Sutilezas en CCK: pequeños pasos artísticos hacia una despenalización sexual

De las cientos de obras de más de 250 artistas que se expusieron en la muestra “Políticas del deseo: para todes, tode” en el CCK, dos nombran a las trabajadoras sexuales. Son pequeños pasos artísticos hacia una despenalización sexual. Nat Streitenberger estuvo ahí y escribió para contarlo. Este texto forma parte del corpus producido en el taller “Reseñas culturales. Contar sin spoilear”, dictado por Dani Pasik en la Redacción Abierta de LatFem.

Frente a las escalinatas del CCK, con el sol sobre sus cabezas, un grito conocido, el de las Madres Víctimas de Trata, que a portavoz apelan a la empatía de los curiosos para pedir donaciones, destinadas a las decenas de caras de mujeres desaparecidas desparramadas en el piso, en condición de explotación sexual.

“El principio de la política es el deseo. Entonces, ¿qué hay acá? El deseo de ser libres, de tener los cuerpos como queremos”, dijo Kekena Corvalán, curadora general de la muestra colectiva, Políticas del deseo: para todes, tode, y agregó: “lo importante es que sea una decisión nuestra.” Su inauguración se realizó en el marco de la semana Nosotras movemos el mundo, dedicada a celebrar el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, organizada por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación junto al Ministerio de Cultura de la Nación, en el edificio Cultural Néstor Kirchner, que invita a pensar una Argentina plurinacional. Además de charlas, talleres y debates, la exposición cuenta con obras de más de 250 profesionales, de las cuales solo dos deciden, entre sutilezas, nombrar a las trabajadoras sexuales: espacios artísticos necesarios para darles voz a las protagonistas y seguir visibilizando su lucha de urgencia social.

Adentro, únicas expresiones artísticas que retratan la diversidad de trincheras feministas: la ola verde y la soberanía de los cuerpos, el deseo como mecanismo de protesta frente a un patriarcado que ya no se aguanta más, cuadros vanguardistas resignificando las variadas identidades disidentes, denuncias de un trabajo no pagado disfrazado de amor, entre tantas temáticas que interpelan a las mujeres hoy.

En una pared del quinto piso, ilegible a simple vista al pasar por la entrada de la sala, un mural rosa chicle se despliega y nos regala un homenaje a las trabajadoras sexuales de la Patagonia de 1920. Cinco mujeres que se negaron a prestar sus servicios al regimiento nacional que acababa de fusilar a más de mil trabajadores que luchaban por condiciones mínimas laborales, tratando a las huelguistas de anarquistas e insurrectos por necesitar un descanso semanal y un lugar limpio para dormir. Este color es uno de tantos a los que le ponen palabras les chiques de Cromoactivismo, para resurgir relatos revolucionarios en su primer libro C(r)osmos.

foto: Gabriela Manzo



El reflejo de una postura que se afirma en esas vivencias, da la mano para repensar hoy a éstas mujeres con poder de decisión, sentires, realidades, convicciones: humanas. Mujeres que se plantan y luchan con sus cuerpos, al igual que todas las asalariadas de los cientos de gremios, por las violencias que sufre toda la clase trabajadora ante los organismos estatales y las instituciones vigilantes que garantizan el control social. 

Frente a ese rosado infinito, muchas mujeres se quedan paradas admirando el lenguaje colorido, escuchando el por qué de esa intervención, empatizando con unas identidades lejanas en el tiempo, pero aún válidas en su afectividad. 

Ésta experiencia se hace eco de otra en 2017, cuando se estrenó en cines comerciales la película Alanis, en donde la directora Anahí Berneri retrata a una madre que elegía cobrar por servicios sexuales para tener más autonomía y poder dedicar más horas al cuidado de su pequeño hijo. La ficción muestra como la policía les prohíbe trabajar en domicilios, el desprecio social que les dificulta hacerse del sustento familiar, la hermandad y el apoyo entre ellas. 

A pesar de que el film no se presentó en todas las cadenas cinematográficas, alegando que consideraban polémico su afiche en donde se mostraba a la protagonista amamantando a su bebé, ayudó a aumentar su exposición las palabras de la protagonista Sofía Gala opinando que ella prefería la situación laboral de Alanis en vez de ser moza. Éste episodio volvió a poner en mesa de debate la lucha de las putas feministas (AMMAR), alzando la bandera de la libertad, que las faculte a decidir cómo ganarse el dinero en un sistema capitalista. 

En el sexto piso de la muestra, en un cuarto semi oscuro de paredes blancas, el Altar Mujeres SXXI #Vidasenlucha, un proyecto colaborativo dirigido por Silvia Barrios con 62 investigaciones de mujeres que dieron su voz por una realidad más justa, se presenta con imágenes transmedia. 

En una de esas cuatro paredes, cuelga una bandera de ojos activistas. Junto a la primera figura femenina en dar un discurso frente a una concentración obrera, Virgina Bolten, y la directora del documental Sexo, dignidad y muerte, Lucrecia Mastrangelo, se halla la protagonista de esa documentada realidad: Sandra Cabrera, ferviente estandarte de la lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales, perteneciente a AMMAR Rosario, cuyo asesinato quedó impune. 

Con los testimonios de las amigas de Sandra, la directora rosarina reconstruye los últimos pasos de su militancia y denuncia la tortura, extorsión, amenazas y maltrato sufrido por las trabajadoras sexuales que se ven arrastradas a la clandestinidad para no ser arrestadas por ser (falsas) víctimas de trata: acción que comete la policía para adueñarse de sus espacios, quedarse con su dinero ganado en los intercambios sexuales y por resistirse a vender droga suministrada por ellos mismos. 

Sandra Cabrera peleaba por un ambiente más seguro para las futuras generaciones que ejercieran la prostitución: ya sea por elección propia o por falta de responsabilidad de un estado que no da opciones a la clase obrera, en general madres solteras o estudiantes, que necesitan una entrada económica realista para pagar sus cuentas. 

La instalación invita a acompañar a las que luchan, siendo parte de una esperanza que se refleja en la exposición de los distintos rostros y hojas de árboles que se entrelazan y caen a los pies de las espectadoras, que se encuentran por fuera del orden patriarcal.

 Mastrángelo anunciaba, con el estreno de su largometraje, que era una deuda pendiente contar esa historia y la gran admiración por una fuerza colectiva que logra organizarse para transformar un entorno estigmatizado. 

Una actitud similar adopta Jimena Barón, al ser repudiada por abolicionistas, al presentar su single “Puta” y comercializar la canción con papelitos que simulaban la oferta sexual a través de un número telefónico. La cantante aprovecha la ocasión para diferenciar la trata del trabajo sexual, apareciendo en una fotografía con la actual dirigente de AMMAR, Georgina Orellano. 

El poder del arte en la política como herramienta revolucionaria sigue prendiendo el fuego de los cuerpos que ya están hartos de ser ignorados, y aquelles que lejos de desoír sus reclamos, se unen y refuerzan un camino con una única meta: la despenalización.