Muchos se preguntan ¿qué quieren los anarquistas? ¿quieren acaso quitar á los ricos lo que poseen para ser ricos ellos a su vez? ¿Por qué dan tanta libertad a sus mujeres? ¿y ellas, quieren tal vez destruir la familia? ¿por qué odian al gobierno? ¿por qué no defienden la patria, “como todo buen hijo”? ¿por qué no abrazan ninguna religión? ¿por qué no cristianan sus hijos? [sic]. Nosotros les contestamos: Los anarquistas no quieren nada; señalan las necesidades que deben satisfacerse, las injusticias que deben suprimirse y las verdades que deben conocerse. Dentro de la evolución que nos ha presentado a nosotros, los anarquistas vamos a reconquistar nuestros derechos; vamos a ser libres de hecho, pues hasta aquí sólo lo hemos sido de dicho, vamos a que se nos reconozca como seres humanos.
No quitaremos a los ricos sus tesoros para ser ricos nosotros, los expropiaremos lo que han acaparado, para que en común todos disfruten del bienestar; odiamos la explotación del hombre por el hombre; nos rebelamos a seguir siendo por más tiempo el burro de carga; y es preciso que nadie viva a nuestras espaldas chupándonos la sangre y negándonos el derecho a la vida; nadie debe vivir sin trabajar; nuestro principio es: de cada uno según sus fuerzas; dése a cada uno según sus necesidades.
Los libertarios dejan en libertad a sus mujeres, porque saben que la mujer libre es la base de la sociedad justa; saben además, que si la mujer no es libre e instruida, no habrá paz en el hogar, pues sus ideas se volverían armas contra de ellos mismos; dejan en libertad a sus mujeres porque son libertarios, porque combaten por la libertad universal, que para conseguirla es necesario empezar por casa; les dejan en libertad de pensar y obrar porque es la única manera de tener mujeres liberales y francas; les dejan en libertad porque miran en ellas un ser, una amiga, una compañera, destinada por la ley de la naturaleza (única ley ante la cual me inclino gustosa) para formar el […] de la niñez. Si buscamos que la […] nueva sea libre, es preciso que sepa liberarse rebelándose; siendo la mujer libre educará sus hijos conscientes de sus derechos y tendrá valor y firmeza para reconquistarlos.
Nosotros, queriendo o sin querer destruiremos la familia, sí, la familia tal como es ahora; la destruiremos porque está basada en la corrupción y en el interés, pero la reconstruiremos más hermosa, basada en el amor espontáneo y no convencional.
Odiamos los gobiernos, porque nos oprimen y nos atan de pies y manos con sus leyes, entregándonos a la burguesía como si fuéramos carneros; y reservándonos el derecho de fusilarnos como a fieras si protestamos.
Odiamos la farsa que llaman patria; porque con ese nombre nos quitan nuestros hijos, para que les sirvan de escalera, a unos y de perros de presa a otros, nos embrutecen por la patria, nos matan por la patria, nos apalean por la patria; y si tenemos la temeridad de rebelarnos, ya sabemos lo que nos espera, bala rasa y sin consideración; jamás entienden el idioma del pueblo; si pedimos justicia o pan, nos dan plomo y cárceles: ¿qué es, pues, la patria? la corre, vé y dile de la burguesía, la ignominia del proletariado; por eso aborrecemos lo que ahora se llama patria, pues la nuestra es el mundo de donde resulta justa nuestra lucha por la Humanidad libre, libérrima.
No abracemos ninguna religión: porque sabemos que son todas ellas, la farsa inventada por los ambiciosos para embrutecernos. Al revés de Voltaire, que creía que la religión es buena para el pueblo ignorante, nosotros creemos porque sabemos que la religión es lo que hace ignorante al pueblo. Amamos la ciencia; que es la verdad: la religión es lo desconocido, la ilusión; por lo tanto somos sus enemigos mortales; la religión, siendo todo misterios, va contra la proclamación de nuestra luz.
Nuestros hijos tendrán la libertad de elegir religión, si alguna les gusta, después de estudiarlas todas, si tienen tiempo que perder. Entonces sabrán a qué atenerse: nos parece un absurdo dar al niño una religión al nacer, cuando no puede protestar; por eso le dejamos libre de prejuicios, dándoles la libertad en nombre de la nuestra. He ahí lo que somos y lo que no somos.
* La Protesta Humana, nº 96, 28 de octubre de 1900. El texto fue recuperado por Laura Fernández Cordero, Agustina Prieto y Pascual Muñoz en Tras los pasos de Virginia Bolten.