Un censo para saber cómo viven (y sobreviven) travestis y trans

“La revolución de las mariposas” analiza los avances y retrocesos en las demandas del colectivo trava y trans, una década después de “La gesta del nombre propio”. Un estudio en torno a la salud, educación, empleo, violencias, vivienda, participación social y vínculos familiares, que recoge datos estadísticos, voces en primera persona y artículos de diversxs referentes.

“La gesta del nombre propio” fue en 2005 mucho más que el primer censo travesti. Se trató de una manera de empezar a romper el círculo de la invisibilidad oficial: por primera vez se registraba un estado de situación sobre violencias, vivienda, salud y educación del colectivo travesti-trans en la Argentina. Las encargadas de echar luz en ese momento fueron Lohana Berkins, titular de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (Alitt) y la antropóloga Josefina Fernández. Una década después se reabren con fuerza algunos interrogantes, a la hora de poner en común las demandas del activismo trava. Retratar avances, retrocesos, permanencias en materia de salud, educación, empleo, violencias, vivienda, participación social y vínculos familiares. “La Revolución de las Mariposas” es el resultado del diálogo entre las organizaciones y el Estado: la encuesta estuvo a cargo del bachillerato popular trans Mocha Celis y, la arquitectura institucional fue el Programa de Género y Diversidad Sexual del Ministerio Público de la Defensa de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El libro, que se puede descargar aquí, es un instrumento clave y un registro inédito para pensar políticas públicas y demandas pendientes.

En el período entre ambos informes se aprobó la Ley de Identidad de Género en 2012 y falleció Lohana en 2016. Es por eso que “La Revolución de las Mariposas” compara el panorama antes y después de la legislación como punto de inflexión. Y, a la vez, es un homenaje a la referente que está en la tapa del libro con un micrófono en la mano, la boca abierta y rodeada de otrxs en una manifestación. “Sin demora, identidad ¡¡Ahora!!”, grita su chaleco. El libro empieza con un poema que le dedica Alma Fernández a la “mamá trava”.

El censo se conformó a partir de una muestra de 202 personas: 169 travestis y mujeres trans, y 33 hombres trans, residentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Entre marzo y mayo de 2016, dos veces por semana, el Programa de Género y Diversidad Sexual y un equipo de voluntariado de profesionales provenientes de las ciencias sociales capacitaron a lxs alumnxs del Bachillerato Popular Trans Mocha Celis. Diseñaron un cuestionario e idearon estrategias de implementación. La capacitación también apuntó al manejo de programas de datos estadísticos y su procesamiento. Los hoteles, las pensiones y otros espacios de participación social que convocaban a personas trans en Flores, Palermo, Once, Congreso, Almagro, Retiro (Villa Carlos Mujica, ex Villa 31), Caballito, La Boca, Constitución, Villa Crespo, Paternal y Belgrano fueron los lugares que cada pareja de encuestadores recorrió. El trabajo de campo se hizo entre mayo y octubre de 2016.

En general, las estadísticas oficiales aún desglosan encuestas, investigaciones y censos en términos binarios: femenino y masculino. Solo muy pocos estudios ponen atención en la población T. “Esta falta de consideración estadística es particularmente grave en el contexto de aquellos análisis orientados por la perspectiva de género: la división de los seres humanos en hombres o mujeres no solo desconoce la existencia y el valor intrínseco de las identidades trans, sino que las relega, además, al ámbito de lo masculino (tal y como ocurre, por ejemplo, con su inclusión epidemiológica bajo el rótulo de “hombres que tienen sexo con hombres”)”, dice el Informe del Programa para América Latina y el Caribe de la Comisión Internacional de los Derechos Humanos para Gays y Lesbianas, escrito por Mauro Cabral sobre un bosquejo de Johanna Hoffman.

Avances y retrocesos

“Según se trate de mujeres trans/travestis o de hombres trans, el colectivo reúne dos tipos de injusticia: la injusticia socioeconómica, arraigada en la estructura económica política de la sociedad, y la injusticia cultural o simbólica, anclada en los modelos sociales de representación, interpretación y comunicación, expresados, por ejemplo, en la dominación cultural, la falta de reconocimiento y la falta de respeto”, dice el libro en las conclusiones.

Uno de los datos auspiciosos es en relación al eje laboral. En 2005 ninguna de las encuestadas había manifestado tener un empleo formal. En esta oportunidad, el 9% de las encuestadas dijo estar inserta en el mercado formal de trabajo. Es un porcentaje muy bajo pero que evidencia un cambio. La investigación también destaca determinadas políticas de empleo focalizadas en el colectivo trans. A su vez, el 15 por ciento manifestó tareas informales de carácter precario y un 3,6 por ciento, dijo vivir de beneficios provenientes de diversas políticas públicas. Para el resto, más del 70 por ciento, la prostitución sigue siendo la principal fuente de ingresos.

En el libro apuntan a la importancia de diseñar e implementar medidas de acción positiva que permitan remover prácticas discriminatorias por parte del sector empleador, público o privado. Un ejemplo de este tipo de iniciativas lo constituye la Ley 14783, conocida como Ley de Cupo Laboral Trans, aprobada por la Legislatura de Buenos Aires en 2015. Esta ley establece que, con el fin de promover la igualdad real de oportunidades en el empleo público, “una proporción no inferior al uno por ciento (1%) de la totalidad de su personal debe ser ocupado por personas travestis, transexuales y transgénero que reúnan las condiciones de idoneidad para el cargo y establecer reservas de puestos de trabajo a ser exclusivamente ocupados por ella”.

Otro de los avances, comparando los datos de 2005, se registró en el plano educativo. El libro señala: “hoy hay más mujeres trans y travestis que estudian o quieren hacerlo”. Y puntualiza la importancia de la profundización del trabajo en materia de género y diversidad sexual que, desde 2006, desarrolla el Programa Nacional de Educación Sexual Integral.

El control regular que ellas hacen de su salud ha aumentado en aproximadamente 30 puntos en los poco más de los diez años transcurridos desde la publicación de “La gesta del nombre propio” y ha mejorado el tratamiento recibido en las instituciones médicas. Los hombres trans controlan su salud en menor porcentaje que las mujeres trans/travestis y, además, a diferencia de ellas acuden al sistema de salud por razones de tratamiento hormonal.

Sobrevivir

“Nuestra venganza es llegar a ser viejas”, dice el lema de la Campaña #ReconocerEsReparar que sintetiza la propuesta de una ley que establezca un régimen reparatorio para víctimas de violencia institucional por motivos de identidad de género (Proyecto Nº 8124). La iniciativa fue una idea original de Marlene Wayar (Futuro Transgenérico) y es uno de los debates pendientes en el Congreso nacional.

Los envejecimientos y las vejeces en travestis y personas trans es uno de los asuntos más preocupantes que evidencia el libro.

Para el 2015 el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) calculó que la esperanza de vida para las mujeres argentinas era de 80 años y para los varones de 74. Entonces, el promedio para la población era de 77 años. Sin embargo, los datos recabados para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires indican que las mujeres trans y travestis fallecen, en promedio, a los 32 años producto de la violencia y exclusión social, política, económica estructural y sistemática.

Viviendas

En 2005 el 8,8 % vivía en una casa propia. Para 2016 ese porcentaje bajó a 5,9%, según el censo. El año pasado el número de travestis y mujeres trans que vivían en cuartos de alquiler de hoteles, casas particulares, pensiones, departamentos, aumentó respecto a 2005. En ese momento era de 63,7%. Diez años después subió dos puntos. El 3,6 % de las encuestadas dijo estar “en situación de calle”. Actualmente en Argentina el déficit habitacional ronda los 3,5 millones de viviendas, según la última estimación de la Subsecretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda de la Nación. Este conflicto estructural que se ensancha en el país, afecta especialmente a una población discriminada y con pocas posibilidades de acceder al empleo formal.

Activismo

La sanción de la ley marcó un punto de inflexión también en los activismos. Antes de 2012 las que decían participar de alguna organización eran el 31.6% de las encuestadas. Ese porcentaje subió al 68,4% para el último relevamiento.

Violencias

Burlas, insultos seguidos de robos o asaltos, agresiones físicas, abuso sexual: el 74,6% de las mujeres trans y travestis dijo haber sufrido algún tipo de violencia, un número muy alto, aunque menor al registrado en 2005, que fue del 91,9%. Una categoría que se incluyó para esta edición del censo, tuvo que ver con los robos y asaltos: siete de cada diez encuestadas sufrió esta forma de violencia después de una burla o un insulto.

En cuanto a los hombres trans, la escuela aparece como el ámbito en el que más registran situaciones de violencias. El 83,9% de las burlas, insultos, robos, agresiones físicas y abusos las sufrieron en ese lugar.

Respecto a la violencia policial, el 83,8% de las mujeres trans y travestis habló de detenciones ilegales. También recibieron insultos por parte de los funcionarios policiales (69,4%), les exigieron coimas (49,5%), las golpearon (42,3%), les robaron o asaltaron (29,7%), abusaron sexualmente (26,1%) y hasta las torturaron (25.2%).

Mariposas migrantes

El 88,2% de travestis y mujeres trans no son de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y el 25,9% de ellas migró a CABA antes de los 18 años, el 61,5% lo hizo entre los 18 y los 29 años y el 12,6% luego de los 30 años. “Existe una significativa interrelación de los procesos migratorios y la manifestación social de la identidad/expresión de género. Quienes asumieron socialmente su identidad/expresión de género a los 18 años o antes migraron hacia CABA también antes de los 18 años, en mayor porcentaje que quienes la asumieron con 18 años o más. “Cuanto más temprana es la asunción social de la identidad/expresión de género más pronto es el proceso migratorio a la ciudad”, analizan en el libro.

La edad de la autopercepción

El 92,2% de las mujeres trans y travestis encuestadas dijo haberse autopercibido con una identidad de género distinta de la asignada en el nacimiento desde los 13 años o antes. Sin embargo, la mayoría asumió socialmente dicha identidad entre los 14 y los 18 años. La comparación con los datos de 2005 permite observar un aumento en el porcentaje de quienes actualmente asumen socialmente su identidad/expresión de género autopercibida entre los 14 y los 18 años. Este porcentaje fue del 45% en 2005 y de poco más del 54% en 2016. “Este dato habla a las claras de la necesidad de diseñar e implementar políticas hacia las/os niñas/os trans, de darles visibilidad y, sobre todo, de despatologizar la infancia trans”, afirman en la publicación.

Además de estar acompañado por una serie de gráficos que reflejan con claridad los datos cuantitativos, el libro tiene voces en primera persona y artículos de distintxs referentes. Escribieron Say Sacayán, del Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación; Alan Otto Prieto, del colectivo Capicua; Dario Arias, de Conurbanos por la diversidad; Karina Nazábal, diputada del Frente para la Victoria; Alba Rueda, de Mujeres Trans de Argentina; Sebastián Amar, experto en vejeces trans y Emiliano Litardo, de Abosex, entre otrxs activistas y expertxs.