Voy con Banini detrás de una ilusión

La selección femenina de fútbol argentina goleó por 4 a 0 a Perú, en el último amistoso antes de volar rumbo al Mundial de Australia-Nueva Zelanda. El conjunto albiceleste dejó estampada en la noche invernal la identidad de juego con la que buscará ganar su primer partido en una Copa del Mundo: ser protagonista.

Fotos: CAMILA RAMENZONI

La selección femenina de fútbol argentina se despidió del país, antes de volar rumbo al Mundial de Australia-Nueva Zelanda, con un 4 a 0 frente a Perú. La localidad de San Nicolás, a orillas del río Paraná, justo en el límite entre la provincia de Buenos Aires y la de Santa Fe, recibió en su estadio inaugurado en 2019, a más de quince mil personas que alentaron al equipo nacional dirigido por Germán Portanova. El conjunto albiceleste dejó estampada en la noche invernal la identidad de juego con la que buscará ganar su primer partido en una Copa del Mundo: ser protagonista.

“Yamila, ¿me regalás tu camiseta o una foto?”

Poco antes de que las jugadoras salgan al campo de juego a hacer el reconocimiento, Gilda suena en los altoparlantes. Un auspiciante de la selección creó una canción para acompañar al equipo usando inteligencia artificial, entonces la voz de la cantante popular entona: “Que no me importa si ganás/ que no me importa si perdés / las sigo a ellas / Estos colores llevo en el corazón / Voy con Banini detrás de una ilusión…”. Y en las tribunas, quienes llegaron de distintas localidades del país —bonaerenses, cordobesas y santafesinas en su mayoría— se suman al canto, se mueven al compás de la cumbia y se sacuden el frío.

Son familias, grupos de amigxs, equipos enteros de fútbol femenino que cuelgan sus banderas en el alambrado. Muchxs niñxs. Olivia tiene once años, es jugadora de fútbol y llegó desde Junín con sus mamás y su hermana. En sus manos sostiene un cartel hecho por ella que dice: “Yamila, ¿me regalás tu camiseta o una foto?”. La misionera, campeona del torneo local con Boca y goleadora de la actual etapa de la selección nacional, es su ídola. A los veinticinco minutos del segundo tiempo, Olivia gritará un gol de su jugadora favorita. Al lado de ella, Carolina, una de sus mamás y directora técnica del equipo de fútbol femenino de Mariano Moreno, se seca las lágrimas. Es la primera vez que ven a la selección en un estadio: “Es muy importante que ellas sepan que pueden ser futbolistas profesionales y estas grosas se lo hicieron saber”. Cuando dice “ellas” mira a la cancha, donde las jugadoras de la selección están haciendo la entrada en calor.

Correa se lee en el dorsal de una camiseta verde loro con el logo del Mundial de Francia. Correa se lee en el dorsal de una camiseta naranja. Correa se lee en el dorsal de una camiseta celeste y blanca. La arquera titular tiene hinchada propia. Entre esas personas están sus hijxs, su novia, su mamá Adriana, que no mira los penales que su hija tiene que atajar, que se pone nerviosa cada vez que su hija juega, que hubiese preferido otro puesto dentro de la cancha para Vanina “porque siendo arquera estás muy expuesta”. Cincuenta personas llegaron desde su Santa Fe natal a despedir a la única jugadora argentina que disputó los tres mundiales en los que participó la selección argentina (2003, 2007 y 2019) y que jugará en Australia-Nueva Zelanda. Vanina, con 39 años, es capitana y uno de los pilares de la columna vertebral del equipo de Portanova, que aporta la experiencia en un conjunto que combina trayectoria y renovación.

Una de las que llega al equipo a aportar juventud y que disputará por primera vez un Mundial es Paulina Gramaglia, que tiene 20 años y acaba de ser campeona de la segunda división de Brasil con Red Bull Bragantino. La delantera —primera jugadora argentina transferida al exterior— es la ídola de Giovanna, una adolescente de quince años, que alienta al equipo junto a su hermana Angelina de doce. Las dos juegan al fútbol en el Unión Fútbol Club Totoras, en Santa Fe. Giovanna como muchas otras chicas tuvo que esperar a que se creara el equipo de fútbol femenino para poder disputar los partidos oficiales regionales porque no la dejaban hacerlo en el equipo de varones. Hoy juega de cinco o de once y su mamá, su papá y su abuelo futbolero también, van a alentarla siempre. 

Cuando termine el partido, Lorena Benítez firmará una por una las camisetas que le acerquen desde detrás del alambrado del estadio. Se sacará fotos y grabará videos dedicados. Ella sabe que las jugadoras de la selección juegan también para que esas pibas que las alientan desde las tribunas, para esas pibas que las ven en vivo por primera vez, para esas pibas a las que todavía no las dejan competir por los puntos en ligas regionales con varones, para que esas pibas puedan soñar con algún día estar ahí, en mitad del campo de juego, vistiendo la celeste y blanca. “En mi casa ya saben que yo quiero ser futbolista profesional y jugar en la selecciòn”, dice Quimey Romero Cardozo, de doce años, con la campera de Boca abrigándola. Juega en el club Somisa, de San Nicolás, y admira a la arquera xeneixe Laurina Oliveros, con quien comparte el puesto. Pero además, ambas comparten saber lo que significa quedarse afuera de un campeonato importante. Quimey se lesionó la mano antes del torneo regional el año pasado y Laurina se perderá el Mundial por una fractura en su dedo. De todas formas, el cuerpo técnico decidió que la arquera viaje como la jugadora número 24 para ser parte del plantel.

La identidad: ser protagonistas

“Desde que asumí queremos ser protagonistas, tener la pelota”, dijo el director técnico argentino Germán Portanova después del partido. En su último encuentro antes de partir al Mundial, el equipo demostró esa idea. Fue superior en todo momento a un rival que se sabía en los papeles inferior. Con Lorena Benítez, suelta delante de la línea defensiva, buscando a Estefanía Banini recostada a la izquierda del mediocampo, la albiceleste generó creatividad y volumen de juego desde los pases por abajo y las asociaciones. Paredes y toques precisos, pases filtrados, centros con destino claro. Artífices de la ofensiva: Bonsegundo, Rodríguez, Ippólito, Larroquette. La nueva delantera de Orlando Pride, que compartirá equipo con la brasileña Marta, abrió el marcador a los 16 minutos del primer tiempo después de una jugada preparada de córner. Bonsegundo, que festejó sus treinta años en medio del partido, dio las asistencias para el segundo y tercer gol, los de Banini y Rodríguez. El segundo llegó tras un pase largo de Cometti que Bonsegundo recibió dentro del área rival y descargó para que la ex 10 del equipo, que hoy lleva la camiseta 22, defina con calma por arriba. La mediocampista campeona con el Atlético de Madrid volvió a ser parte del equipo convocada por el actual técnico después de que Carlos Borrello la dejara afuera tras el Mundial de Francia por reclamar un cambio en la idea de juego. El cuarto gol lo selló Camila Gómez Ares ya en tiempo extra, cuando Portanova había hecho varios cambios en el equipo, para darle rodaje a todas las jugadoras.

A pesar del buen juego, de la contundencia del marcador, de haber jugado la mayoría del tiempo en campo rival, de lo poco que intervino Vanina Correa en el arco, Portanova es cauteloso: “Hemos encontrado la idea que tanto trabajamos pero el contexto es diferente al del Mundial. Intentaremos jugar en Nueva Zelanda de la misma forma aunque nuestras rivales son muy diferentes, con más potencial”. En el horizonte está el debut con Italia, en Auckland el 24 de julio. Después, la albiceleste se enfrentará a una selección que se  caracteriza por su velocidad y su físico, Sudáfrica. Y el último rival del grupo es uno de los candidatos al podio, Suecia, que terminó tercero en el Mundial de Francia 2019. 

“Desde el 2019 hasta ahora, cada jugadora ha mejorado en sus clubes. Realmente nos ayuda que en los clubes se entrene mejor porque nosotras podemos estar en un buen nivel”, dijo Miriam Mayorga, la ex mediocampista de la selección que hoy es parte de la zaga central defensiva. Además de las mejoras en las condiciones de juego de sus clubes, tanto del exterior —donde muchas se fueron a jugar tras el Mundial de Francia— y del país —gracias a la semi profesionalización— Argentina llegará a Nueva Zelanda con mayor preparación que a la Copa del Mundo anterior. Llegará habiendo disputado amistosos en distintas provincias, llegará sin perder los últimos seis partidos y con cuatro semanas de entrenamiento en el predio de Ezeiza. 

“Nos vamos llenos de energía y amor. La gente buscó abrazarnos de distintas maneras”, dijo Portanova en la noche de San Nicolás. Así se irán las jugadoras, en dos grupos, hacia Nueva Zelanda, el domingo 16 y el lunes 17. Todas con una misma ilusión:  ganar su primer partido en un Mundial y conseguir pasar de ronda. Dos cosas que hasta ahora no sucedieron en la historia del fútbol femenino argentino.