¿Quién se mueve mientras te quedas en casa? La romantización del delivery en tiempos de pandemia

Desde Ecuador Belén Valencia Castro y Kruskaya Hidalgo Cordero y desde la Argentina Flora Partenio, investigadoras, ciclistas y militantes feministas, acompañaron en el pedaleo y en la extensión de redes de solidaridad al paro a trabajadorxs de plataformas en su primer paro internacional. La pandemia puso en el centro del debate la crisis sistémica, la reproducción social de la vida, el rol de los trabajos de cuidados, la jerarquización de ciertos cuerpos, el conflicto entre el capital y la vida. Todos temas que desde la economía feminista venimos discutiendo hace tiempo. Quienes sostienen la cuarentena son consideradxs “esenciales” pero sus salarios, condiciones laborales y protección social no se consideran prioritarios. Hoy, ante el “daño económico” en muchos países donde se venían imponiendo “paquetazos” con reformas laborales y previsionales, se han acelerado estos procesos.

En la mañana del 22 de abril las calles de Quito no estaban vacías. Había personas vendiendo productos informalmente (frutas, verduras, plantas medicinales, mascarillas, guantes, cigarrillos) y otras movilizándose a realizar compras. ¡Era el día del Paro Internacional de Repartidorxs! En el punto de encuentro, la tienda Glovo, habían glovers con marcadores, hojas de papel bond y papelotes escribiendo consignas, exigencias y visibilizando las razones del paro. Otrxs colocaban sus maletas en la puerta principal de la tienda para evitar el despacho de pedidos. Y había quienes hablaban con sus compañerxs, para explicarles la necesidad de parar: algunxs reconocían la necesidad de conseguir derechos, pero no podían parar porque viven al día. Si no trabajan, no pueden llevar el sustento a sus familias. A la larga, la solidaridad y la vivencia compartida permiten que entre lxs trabajadorxs se deje de repartir mientras se apoya a quienes verdaderamente no puedan parar.

En la tarde de Buenos Aires, los gloverxs y rappitenderxs recorrían gran parte de los barrios de la ciudad. Mientras pedaleábamos al ritmo de ellxs, hicimos una parada en la esquina junto a otrxs. Campera de una empresa y con mochila de otra, una de las repartidoras nos decía que le parecía bien una huelga, pero si ella no salía a laburar, sus hijxs no comían. Desde su moto, otro de los repartidorxs que tenía un pequeño pedido pendiente de entrega en sus manos, reconocía que la única manera de pagar el alquiler era salir a entregar todos los días.

Ilustración: Che Alejandra

Economía digital y COVID ¿quién gana?

La pandemia del COVID-19 ha trasladado al centro del debate temas que desde la economía feminista venimos discutiendo hace tiempo: la crisis sistémica, la reproducción social de la vida; el rol clave que tienen los trabajos de cuidados; la jerarquización de ciertos cuerpos; el conflicto entre el capital y la vida. Con el anuncio de la “emergencia sanitaria” y el llamado al “aislamiento social preventivo y obligatorio” por parte de muchos gobiernos a nivel mundial, se ha intensificado la carga en el trabajo reproductivo. De hecho, los límites entre trabajo remunerado y de cuidados se desdibujan. Y esto nos lleva a preguntarnos ¿quién sostiene la cuarentena? Indudablemente quienes sostienen y hacen posible la cuarentena son ahora nombrados “esenciales” pero sus salarios, condiciones laborales y protección social no se consideran prioritarios. Es decir, sobre el trabajo de un sector de la población se posibilita este aislamiento preventivo. Entre ellos –en la primera línea– están lxs repartidorxs de delivery. A través de las ventanas vemos veredas y calles desiertas, pero si prestamos atención, encontramos personas con mochilas rojas, naranjas, azules, verdes y amarillas transitando en motos y bicicletas.

Mientras, gran parte de la población –en su mayoría mujeres– vive del trabajo informal diario –fuera del sistema de seguridad social– y se las arregla con extrema dificultad para sobrevivir en países que llevan cerca de 50 días de cuarentena. En este escenario, el delivery se ha vuelto una actividad laboral que posibilita ingresos a quienes se registran en una aplicación geolocalizada de las empresas de plataforma.

Todo el circuito de la “actividad esencial” del delivery es sostenido por la falta de regulaciones que pongan límites al avance acelerado de la economía digital, al extractivismo de datos y el trabajo en las plataformas.

El delivery ha sido catalogado como una “actividad esencial” y es requerida en su mayoría por quienes –con un acentuado privilegio de clase– no solo pueden vivir el #QuédateEnCasa en tranquilidad, sino también pedir comida, víveres y medicinas a domicilio “a su antojo” y “sin moverse del sillón”. Todo el circuito es sostenido por la falta de regulaciones que pongan límites al avance acelerado de la economía digital, al extractivismo de datos y el trabajo en las plataformas. En contexto de pandemia, en distintas ciudades del Norte y el Sur global las empresas alientan la “entrega sin contacto” y “sin costo”. En el caso de Colombia Rappi ya lanzó una flota de robots. En países como Ecuador, el gobierno incentiva el uso de las app, incrementando la atracción de nuevos clientes (proveedores y usuarios) y trabajadorxs –que no son reconocidos como tales–. Los circuitos de comercializacion se quedan en un puñado de cadenas transnacionales de comidas que operan con ventanilla de delivery, lo que a su vez aumenta las ganancias multimillonarias de estas empresas transnacionales: UberEats, Glovo, Rappi, PedidosYa, Deliveroo.  

Se relativiza la frase “el virus COVID-19 no distingue clases sociales ni etnias para propagarse”, cuando vemos sus efectos inmediatos acentuando asimetrías y discriminaciones. Ahora bien, la pandemia viene a profundizar esa división social/sexual/racial del trabajo que ya estaba presente en la economía de plataformas. Ha colocado a ciertos cuerpos en la “primera línea para enfrentarla”, sin cuyo trabajo la vida misma no sería posible y mucho menos en tiempos de cuarentena. Esos cuerpos cargan, almacenan, empaquetan y reparten a domicilio lo que se compra por internet a solo un click.  Ya puede identificarse a los ganadores y perdedores del COVID-19, cuando el modelo de negocios Amazon registró ganancias por millones en el primer trimestre, acompañada por una campaña publicitaria que ubica a la “seguridad” y el “cuidado” de sus empleados como prioridad (dejemos una nota al pie sobre el uso de la palabra “cuidados” en estos tiempos). Pero las luchas sindicales en los almacenes de Francia demuestran que este “cuidado” no es tal y por eso se vieron judicialmente obligados a cerrar sus almacenes y pagar la totalidad del salario a sus trabajadorxs.

La pandemia viene a profundizar la división social/sexual/racial del trabajo que ya estaba presente en la economía de plataformas. Ha colocado a ciertos cuerpos en la “primera línea para enfrentarla”.

Si hacemos una lectura de las condiciones laborales en las principales ciudades de América Latina comprobamos que lxs repartidorxs son de esas vidas que no están alcanzadas por las regulaciones y protecciones sociales. Ellxs, que son mayoritariamente migrantes, asumen todo el riesgo del contagio al transitar las calles para llevar insumos a través de delivery. ¿En qué condiciones realizan su trabajo? Lxs repartidorxs denuncian a nivel mundial que la pandemia ha profundizado las condiciones precarias y de explotación a las que estaban sometidxs. Estxs trabajadorxs invisibles, que no cuentan con derechos laborales, ni salarios mínimos, ni pagos justos, deben arreglárselas durante la cuarentena para trabajar y no enfermarse. En el caso de las mujeres, la situación se agrava y las brechas de ingresos se acrecientan porque deben combinar la salida por repartos con las tareas de cuidado que han aumentado durante la cuarentena. Desde la Asociación de Personal de Plataformas, nos comentaban que esta situación se genera porque las trabajadoras que “son sostén de hogar” terminan “trabajando menos horas porque no pueden dejar solos” a les hijes que no van a la escuela, y “el algoritmo castiga” a quien no tiene posibilidades de “conciliar trabajo y familia” porque esto impacta en la toma y tiempo de entrega de pedidos y en el tipo de pedidos recibido. Las repartidoras migrantes en Argentina tampoco pueden acceder al IFE. Al igual que los trabajadores varones, tampoco les proveen de elementos de seguridad y cuidado de su salud, y le prohiben el acceso a lugares para higienizarse durante la entrega.

Las trabajadoras de plataformas que “son sostén de hogar” terminan “trabajando menos horas porque no pueden dejar solos” a les hijes que no van a la escuela, y “el algoritmo castiga” a quien no tiene posibildidades de “conciliar trabajo y familia”.

El gerente general de Glovo en Ecuador, mediante una entrevista en un medio nacional afirmó que lxs glovers había sido dotadxs de material de seguridad e higiene. Afirmación que fue desmentida por lxs repartidorxs. El 17 de abril del 2020, ellxs convocaron a un paro nacional, porque, entre otras cosas, las tarifas de pago que reciben son sumamente bajas y desde que inició la cuarentena, se les obliga a realizar entregas grupales. Es decir, se realizan 2 o más entregas, que son cobradas individualmente y al precio común a lxs usuarixs; mientras  que a quién reparte se le paga por la realización de un solo pedido más un supuesto bono de 0,30 ctvs:

“El 25 de noviembre del 2019 Glovo bajó la tarifa base y de kilometraje en el país y los primeros días puso bonos altos, que compensaban la reducción en la tarifa. Estos bonos altos solo duraron hasta que la app fue eficiente y eficaz, llevándonos a realizar entregas grupales que nos aseguraron que serían beneficiosas para nosotros porque ganaríamos mejor. Antes de que inicie la pandemia los bonos cayeron a 1.10 y 1.15; actualmente son de 1.2 y 1.5, recibimos pagos de 0,80 ctvs. Hace unos días Glovo informó que los bonos serían retirados” (repartidor de Glovers organizadxs Ecuador).

El gobierno ecuatoriano mediante un sinnúmero de decretos y acuerdos colocó la precarización, explotación y flexibilización laboral como medidas para paliar la crisis. Propone que la clase trabajadora -totalmente desprotegida- sea quien asuma y sostenga la emergencia. Así, el país vive una ola de despidos ilegales, no pago de salarios, dobles y hasta triples jornadas laborales que no se reconocerán, tiempo de cuarentena colocada como vacaciones a pesar de que muchxs están trabajando. Todo esto, a la par que el gobierno propone la entrega de un porcentaje del salario ciudadano (si es mayor a $500) que irá supuestamente destinado a un fondo para sostener la crisis sanitaria. ¿Cómo exigimos a un Estado de estas características que vele por los derechos de lxs trabajadorxs de delivery si no vela por la clase trabajadora en sí? Frente a esta situación de trabajo en emergencia, las centrales sindicales se encuentran recopilando cifras de despidos intempestivos, canalizando denuncias y articulando estrategias que signó un 1º de Mayo desmovilizado, pero que las ubica de cara a una institucionalidad nula. ¿A dónde llevar las demandas si es el mismo Ministro de Trabajo quién encabeza las medidas antipopulares?

La organización en la ultraprecarización

Lxs trabajadorxs en distintos países denuncian que se enfrentan a condiciones mucho más precarias de trabajo. Lxs repartidorxs o “riders” de Argentina, México, Ecuador, Guatemala, Costa Rica, Perú y Español se plegaron al llamado de paro internacional para el 22 de abril. El comunicado dice: “Los riders en España fueron a la huelga y movilizaron contra la reducción del 50% el pago de los pedidos que impuso Glovo. En Perú los repartidores se enfrentan al cierre de las aplicaciones de reparto por una decisión arbitraria por parte del Estado, dejando a centenares de trabajadores sin sustento en el marco de un parate económico mundial. En Costa Rica quitaron multiplicadores, bonos por lluvia y aplicaron pedidos dobles (ellos cobran 2, a nosotros nos pagan por 1)”. Además, los compañeros de Ecuador, que ya sumaron su apoyo y su firma al comunicado, vienen de realizar un paro el 17 de abril denunciando la rebaja salarial y la falta de insumos”. En el marco del paro internacional de repartidorxs la demandas se centraron en: reducción de ingresos, pagos precarios, falta de provisión de equipo de seguridad e higiene necesarios que lxs expone a contraer el virus. Se lxs expone a la inseguridad vial y delincuencial, y a los abusos policiales, que muchas veces no reconocen que están en la calle trabajando ¿de qué modo se aceleró la reforma laboral en estos países al ritmo que se extendían los pedidos por apps?

En Brasil, aún cuando no fue uno de los países que se plegó al paro, lxs trabajadorxs también están luchando por el reconocimiento de sus derechos. Hace unas semanas en la ciudad de Sao Paulo se convocó a un cacerolazo para, entre otras cosas, posicionar que son las personas mayoritariamente negras las que hacen el delivery en condiciones de extrema vulnerabilidad. En Chile, el Movimiento de Repartidores, riders, de #PedidosYa, denunciaron la situación deplorable en la que realizan la actividad laboral, debido a las sistemáticas políticas arbitrarias de su empresa que van en detrimento de su situación laboral, una precarización que consideran “inhumana”. Por esto hicieron un llamado al cese de actividades en Chile para el 27 de abril. La lucha conjunta va contra las arbitrariedades de Pedidos Ya que no los considera “trabajadores”:

“Las empresas saben que nosotrxs no tenemos otra opción de trabajo. En vez de valorar y gratificar la labor que como repartidores hacemos,  poniendo nuestras vidas y la de nuestras familias en la calle, lo que hacen es aprovecharse de las circunstancias y las necesidades de cada quién. Bajan los precios de pagos, aprovechando que son empresas facultadas para trabajar en esta época. Vemos desmejoras a nivel mundial. Son estafadores y ladrones todos. En Chile tenemos un marcha para demostrar que unidos se pueden lograr grandes y muchas cosas” (repartidxr de Pedidos Ya en Chile).

En la secuencia de paros, movilizaciones en caravana, comunicados  que se vienen emitiendo desde que comenzó el COVID, las principales exigencias son el reconocimiento como trabajadorxs y no “falsos autónomxs”, el aumento del 100% en el monto por pedido realizado y la entrega de elementos de seguridad e higiene por parte de las empresas. En España el Sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) ha requerido a Glovo, Deliveroo y UberEats que no recorten derechos durante esta pandemia, denunciando que se han hecho modificaciones en las apps encaminadas a reducir el valor de los pedidos para ajustar la oferta y la demanda, ya que “si se les ha declarado esenciales, es esencial que tengan derechos y se les reconozca como trabajadores y trabajadoras”. Desde las organizaciones locales de riders, como en Valencia, Madrid y Barcelona se alentó la organización de estaciones de entrega de elementos de protección y “cajas de resistencia”, para sostener con fondos los gastos en las disputas judiciales y el cuidado de la salud.

En el caso de la Argentina, la “Asociación de Personal de Plataformas” emitió un comunicado en los inicios de la cuarentena, en la misma línea del resto de los reclamos, que planteaba “no queremos ser héroes ni heroínas, queremos elementos de seguridad, licencias y compensación por cuarentena”, frente a los afiches de las empresas con repartidores llevando barbijos. En este sentido, precisamente porque las empresas alentaron la estrategia comercial de “entrega sin contacto” deberían proveer barbijos, alcohol en gel y guantes: “Estamos hablando de trabajadores ultraprecarizados (…) El gobierno de la Ciudad debería haber convocado a todo el circuito de comercio y reparto para que se adopte un protocolo común para la entrega de artículos de primera necesidad; se asista a las plataformas a la compra de barbijos y alcohol a precios razonables; se distribuyan elementos de protección en los comercios; que se les permitan acceder al baño a reparidores para higienizarse”.

Pensemos que estxs trabajadores no están cubiertos por “ningún sistema de riesgo” si se enferman y “mas que en héroes, lxs convierte en un factor de riesgo”. Enfatizando especialmente las medidas de “emergencia” que alcanzan a otrxs trabajadorxs, insisten en que “se aplique el mismo régimen de licencias extraordinarias pagas que se aplica para los trabajadores en general”. Y para el caso de “las mujeres, las madres y las hijas”, que se encuentran bajo un situación de total desprotección.

Hoy, ante el “daño económico”, en muchos países donde se venían imponiendo “paquetazos” con reformas laborales y previsionales, se han acelerado estos procesos.

¿Hacia una nueva normalidad?

Ante el inminente “daño económico” en muchos países se ha implantado la lógica de la guerra, en donde no importa cuantas vidas se pierdan con tal de no frenar la economía, ubicando, una vez más, al mercado en el centro. En mucho países donde se venían imponiendo “paquetazos” con reformas laborales y previsionales, ahora se han acelerado estos procesos. Los casos de Ecuador, Chile y Brasil –con números dramáticos de contagios y muertes- demuestran la desprotección y ausencia de un marco de derechos que alcance al sector de trabajodorxs en general, y de plataformas en particular, pertenecientes a las clases populares racializadas, feminizadas y migrantes. En el caso de la Argentina, para repartidorxs donde la relación laboral se encuentra desdibujada, ¿cómo se harán las evaluaciones de riesgo a quienes están expuestxs a contagios?, ¿cómo lxs alcanza el decreto 367/2020 donde se reconoce a la Covid-19 como una enfermedad profesional?, ¿cómo gestionan una licencia por contagio y por cuidados para un familiar?

¿Qué tiene que ver todo esto con la sostenibilidad de la vida?

El Paro Internacional de Repartidorxs y las movilizaciones en distintas ciudades lograron visibilizar al cuerpo que trabaja y un reconocimiento político importante. Sin embargo, las luchas muestran sus reveses en la habilidad que tienen las empresas para eludir sus compromisos: pueden cerrar y mudarse alegando “problemas financieros” justo cuando el plantel había logrado ser reconocido como trabajadorxs y como sindicalizadxs. La medida que toma Fodoora Delivery Hero en Canadá un día antes del 1º de mayo es parte del ejemplo: frente al reclamo, las empresas bloquean las aplicaciones a sus trabajadorxs, contratan a nuevxs, rebajan las categorías, e imponen sesgos de género en la asignación algorítimica. ¿Cómo es posible pensar las estrategias de lucha en este contexto?, ¿alcanza con hablar de boicot al sistema (de plataformas)? Como investigadoras, ciclistas y militantes feministas, decidimos acompañarlxs en el pedaleo y en la extensión de redes de solidaridad. Un acompañamiento activo, en el que establecemos diálogos sensibles, llevando mensajes, voceos, ideas, demandas. Frente a un recrudecimiento de regímenes necro políticos, nos queda disputar el sentido de esta pandemia y su salida misma: ¿qué cuerpos importan en la “nueva normalidad”?