
“Algo tenía que hacer, el activismo es una necesidad para mí”, dice Mikaelah Drullard. Está sentada con aplomo en el lobby de un hotel en Recife. Tiene la pesadez de alguien que ya se reconoce sin nada que perder. Hace 12 años, a sus 20, se fugó de Dominicana, huyendo de la violencia, y llegó a un México patriarcal y colonial pero también zapatista. Allí se licenció en Relaciones Internacionales, y desarrolló una intensa trayectoria en el ámbito social y político, combinando el periodismo, la educación popular y la escritura como formas de intervención. “Soy una agitadora”, resume. El ojo colonial la escruta frente a su cara, pero ella muestra sus uñas esmaltadas, adornadas con piedritas, y responde con afonía amenazante que ya se cansó de ver pasar el desprecio y que es hora de organizarse y responder.
AFROntera Cimarrona nació en México en 2020, en plena pandemia, cuando la violencia policial y el racismo hacia personas migrantes y racializadas se hizo más visible. En ese contexto, Mikaelah reunió a un grupo de personas para hablar en voz alta sobre lo que nadie nombraba: el racismo cotidiano en México.
AFROntera cuestiona la lógica del castigo que sostiene “cierto feminismo liberal de Estado” —explica Mikaelah—, y promueve espacios de formación política. El asesinato de George Floyd en Estados Unidos también impactó como un llamado urgente. Así nació el colectivo que desde entonces acompaña a personas privadas de su libertad y trabaja en la intersección entre racismo, brutalidad policial y sistema carcelario, como en el caso de Kenia Hernández, mujer indígena amuzga criminalizada por su activismo.
Mikaelah es coordinadora de la organización y también está al frente de los podcasts Café Marika y Pájaro Negro, espacios de reflexión política antirracista y crítica decolonial. Además de su activismo, trabaja como consultora. Tiene más de una década de experiencia en organizaciones de derechos humanos.
También es escritora: publicó en medios como Volcánicas y Afroféminas, y ha participado en libros colectivos como Aquelarre de Negras y ¡Pájaros, Lesbianas y Queers, a volar!. En su obra más reciente, El feminismo ya fue, cuestiona los límites del feminismo blanco y hegemónico, denunciando cómo las narrativas dominantes perpetúan exclusiones y jerarquías. En esta entrevista, conversamos con ella sobre disidencia, democracia, representación y la urgencia de imaginar futuros radicalmente otros.
¿Cuándo comenzás a reconocerte como esta escritora activista que sos hoy?
Yo nunca me propuse ser escritora. Escribo por urgencia porque las travestis lamentablemente no siempre llegan a viejas. Lo que yo tengo que escribir lo tengo que escribir ahorita. No tengo los tiempos de la academia. Escucho a personas escritoras que tardaron 5 años, 7 años en escribir un libro. Y yo siento que las personas trans travestis no tenemos ese privilegio.
Para mí la justicia racial, la justicia antipatriarcal, la justicia anticolonial son una necesidad política. Me da mucha rabia la gente conservadora. El pensamiento conservador sabe que hay diferencias y violencias concretas, pero defienden el status quo de las cosas, se sienten cómodas con que las cosas funcionen así.
Y hay otros sujetos que dicen “eso no está bien, eso tiene que cambiar.”
Yo siento que las terfas (feministas trans excluyentes) son sujetos que defienden el mundo tal y como está, que no quieren ningún tipo de cambio. Cuando hablan del borrado (de mujeres) hablan como si fuéramos el 50% de la población. Al final están empoderando y dando visibilidad a ese colectivo que tanto les molesta.
¿Cómo pensás la política en este contexto? ¿Cuál es la concepción de la política institucional que tenés?
El Estado no se transforma, el Estado no se descoloniza, el Estado es patriarcal y colonial por definición.
El Estado se tiene que preservar, no se puede autodestruir. Cuando una llega, no llega a descolonizar, llega a formar parte de eso.
La política pública no es transformadora. Para que el Estado funcione de una manera distinta, tendría que desaparecer.
Por ejemplo, con la política pública la gente trans puede ir a la universidad, hay un cupo laboral, tiene un empleo, tiene otras opciones, pero eso no es transformador. Se pueden hacer gestos, cositas, que tengan un impacto directo: acceso a medicamentos, VIH, acceso al aborto, pero no es transformador. Nunca en el Estado hay una política transformadora.
Cuando una dice “voy a habitar el Estado para ser super empoderada, independiente. Esto va a ser una revolución, aquí cabemos todas”… yo creo que no caben todas, en el capitalismo nunca vamos a caber todas.
En relación a las personas indígenas y afro y su relación con la política institucional, ¿qué diagnóstico hacés de la situación en México?
Cuando México se independizó, más del 50% de la población era indígena, hoy es el 10%. El proyecto de Estado es un proyecto de blanquitud.
Entonces, yo lo que opino es que hay estados que son regímenes fascistas y autoritarios y hay otros que no lo son, pero que siguen siendo estados que funcionan en la lógica de la política global, siguen siendo espacios coloniales.
Un ejemplo es lo que pasa con el genocidio en Palestina: el imperialismo es tan tenaz que México y cualquier otro país del mundo está subyugado a los designios de Europa occidental y Estados Unidos. El genocidio es permisible porque las grandes potencias del mundo, que fundaron Naciones Unidas, dijeron “aquí no aplica el derecho internacional” y el genocidio va a continuar hasta que a ellos les dé la gana.
Entonces, no somos independientes, somos completamente dependientes de la colonialidad global.

Hay una perspectiva política que nos impulsa a pensar en la refundación de las democracias y a proyectar un futuro desde la esperanza y en la conexión, apostando a que es posible una transformación. ¿Qué reacción te provoca esta perspectiva?
Es un marco liberal, un marco liberal territorializado por la política de la identidad.
Francia Márquez (vicepresidenta de Colombia) ha sido una gran defensora territorial. Pero ha sido un gran error político.
¿Por qué?
Primero, no ha hecho nada; y, segundo, Francia Márquez invitó a Meghan (Markle), la duquesa inglesa, porque vio en Netflix un documental de Meghan y dijo Ay, pobrecita, ha sufrido mucho racismo. Luego fue a Estados Unidos, a Harvard, y llamo a votar a Kamala Harris, y ninguna denunció el genocidio.
Es decir: el Estado despotencia toda la fuerza revolucionaria que puedas tener cuando estás allá adentro.
Quienes intentan entrar al Estado no están cuestionando cómo se ha construido ese poder, que es militarista, que es punitivo, que es genocida, que es colonial, que es patriarcal, etcétera. Y dicen, “aquí faltan mujeres y disidencias. Vamos a meter a mujeres y disidencias”. Pero eso no garantiza nada.
En lugar de intentar pertenecer al Estado, deberíamos estar pensando cómo movilizarnos. Deberíamos estar pensando cómo vamos a desestructurar ese poder. Porque pertenecer no se traduce necesariamente en cambio ni en transformación. O sea, tener a personas LGBT en el poder no se traduce en que sean personas antiimperialistas.
Las políticas públicas en ese sentido son tan débiles que siempre están sujetas a tambalear. La lógica de los derechos son concesiones momentáneas porque siempre la derecha puede llegar.
| El estado de la representación política en México El sistema electoral mexicano considera la implementación de acciones afirmativas desde el proceso electoral 2018 para promover la participación de grupos en situación de vulnerabilidad. Derivado del proceso electoral 2023-2024, 79 escaños de las cámaras de Diputados y Senadores son ocupados por personas pertenecientes a estos sectores, como se describe a continuación: 43 diputadas y 7 senadoras indígenas, 5 diputadas y 7 senadoras afromexicanas, 6 diputadas y 2 senadoras migrantes, 5 diputadas y 3 senadoras de diversidades sexuales, y 9 diputadas con discapacidad. El 2 de junio de 2024, México vivió una jornada electoral histórica, por primera vez en 200 años de independencia, Claudia Sheinbaum Pardo, una mujer, ganó las elecciones presidenciales con el 59.76% de la votación total emitida. También en este proceso resultaron electas 4 gobernadoras: Clara Brugada Molina en la Ciudad de México (capital del país), Margarita González Saravia en Morelos, Libia García Muñoz Ledo en Guanajuato y Rocío Nahle García en Veracruz. Fuente: Mapeo de iniciativas de apoyo al liderazgo político en América Latina |

Sos muy crítica con el paradigma identitario y con la participación estatal, ¿qué estrategia sí te despierta entusiasmo?
Tenemos que imaginar un mundo donde ser de derecha no sea posible. Porque es fascismo total. El nazismo se está poniendo de moda de nuevo. Ya no da vergüenza ser nazi. Ya no da vergüenza ser fachista.
Yo creo que para superar esto tenemos que radicalizarnos un poco. Pienso en el movimiento zapatista. La gente que realmente ha aspirado al Estado, pero es lo suficientemente radical, no llega. Angela Davis en su momento (la activista afroamericana fue candidata a vicepresidenta de EEUU en 1984), Marichuy (María de Jesús Patricio, primera candidata indígena a la presidencia) en México, no llegó. Porque sus propuestas eran radicales, antimilitaristas. Si Marichuy llegaba iba a desbaratar esta mierda. Una crisis total.
Quien llega al poder, ya pactó con todo. Porque en los partidos políticos se dicta qué dices y que no, a menos que ya seas una persona con poder, relevante.
¿Y qué pasa con los partidos de izquierdas?
Acá hay que pensar también nuestras izquierdas tan patriarcales, tan racistas, tan blancas, tan no izquierdas.
Por ejemplo, Claudia (Sheinbaum, presidenta de México) es un gobierno con una conciencia “muy social” (acentúa las comillas) y es económicamente neoliberal. Se reúne con empresarios y nunca ha recibido a las madres buscadoras en un país con más de cien mil personas desaparecidas. Claudia se puede considerar como un ejemplo de empoderamiento feminista en sus términos más clásicos. Se nombra feminista. No es facha, pero mira todo lo que no hace. Eso es lo que hace el Estado, o te amoldas o no vas a estar ahí.
Me parece que luego de algunas experiencias revolucionarias fallidas, en la izquierda latinoamericana, al menos, se aceptó que había que jugar dentro de los marcos del capitalismo, de la democracia y de su institucionalidad.
Sí. Y ese ha sido nuestro error, cuando el feminismo se hizo tan institucional. También muchos movimientos antirracistas, la interseccionalidad se hizo también super institucional. Nos despotenciaron.
Mantenerse en los márgenes es una forma radical de hacer política de oposición. Pensamos que la oposición siempre es entre partidos, pero tenemos movimientos sociales, asamblearios, políticos, que pueden parar el país. Los movimientos sociales pueden paralizar las estructuras y generar un profundo miedo de la movilización social.
Pero esa voluntad de movilización no está, porque claro, ¿cómo vas a estar ahí movilizándote contra tu presidenta feminista, o contra tu presidente negro?
O sea, el fascismo está tan internalizado, lo tenemos tan metido, que la gente siente miedo. Nadie vive con un sueldo mínimo teniendo dos hijos y a pesar de eso salimos y lo hacemos. Pues ese es el nivel de colonialidad interna que nos ha construido y estructurado. Esa misma colonialidad está detrás de la idea de que para resolver la violencia contra las mujeres hay que inventar nuevos delitos o subir penas.
En esta estrategia de movilización, ¿con qué otros actores o sectores sociales imaginas una alianza?
Mira, a nosotras nos invitaron el año pasado a la construcción de una agenda antirracista en México, pero el tema es que la agenda era para el Estado y para trabajar con actores estatales y nosotras no participamos.
Yo en algún momento dije “me lanzo a diputada.” Porque hay muchas terfas, por ejemplo, en el Congreso, hay terfas de la derecha mexicana y dicen una serie de barbaridades y sería bueno tener a alguien ahí para que les recuerde que todo lo que están haciendo es inconstitucional. Que está mal.
Muchas queremos que hagas eso. Estaría buenísimo tenerte en el Congreso. Yo creo que ganarías pero te resulta contradictorio…
Sí, es muy fuerte, porque tienes que hacer digerible y masticable lo radical. Incluso dentro del partido, antes de llegar al Congreso. Entonces ya eso nos está hablando de un error de la democracia, de la libertad, de la defensa de los derechos humanos, en fin.

| PRIORIDADES DE ACTUACIÓN PARA EL ECOSISTEMA EN EL FUTURO PRÓXIMO El Mapeo de Iniciativas de apoyo al liderazgo político en América Latina ha revelado tanto avances importantes como brechas persistentes en la participación política de las mujeres y personas LBTTIQ en América Latina y propone una serie de recomendaciones concretas: * Formación política * Combate a la violencia política * Financiamiento equitativo * Implementación de enfoques interseccionales Fuente: Mapeo de iniciativas de apoyo al liderazgo político en América Latina |
Tu último libro se llama El feminismo ya fue, ¿cuál es el núcleo de esa idea de que feminismo ya fue?
Yo vengo de un proceso muy doloroso con el feminismo. El feminismo puede ser muy violento con subjetividades que no son el cuerpo hegemónico del feminismo, que es una mujer cis y un cuerpo leído como cis. Cuando digo que el feminismo ya fue hablo desde ese cansancio.
La primera premisa del libro tiene que ver con el origen del feminismo como un movimiento blanco de mujeres racistas. Y con la idea de que todos los otros feminismos tratan de remendar los problemas del feminismo original, hacerlo antirracista, que quepan otras, etcétera. Desde que tú comienzas a explicar el feminismo negro, ya tú estás haciendo el contrarrelato al feminismo blanco.
Entonces, parece que estamos atadas a la genealogía feminista blanca. O sea, que yo no puedo hablar sin mi antecesora Simone de Beauvoir. Y mira que ella no era facha como hoy tenemos a las terfas. O sea, que yo no puedo hablar sin las sufragistas, porque es la genealogía. Y por más apellidos que yo le ponga, no puedo borrar esa genealogía.
Entonces, decir que “el feminismo ya fue” es una forma de descolonizar mi pensamiento, de desengancharme, de hablar desde otro lugar que no tenga que ver con eso, hacer que lo antipatriarcal no sea sinónimo de feminismo, sino pensar el patriarcado como un problema colonial.
Yo ubico la violencia basada en género y etcétera, etcétera, como problemas que se desprenden de la colonialidad y no como el marco teórico del feminismo, que es que el patriarcado es un sistema de opresión universal.
También cuando digo que ya fue, es una forma de disputar el relato y de negarme a compartir la mesa con muchas mujeres blancas racistas que son feministas.
Cuando vos decís el feminismo ya fue, estás convocando a las feministas a que te digamos No, un momento, disculpe, no nos fuimos a ningún lado, estamos acá, más en un momento de ataque a la perspectiva feminista.
Es una provocación, yo soy agitadora. Pero también es una forma de sentir, hay muchas mujeres, disidencias, hombres, etcétera, que se sienten incómodas con el feminismo y no es porque sean machistas y sean malas personas.
Entonces, es una manera de decir: yo soy profundamente antipatriarcal, antirracista, sin que necesariamente yo sea feminista. Es que el feminismo es una teoría colonizante también, si el feminismo hubiera nacido en África no funcionaba, no llegaba tan lejos.

| Esta entrevista forma parte de Movilizadas: iniciativas que impulsan la democracia, un trabajo colectivo de difusión del Mapeo de Iniciativas de apoyo al liderazgo político en América Latina realizado por Better Politics Foundation e Instituto Update en Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México. |