Veganismo y discriminación en Argentina

Qué es la vegefobia, cómo opera y qué iniciativas se están llevando a cabo para combatirla en un país donde la población vegetariana y vegana asciende a 4 millones de personas.

Foto: SOL AVENA

Cuando Laura Krekcza visitó a su médica clínica y le contó que era vegana, su consulta de rutina se convirtió en un interrogatorio: “¿Por qué no comés carne? ¿De dónde vas a sacar lo que tu cuerpo necesita? Al menos deberías comer queso”. Desde que eliminó a los animales y sus derivados de sus comidas diarias, hace diez años, la vicepresidenta de la organización Animal Libre Argentina, se mantuvo en buen estado de salud. Sin embargo, las críticas por llevar un estilo de vida alternativo fueron y siguen siendo permanentes. Laura no solamente fue cuestionada por su médica, sino también por sus círculos íntimos. La aversión social hacia el vegetarianismo o veganismo, no es ni más ni menos que discriminación. Este comportamiento tiene un nombre propio, se llama vegefobia, y hay una ONG, como la Unión Vegana Argentina, que exigen su reconocimiento ante el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI).

El impacto ambiental de la ganadería, la creencia personal, el amor por los animales o algo más simple como el desinterés por la ingesta de carne, son algunos de los motivos que explican por qué 4 millones de personas en Argentina son vegetarianas y/o veganas, según datos de la consultora Kantar Insights División. Esta población, que viene creciendo exponencialmente los últimos años, se ve vulnerada en sus derechos diariamente en pro de esta elección, aún cuando los supuestos “perjuicios” de las dietas plant-based fueron derribados por la ciencia. Marcela Manuzza, Directora de posgrado en Nutrición Vegetariana y Vegana de la Universidad de Buenos Aires, asegura sus ventajas: “son nutricionalmente adecuadas, siempre que se planifiquen correctamente”. Y así se opone al mito carnívoro. No es necesario comer carne ni consumir lácteos para llevar una dieta sana y sostenible. La nutricionista resalta que “está cansada” de ver casos de discriminación en el consultorio: “lxs pacientxs me cuentan como colegas se niegan a brindar atención médica por no compartir la elección alimentaria”. Añade que incluso lxs mandan a hacer terapia, cómo si llevar esta dieta fuera indicio de un problema de salud mental.

Micaela tiene 22 años, es vegana hace cinco y practica taekwondo. Prefiere resguardar su apellido para dar su testimonio. En 2018 tuvo que dejar de entrenar a raíz de una hernia. Cuando estuvo hospitalizada, en una clínica de Tandil, su familia avisó que se alimentaba de ese modo. ¿Cuál fue el primer almuerzo que recibió durante su internación? Una milanesa de peceto con puré. “Me quejé con la enfermera que me trajo la comida y se enojó mucho”, recuerda la estudiante de ingeniería electromecánica. Aún cuando el 12% de la población argentina es vegetariana o vegana, por default, el sistema público considera que sos omnívorx. Historias como la de la joven se repiten en escuelas y universidades estatales, donde las personas que no comen carne no pueden acceder a un menú apto para ellxs.

Por casos como el de Micaela es que Krekcza, a través de la organización que integra, lucha por la sanción de “Mi menú vegano”, un proyecto de ley contra la vegefobia que exige a las instituciones públicas como hospitales, escuelas y cárceles del país, contar obligatoriamente con una opción libre de derivados animales. Este proyecto no fue pensado exclusivamente para Argentina. De hecho, en 2017 se presentó en Chile. Allí, la Cámara de Diputadxs lo votó de forma unánime pero no alcanzó a obtener la eficacia de ley. En nuestro país, la ciudad de Santa Fe presentó el plan como proyecto de ordenanza y está siendo tratado en la Legislatura local. “Déjenla, es una moda, ya se le va a pasar”, le han dicho a Laura en más de una ocasión sus propios familiares. Sin embargo, hace una década que elige un patrón alimentario basado en plantas y asegura que va a seguir por ese caminó: “continuará de moda el respeto hacia los demás animales en mí”, afirma. Lo cierto es que el crecimiento sostenido de la población vegetariana y vegana en Argentina demuestra que lejos está de ser una cuestión pasajera. Y este grupo se conforma por personas, o sea, sujetxs de derecho, que deben ser respetadxs ante sus elecciones.