La prensa internacional anunció la muerte de Naomi Parker Fraley, la mujer que inspiró el famosísimo afiche de 1942 en el que una mujer se arremanga la camisa, levanta el puño y mira desafiante en señal de poder. Nosotras podemos. Rosie -así se llamó después a la imagen, al ícono- se convirtió en emblema de la mujer trabajadora, de la mujer obrera. A los 96 años de edad, en el estado de Washington, NY (Estados Unidos), murió Naomi Parker Fraley. Pero Rosie la remachadora sigue viva en millones de mujeres.
Rosie la remachadora no es una mujer determinada, con nombre y apellido, ni ella sabe quién es. Puede que el afiche se haya inspirado en Rosie Will Monroe, que trabajó remachando los aviones B-52 que se usaron en la Segunda Guerra Mundia. También puede haber sido Geraldine Doyle, que cuarenta años después de que se difundiera la imagen se reconoció entre las páginas de una revista. O tal vez se trate efectivamente de Parker: se descubrió una nota en el revés de una foto de ella, que se supone inspiró el autor. Pero la mujer del pañuelo rojo a lunares anudado en la cabeza, la que nos dijo que nosotras podemos hacer lo que quisiéramos, somos todas. Un ícono sustituye lo que representa por su significación.
¿Cómo se construye un ícono? El pañuelo es símbolo en el universo femenino. Nos pasamos el pañuelo de papel para consentir el impulso de llorar, lo mordemos para aguantar la bronca. Lo usamos verde en las marchas, todos los días en las mochilas, de ese jugo verde que sale entre la rabia y la esperanza de la Campaña por el aborto legal, seguro y gratuito. Negro y palestino para cubrirnos la cara, al viento en un descapotable, de la cabeza a la mano y de la mano al aire que se lleve nuestro perfume a donde quiera ir solitx. Tibio todavía el de Evita, rojo el de Ayse Deniz Karacagil, en las montañas de Turquía combatiendo al ISIS. Blanco y multiplicado en la lucha orgánica, persistente y hermosa de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Rosie no fue una, fue la entrada masiva de la mujer al mercado laboral en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Pero Rosie existía desde antes también, desde que existe la mujer trabajadora, que con la Revolución industrial ocupó un lugar primordial en la producción sobre todo textil. Trabajadoras y organizadas, las mujeres de fines de siglo xix reclamaron contra las 12 horas de trabajo extenuantes y las míseras condiciones laborales. Más de un siglo después de esas primeras acciones existen todavía diferencias y desigualdades de género en el ámbito del trabajo que se traducen en discriminación, explotación, distinto salario por un mismo puesto, precarización y la falta de acceso al empleo de calidad, etc. Por eso este 8 de marzo paramos y nos paramos. Por las Rosies que llevamos dentro, por el pan, por las rosas, por los bombones también pero sobre todo por el trabajo digno.