Una canción por la unidad de lxs trabajadorxs

En la liturgia de las movilizaciones populares las canciones suelen estar asociadas a los momentos políticos o, mejor dicho, representan lo que en ese momento esa sociedad o una parte de esa sociedad demanda. Resulta interesante analizar las movilizaciones según los cancioneros a lo largo de la historia. Y hasta podría ser una de las claves para comprender acontecimientos, devenires, medidas políticas, sanciones de leyes y caídas de gobiernos. El listado es infinito y los motivos son múltiples y diversos: hay cantos para manifestarse en contra y los hay también a favor. Hay cantos clásicos de partidos políticos, de universitarios, de movimientos sociales y de derechos humanos.

Durante las manifestaciones que se sostuvieron todo el 18 y 19 de diciembre en las calles, a pesar de la represión, y en los cacerolazos espontáneos que se organizaron en muchísimas esquinas de la ciudad de Buenos Aires -y que terminaron en una masiva manifestación frente Congreso-, el cantito más potente fue: “Unidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode”. Que ese haya sido uno de los cantos principales sorprendió a muchos.

Con el regreso de la democracia, quienes se desilusionaron rápidamente con el presidente Raúl Ricardo Alfonsín tras las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y en medio de los levantamientos carapintada entonaban: “Alfonsín, te quedan dos caminos, unirte con el pueblo o con los asesinos” o “Dicen los radicales somos la vida, somos la paz, pero dejan a todos los milicos en libertad”. El presidente radical no pudo terminar su mandato y tuvo que pactar y entregarle el poder antes de tiempo a su sucesor.

Con Menem y la “fiesta” de las privatizaciones, el cancionero popular hizo especial hincapié en la reforma educativa que arrasó con la educación pública: “Traigan al gorila liberal, para que vea, que este pueblo no cambia de ida, pelea pelea por la educación”; “A ver a ver, quién dirige la batuta, los estudiantes o el gobierno hijo de puta ”; “Menem Menem compadre, la concha de tu madre (sic), nos cagamos de hambre, nos mandás a la yuta, le pegás a los viejos sos un hijo de puta (sic)”; “Con los huesos de Carlitos vamo´a hacer una escalera, para que a la universidad, pueda entrar la clase obrera, ea ea”; “Ay ay ay ay qué bronca que me da, el pueblo está en la Carpa y el gobierno con Yabrán”. El machismo dentro del cancionero popular merece un análisis exhaustivo aparte.

En 2001 nadie puede soslayar los “Piquete y cacerola, la lucha es una sola” y el “Oh, qué se vayan todos, que no quede ni uno solo”. El desenlace de aquellas jornadas de las que por estos días se cumplen 16 años, estaban claramente reflejadas en esas dos canciones. El descreimiento de la política y una “unidad ad hoc” entre la clase baja y la clase media.

Durante la década kirchnerista resulta interesante analizar el giro en torno a quiénes se destinó el foco del cancionero popular. En los piquetes del campo de 2008 resonaba el mentado “si este no es el pueblo, el pueblo dónde está” o “El campo somos todos”. Más adelante, el “Queremos preguntar, queremos preguntar” o “Que devuelvan lo robado”. Pero lo cierto es que en ese momento, el cancionero popular no estuvo en manos de la oposición sino que estuvo focalizado en los enemigos del gobierno. Clarín también fue uno de los destinatarios más elegidos.

Entonces ¿qué nos dicen las canciones? Mucho. Que en los cacerolazos espontáneos contra la reforma previsional de la Alianza Cambiemos el canto que más resonara fuera el de “unidad de los trabajadores” habla de un deseo, un pedido y un camino. Resulta llamativo porque es un canto que suele ejecutarse pura y exclusivamente en las marchas sindicales o por paritarias. Entonces ¿cómo explicamos que la clase media argentina, incluso en los barrios más acomodados cantara eso? ¿Es también una consecuencia del ya emblemático “poné la fecha la puta que lo parió”?  Canto al que las trabajadoras sexuales en alianza con otras feministas respondieron el 19 de octubre de 2016, primer paro de mujeres de la historia de la Argentina, con una bandera enorme que replicaba: “la puta que te paró”

Entonces, ese desesperado grito de unidad como trabajadores tiene que ser una alerta para la clase política pero sobre todo para el movimiento sindical. Y en ese movimiento sindical hay una experiencia novedosa pero potente que no puede ser omitida ni desde el discurso ni la conformación de un frente opositor. Las Mujeres Sindicalistas, un espacio que formalmente tiene dos años de vida y nuclea a las mujeres delegadas dentro de la Corriente Federal de los Trabajadores de la CGT. Pero que sintetiza un acumulado de historia de mujeres sindicalistas difícil de rastrear en el archivo documental pero que existe desde que las mujeres ingresamos al mundo del trabajo. Un espacio que desborda lo formal.

Mujeres Sindicalistas reúne a mujeres de más de veinte sindicatos: un espacio plural, democrático que muchas veces logra la unidad en asuntos que los varones no pueden lograr, incluso entre centrales obreras de distinto extracto como la CTA. Son las mujeres las que logran mancomunarse en solicitadas, marchas, hicieron el primer paro de mujeres en 2016 y un potente paro internacional el último 8 de marzo. A lo largo y a lo ancho del país las Secretarias Generales de gremios no llegan a contarse—literalmente— con los dedos de una mano.  ¿Y si llegó la hora de que eso cambie? También llegó la hora de dejar de ser omitidas en los discursos y en los cánticos: la unidad de las trabajadoras ya la conseguimos y se expresa en las acciones feministas en las calles recién mencionadas, ahora vamos por la unidad de lxs trabajadorxs.