Joyce Souza Lopes: “Las mujeres negras no queremos el buen vivir para el futuro, queremos vivir ahora”

Las iniciativas que trabajan para que las mujeres y diversidades jóvenes, afro, indígenas y populares ocupen la política institucional están en campaña política permanente. Forman un territorio de innovación radical de la organización y de la imaginación colectiva. Desde el nordeste de Brasil, Odara, Instituto da Mulher Negra, es una organización feminista negra que trabaja hace más de 15 años para fortalecer la autonomía y garantizar los derechos de las mujeres negras. LatFem se reunió con una de sus integrantes, la antropóloga Joyce Souza Lopes, para conversar sobre el racismo estructural que atraviesa la sociedad brasileña y cómo proyectan la participación política de las mujeres y diversidades afrodescendientes en este contexto. La entrevista forma parte de Movilizadas: iniciativas que impulsan la democracia, un trabajo colectivo de difusión del Mapeo de Iniciativas de apoyo al liderazgo político en América Latina realizado por Better Politics Foundation e Instituto Update en Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México.

Joyce Souza Lopes nació y creció en Curuzú, en Salvador de Bahía, “el barrio más negro fuera de África”, dice rápido y ogullosa. En 2017 adquirió autonomía del barrio Liberdade, una zona a la que llegaron para formar quilombos muchos hombres y mujeres afro desde antes de la abolición de la esclavitud en Brasil, en 1888. Liberdade (y Curuzú) es conocido mundialmente por sus carnavales, para Joyce su barrio son los olores de la casa de su abuela quilombola y la musicalidad del bloco Ilê Aiyê (el primer grupo musical afrobrasileño, conocido por su compromiso antirracista).

Es asistente social, antropóloga y activista de Instituto Odara, una organización de Salvador que lleva 15 años enfrentando las formas de violencia que afectan a las mujeres negras en Brasil, en especial en el nordeste. Entre las canciones que se escuchan en esas calles en las que Joyce creció hay una canción abolicionista que festeja que con el fin de la esclavitud al fin los pretos (negros) pueden ser “doutor, deputado e senador. Un eco de esa melodía llega para traer una pregunta que Odara, como cientos de iniciativas en todo América Latina y el Caribe, tienen en el corazón de sus trabajo: ¿Y las mujeres negras cuándo pueden ser diputadas, senadoras, estar en espacios de toma de decisión? 

En Brasil la población negra asciende al 54%; si hablamos de mujeres negras, representan el 28%. Pero solo el 2% de los cargos legislativos electivos son ocupados por mujeres negras. ¿Qué explicación tiene este desfase? Una combinación de racismo y patriarcado que adquiere tintes muy particulares en Brasil y sobre la que vamos a conversar en esta entrevista que Joyce Souza otorgó a LatFem un día de junio de 2025 en Recife, en el marco de Conecta Latinas, el encuentro organizado por Instituto Update.

—¿Cómo es tu camino hasta que llegas a trabajar en este campo? ¿Cómo se forja tu comprensión de que formas parte de una población racializada?

Soy una mujer negra de piel clara. Y en Brasil hubo una política de Estado para que yo no me entendiera como mujer negra. Durante mucho tiempo se acentuó un proyecto político basado en el mestizaje por el cual cualquier persona de piel clara era blanca o blanqueada. 

Cuando empiezo a racionalizar y a entender esto, hago una inversión y empiezo a pensar que cualquier persona que es fenotípicamente una persona mestiza es, en rigor, una persona negra. 

Cuando llegué a la universidad, me di cuenta de que sabía todas esas canciones que mis otros compañeros y compañeras activistas sabían, que yo también me forjé en este proceso de racialización negra y me entendí en ese lugar, asumí ese lugar, aunque yo fuera de piel clara. Así fue que llegué a comprender cuál era mi lugar y cuál es el lugar de un sujeto mestizo. 

En ese proceso, comencé a señalar que la política de blanqueamiento no funcionaba. Si la idea era que al acceder a otros conocimientos y a otras posibilidades de construcción yo me identificara como una persona blanca, lo que ocurrió es que yo me afirmé y me sumergí más en la construcción de identidad como persona negra.

Joyce en Conecta Latinas.

—¿En qué situación se encuentra Brasil en relación a las políticas raciales? ¿De dónde viene? ¿Cuál es el futuro? 

—Nosotras criticamos la política racial desde los años 50 y decimos que en Brasil no hay democracia racial. La democracia racial es un mito, y esto vale para el movimiento negro como un todo, porque la idea de “democracia racial” es precisamente que no hay racismo en Brasil. Y sí, hay racismo en Brasil.

En los últimos 20, 30 años, hemos condensado la narrativa de que realmente no existe la democracia en Brasil, no existe la democracia racial. Pero, además, no existe ningún tipo de democracia, porque en la democracia todas las personas que componen la sociedad tienen espacio para tomar decisiones, pensar en esta sociedad, construir esta sociedad. Y la sociedad brasileña es clasista, está estructurada sobre la base de la opresión de clase. ¿Quiénes son las personas que están, por ejemplo, en los peores lugares de trabajo? Son negros, son los que cobran menos, son los más vulnerables. Además, de todas las estructuras de opresión, las mujeres negras son las que salen peor paradas.

Cuando pensamos en la clase, en el género, cuando pensamos en la sexualidad, cuando miramos los datos, Brasil es el país que mata a más personas trans y las personas trans que más mueren son personas negras, en particular asociadas con el género femenino. Este es uno de los peores cuadros en Brasil. 

—En relación a la condición racial atravesada por el género, ¿qué procesos políticos están construyendo desde las organizaciones?

—Estamos en un proceso de reflexión sobre cuál es el lugar de las mujeres negras en particular. Estamos pensandonos no sólo desde un lugar de defensa, sino también desde un lugar de cambio y de propuesta.

Creo que el gran hito de hoy es la construcción de la Segunda Marcha Nacional de Mujeres Negras (que acontecerá en noviembre de 2025, en Brasilia). Ese evento pone en la calle toda nuestra acumulación política, que no es necesariamente desde la Primera Marcha Nacional de Mujeres Negras de hace 10 años, sino acumulaciones desde los años 40, 50, y desde la efervescencia del feminismo negro —de los años 80 en adelante en Brasil—.

La democracia que existe es para los blancos, nosotras no experimentamos esta democracia porque estamos en los índices más bajos. Vivienda, salud, educación, alfabetización, acceso al agua, a la electricidad, por ejemplo, derechos básicos. 

También en relación a un aspecto político más directo, por ejemplo a ocupar espacios de decisión. 

Datos del Mapeo de iniciativas de apoyo al liderazgo político en América Latina

—Ante este contexto, que es bastante difícil y hostil, una tiende a ser pesimista; sin embargo, en Odara (y tú desde tu rol como coordinadora de los proyectos de combate a la violencia contra las mujeres negras) están apostando a transformar la política. ¿Cuál es la mirada desde la que piensan las innovaciones? 

—Logramos combinar lo que es ancestral con lo que es futurista, con lo que se adelanta a nuestro tiempo. Solemos utilizar el término “sueños posibles”, lo que nosotros, con nuestra imaginación radical, podemos construir. Esta es la energía de Odara, el axé, que es la energía vital que nos moviliza a pensar de maneras diferentes. 

Todo converge para que seamos pesimistas, para que no creamos en la posibilidad de salir de esta situación, porque todo es tan violento para nuestra población, pero hemos logrado formar una fuerza opositora que también es radicalmente propositiva.

Hemos logrado establecer la alegría entre nosotras. Tenemos un proyecto llamado Ayomide (un término Yoruba que significa que nuestra alegría ha llegado), que es con las niñas negras, es un paso para formar nuevos líderes y continuar nuestro trabajo.

Invertimos en nuestras estrategias de alegría, de sociabilidad, de autocuidado, de autopreservación, de entender hasta qué punto el racismo nos afecta en nuestras relaciones interpersonales y en no permitir que este racismo prevalezca. Entonces, invertimos energía en que vamos a permanecer, vamos a existir y vamos a proponer otra nación para este territorio, que es la idea del buen vivir. 

No queremos el buen vivir para el futuro, no pensamos el buen vivir como un proyecto para la próxima realidad, queremos vivir ahora. En este proceso exigimos la reparación, necesitamos reparaciones para este siglo, en el que hemos sido excluidos, para que podamos lograr la constitución de este proyecto de nación.

Joyce en Conecta Latinas

—¿Podrías caracterizar ese proyecto de nación?

— El buen vivir es el respeto al medio ambiente, el respeto a las personas, el respeto a los modos de producción, a los modos de sociabilidad, a las expresiones religiosas y culturales, que haya realmente respeto por la diversidad.

No estamos diciendo que queremos un proyecto negro para esta nación, estamos diciendo que queremos un proyecto diverso, que cada uno de los pueblos originarios e indígenas pueda imprimir en su sociabilidad lo que ellos ven como la forma ideal de vivir, y también para los blancos, para las mujeres blancas, para los hombres blancos que entienden que es un proyecto posible. Es decir, es un proyecto contrario a lo que se ha puesto en marcha hasta ahora, basado en la colonialidad, que es blanca, que es patriarcal, que es racista, que es homofóbica, que es lesbofóbica y que no abraza la diversidad, ni siquiera el respeto por el medio ambiente

—En este camino, ¿apoyan la candidatura de mujeres negras? ¿Apoyan la participación de las mujeres negras en la política institucional?

—Sí, a través del proyecto Pretas No Poder apoyamos y reforzamos las candidaturas de mujeres negras, especialmente en el nordeste. Trabajamos con formación política y buscando enfrentar la violencia política de raza y de género. Pensamos estrategias para influir en el Estado brasileño, para que pueda garantizar que estas mujeres no sólo cumplan su mandato, sino que estén seguras durante y antes del proceso electoral. Entendemos que la violencia política basada en la raza y el género afecta no sólo a las candidatas parlamentarias, sino a todos los defensores de los derechos humanos. 

Desde el punto de vista jurídico, el aspecto legal, trabajamos en la defensa y en la mejora de la legislación que ya está en vigor en Brasil, y también en el fortalecimiento más directo, con apoyo jurídico, apoyo a la comunicación, apoyo a los cuidados y autocuidados, pensando también en la salud mental de las políticas.

A medida que avanzamos en la discusión sobre la paridad racial y de género, al tener más mujeres en estos espacios de toma de decisiones, también somos capaces de plantear más elementos para el proyecto nacional. 

Creo que es importante subrayar que no nos basta con ser una mujer negra cualquiera, hemos apostado por las mujeres negras que están realmente aliadas a este proyecto de nación que es el buen vivir, que entienden cuáles son los puntos no negociables de nuestra agenda, porque sabemos que la política institucionalizada es un lugar de negociación, pero necesitamos tener ahí claros cuáles son los puntos que no serán negociados.

Datos del Mapeo de iniciativas de apoyo al liderazgo político en América Latina

—En los últimos años vemos un crecimiento de los proyectos conservadores muy regresivos en términos de derechos, en Brasil son muy fuertes, incluso han sido gobierno con Jair Bolsonaro. ¿Qué impacto tiene la subjetividad neofascista, tan racista, en la subjetividad de las mujeres negras y en su posibilidad de imaginarse como sujetas con poder o en el poder?

—Hay un impacto directo, porque el conservadurismo y el fascismo tienen un mecanismo que nos afecta en nuestro talón de Aquiles, que es el miedo. Hay una política del miedo que ellos inculcan entre nosotras. Entonces, si con la marcha de 2015 pusimos en las calles que es posible que una chica quilombola se presente como candidata en su municipio en el interior de Bahía, cuando llega el proyecto ultraconservador, esas mismas chicas tienen un miedo legítimo a la violencia. 

El conservadurismo avanzó incluso en las comunidades de estas mujeres, desde el aspecto religioso en particular, con la ocupación de las iglesias como aliadas de este proyecto ultraconservador.

De hecho, es un momento histórico en el que la gente no puede utilizar elementos de su identidad cultural. Eso cambia la forma de vivir de las personas en territorios que son tradicionales y seculares, como en el campo, pensando en las comunidades quilombolas, por ejemplo. 

Cuando pensamos en la capital, y en regiones más urbanizadas, eso también ocurre de diferentes maneras. Vemos el efecto del miedo, empezamos a oír a varias parlamentarias que se han presentado a las elecciones, que han experimentado un mandato, pero hoy dicen no quiero más, no me voy a presentar más a las elecciones. Son secuelas de la violencia que han sufrido.

En cierta medida, muchas de ellas también experimentan esta realidad de violencia dentro de lo que se dice que es un proyecto político de izquierdas. Este es también un punto muy sensible para nosotras. Porque mientras estamos diciendo que esta violencia es reproducida por la derecha, por el conservadurismo, podemos visualizar a este sujeto personalizándolo como un hombre blanco, pero cuando el enemigo está al lado, cuando tienes que tomarte un café con este hombre o con esta mujer (porque muchas mujeres blancas de partidos de derechas también reproducen tipos de violencia política de raza y género contra las mujeres), ¿cómo nos enfrentamos a esto?

Ahí llegamos a preguntarnos ¿realmente el partidismo va a ocuparse de nuestra participación política? ¿De qué partido se trata? En este territorio, en Brasil, en América Latina, de alguna manera, nos estamos poniendo en una posición en la que tal vez esta forma de estructurar la política, que es la partidización, está agotada.

—¿No consideran que hayan logrado avances desde la política institucional?

—Sí, hemos avanzado en términos de garantías básicas cuando tenemos mujeres negras en los espacios de poder. Sabemos que, por ejemplo, la salud integral de la población negra sólo fue garantizada porque hubo una mujer negra que pensó en eso. Que cuando pensamos en que la política de asistencia en Brasil se ha convertido en una referencia para el mundo, eso fue porque había mujeres negras allí. Y, luego, solemos decir que suelen ser las mujeres negras las que hacen que los partidos de izquierda se muevan más a la izquierda. Es cuando las mujeres negras ocupan espacios, y no sólo como mujeres en el parlamento, sino mujeres que ocupan puestos en secretarías ejecutivas, ministerios, lo que sea. 

Para volver a la cuestión del miedo, necesitamos crear una narrativa, creo que la comunicación es muy estratégica en este sentido, necesitamos volver atrás y pensar que las redes sociales no son suficientes. Las radios comunitarias que están en las comunidades pueden ser una contrafuerza en este sentido. Se trata de estar en la vida cotidiana de estas personas. A quién elegimos tiene que ver con que nuestros hijos vayan o no a la escuela, con que tengan o no acceso a la sanidad. Y creo que este es también uno de los grandes retos para nosotros en el mundo contemporáneo, que, al final, la política es la vida cotidiana. 

Esta entrevista forma parte de Movilizadas: iniciativas que impulsan la democracia, un trabajo colectivo de difusión del Mapeo de Iniciativas de apoyo al liderazgo político en América Latina realizado por Better Politics Foundation e Instituto Update en Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México.
Accedé al reporte del mapeo en https://www.institutoupdate.org.br/mapeo