La noticia sobre la prisión domiciliaria del genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz a pocos días de finalizar el 2017 pareciera ser el corolario de un diciembre pesado. Un represor de la talla de Etchecolatz en su casa, aún cuando se mastican los coletazos de la brutal represión en las inmediaciones del Congreso y la aprobación del proyecto de ley de la reforma previsional que estafa a lxs jubiladxs, son un combo que cuesta digerir. Y eso no es todo: si se comparan las condiciones de detención que tendrá el responsable de crímenes de lesa humanidad con las condiciones en las que está la dirigente social y diputada del Parlasur Milagro Sala—que aún tiene prisión preventiva—el panorama se vuelve espeluznante. La comparación de lxs detenidxs expresa la doble vara de un sistema de administración de justicia que, sabemos, es patriarcal y en esa enunciación también se define racista y clasista.
“Soy presa política de un gobierno que beneficia a genocidas”, dice enojada Milagro Sala, del otro lado del teléfono, en diálogo con LATFEM desde el inmueble de El Carmen. No es para menos: hace media hora tuvo que salir al balcón a saludar al gendarme que la mira desde una garita. También lo hizo a las 13 y a las 8 de la mañana. “Depende del gendarme que toque, el de hoy me hace salir al balcón”, explica. Pero eso es solo una parte de su hostigamiento y una detención con múltiples y arbitrarios condicionamientos. Mientras a ella la vigilan gendarmes, cámaras de seguridad y su familia tiene un estricto régimen de visitas, Etchecolatz quedará pura y exclusivamente a cargo de su esposa. Ni gendarmería, ni cámaras, ni pulsera electrónica, según consta en el escandaloso fallo que emitió el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 6 de la Ciudad de Buenos Aires y le otorgó el beneficio de la prisión domiciliaria. Sólo “en caso de corresponder” se contemplaría una “vigilancia mediante un dispositivo de monitoreo electrónico”.
El ex jefe de la Brigada de Investigaciones de la Policía Bonaerense fue responsable de 21 centros clandestinos de detención durante la última dictadura cívico-militar. Desde 1986, fue condenado en seis expedientes por crímenes de lesa humanidad, incluidas tres cadenas perpetuas por las causas “Etchecolatz”, “Circuito Camps” y “La Cacha”, además de la apropiación de una hija de desaparecidxs. Tiene, a su vez, varios procesos judiciales abiertos.
El pedido de prisión domiciliaria para Etchecolatz fue un reclamo de su abogado por cuestiones de salud. Etchecolatz “tiene 88 años y diversas dolencias” sostiene su letrado. No es la primera vez que alega problemas de salud para sortear las condenas perpetuas que tiene. Problemas de salud que no se evidenciaron cuando escribió en un papelito “Jorge Julio López” mirando a Estela de Carlotto y a otros familiares mientras leían la sentencia del centro clandestino La Cacha. Así que ahora Etchecolatz podrá irse a vivir a su casa de Mar del Plata, en el coqueto bosque de Peralta Ramos y pasar el resto de sus días fuera de la cárcel.
Como contrapartida, en Jujuy, la dirigente social de la Tupac Amaru tuvo que esperar el fallo de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que la justicia local le otorgara el beneficio de la domiciliaria por segunda vez, luego de que la volvieran a llevar de madrugada y descalza al penal del Alto Comedero. Pero no sólo eso. Milagro tiene pulsera electrónica, control de visitas—pueden entrar en horarios restringidos algunas veces por semana y de a cuatro personas—, no pueden ingresar vehículos, tiene cámaras a sus alrededores, y un despliegue de gendarmería desmedido. “Un pequeño Guantánamo jujeño”, dicen desde su entorno.
“Mi compañera Shakira—Mirta Guerrero—está pidiendo la domiciliaria porque fue operada dos veces en menos de seis meses y no puede seguir en el penal, necesita cuidado especial y no se la conceden, y a un genocida sí, este es el país en el que estamos viviendo”, continúa Sala. Guerrero es una de las once presas políticas de la provincia de Jujuy.
“A mí me cambian de una cárcel a otra cárcel, hablan de que los argentinos nos tenemos que acostumbrarnos al orden y no están respetando nada. Fíjate cómo están beneficiando a los genocidas, y a nosotros nos persiguen. Te da mucha indignación”, insiste la “Flaca”.
Mientras que Etchecolatz tiene varias sentencias firmes con la pena de cadena perpetua por delitos de lesa humanidad podrá caminar por su casa del bosque custodiado únicamente por su esposa, Milagro Sala aún no tiene sentencia firme en ninguna de sus causas y vive en una suerte de gran hermano policíaco.
Mientras que Etchecolatz tiene varias sentencias firmes con la pena de cadena perpetua por delitos de lesa humanidad podrá caminar por su casa del bosque custodiado únicamente por su esposa, Milagro Sala aún no tiene sentencia firme en ninguna de sus causas y vive en una suerte de gran hermano policíaco.