. A pesar del poder autoritario en el Congreso, poco o nulo éxito han tenido estas huestes con voceros que promueven la agresión, el asesinato de gays, lesbianas y trans en el corazón de quiénes aman la igualdad. El odio no vende en un país donde cada día hay innumerables videos de agresiones racistas, homofóbicas, ultraconservadoras. La sociedad se va quitando, lentamente, el velo de hipocresía ante una revolución cultural que no se puede detener.
La bandera arcoíris fue mucho más grande que aquellos discursos de odio que, además, han provenido de las fuerzas políticas instaladas en el Congreso, con una mayoría fujimorista. Son los seguidores del expresidente Alberto Fujimori, preso por crímenes de lesa humanidad quienes pregonan esos discursos de odio, quienes se han encargado de eliminar de Decretos legislativos sobre políticas relacionadas con la seguridad ciudadana, cualquier referencia al “género”, “orientación sexual e identidad de género”, así como, la sanción a los crímenes de odio y la discriminación por orientación sexual e identidad de género. Y amenazar con proyectos de ley los derechos a la igualdad, la educación con enfoque de género, los derechos sexuales y los derechos reproductivos.
La lucha también se dio el gran día de la marcha. En el espacio permitido para la pre concentración en Lima, conocida como el Campo de Marte (rebautizada por #NiUnaMenos como Campo de Venus), pese a los permisos legales, justo se convocó a juramentar a todas las juntas vecinales de Lima con desfile y acto cultural incluidos, organizado por la Municipalidad de Lima. No era casual, era un acto de boicot, pues el alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, no solo es homófobo sino que firmó la llamada Declaración de Lima, un pronunciamiento de las iglesias evangélicas contra lo que llaman ‘ideología de género’. Sin embargo, lejos de disuadir a l@s participantes, la marcha se instaló en las calles contiguas y siguió su curso más empoderada que nunca.
Salir a las calles tan acompañadx fue como un ‘día liberado’. No suele suceder ver gays, lesbianas, trans besándose, tocándose, evidenciándose en bares, restaurantes y plazas sin que alguien les insulte o los desaloje. Pero, este sábado 1 de julio fue diferente. Con sus banderas arcoíris, vinchas para el cabello arcoíris, pines, zapatillas, solos o en grupo se adueñaron del espacio que nunca debió ser negado.
Cada vez más jóvenes, cada vez más fuertes: las imágenes nos muestran que cada vez somos más para luchar. En las redes sociales se destacaron las fotos de familias enteras, niños alzando banderas, besos, abrazos, amistades, compañerismo. Como Valentín, un niño que ya quiere volver a la marcha a levantar su pancarta y gritar: Más amor, menos odio. A Camila la llevaba en brazos su mamá, pero algún día vendrá caminando sola. A Sandy le emocionaba que somos cada vez más: cuando ella empezó eran solo 20 mujeres trans y ahora no le alcanzaba su buena vista para contarlas. “Son demasiadas”, dijo. Aunque nunca son demasiadas para luchar. Algunxs activistas caminaron con su lista de arengas, lxs que no tenían arengas cantaban las canciones de moda acompañando a los vehículos que incluyen DJ. Gritaban, bailaban, corrían de un lado a otro con libertad.
La Marcha del Orgullo fue una oportunidad para que más personas ejerzan su derecho a la libertad sexual. Muchxs pudieron manifestar su bisexualidad, pansexualidad, heterocuriosidad, heteroflexibilidad y, otros se declararon en búsqueda
Además de Lima, en las regiones del Perú también salieron a las calles a marchar: Trujillo, Arequipa, Tacna y Cuzco. Antes, el mismo 28, salieron en Iquitos. Las provincias suelen ser mucho más conservadoras, la Iglesia tiene un poder concentrado alló. Pero las generaciones no son ya apegadas a ese discurso prohibitivo, se está organizando, naciendo nuevos colectivos. Han salido a las calles y ya no hay vuelta atrás. En el Perú, hay una movida que se va gestando, no tiene forma aún, pero todxs lo sabemos. Hay una movida de orgullo desde el corazón y los derechos que nadie sabe a ciencia cierta en qué momento va estallar. Y para bien..