Fotos: Calypso Joyeux
Se acaba la hora de la siesta y ellas sacan las reposeras a la vereda, son cuatro doñas que comentan lo que está a punto de pasar en la ciudad de Corrientes: “vienen a marchar” dice una que alardea de tener la posta. Es lo que pasa cada vez que en una ciudad se hace el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries, hay quienes ya saben que la normalidad se altera pero la curiosidad por saber de qué se trata atrapa a cualquiera: están quienes ponen el ojo en las paredes pintadas y el “vandalismo”, quienes aprovechan para hacer una diferencia comercial y quienes observan cómo durante tres días el paisaje litoraleño se mezcla con un hecho político histórico que tiene casi 40 años y que tal vez atraviesa el desafío más grande de su historia: estar a la altura de una época de avanzada fascista local e internacional.
El horizonte es la ciudad de Córdoba para el 2026, fue la sede elegida y hubo controversia por el modo en que fue definida y porque del otro lado estaba la ciudad de Buenos Aires, con el fuerte argumento de que es necesario que el próximo encuentro sea masivo y se produzca en la capital del país gobernado por la ultraderecha y que eso permita medir la fuerza de un movimiento que se planta como oposición al gobierno. Aún así las preguntas que circularon este fin de semana no solo tienen que ver con temas urgentes que atraviesan la agenda feminista -precarización de la vida, cuidados, reforma laboral, endeudamiento, derecho al aborto- sino con una pregunta clave sobre el Encuentro ¿Dónde radica la potencia de un hecho político que se repite en Argentina desde hace 40 años?
Como un atractivo nuevo y momentáneo de la ciudad lo cierto es que el Encuentro modifica el olor del territorio donde se instala, el aire se llena de gestos de compañerismo y camaradería, mirar a les otres y encontrar lo común. Tierra de carnaval, río y resguardo del santuario del Gauchito Gil; frontera y chamamé, de parajes, tortilla y sopa paraguaya eso es Corrientes y también el lugar hacia el cual un año atrás el país entero viró la mirada: un niño llamado Loan Peña había desaparecido. Las fotos de su carita fueron sostenidas en la apertura del Encuentro: “Este dolor trajo el Encuentro a esta provincia”, dijeron desde el escenario para no perder de vista la relevancia que tiene el caso, las madres que piden su aparición con vida se juntan en la Plaza Mitre los días 13 del mes. Minutos más tarde se leyó un extenso documento, rituales que tal vez haya que revisar porque se vuelven monocordes, más atentos a complacer demandas que generar discusiones.

La palabra de las históricas
“Los Encuentros son un lugar fundamental para la lucha contra las derechas y contra el mileismo”, dice Celina Rodríguez, referente del Frente Popular Dario Santillán Corriente Plurinacional y feminista del Abya Yala y parte de la Comisión Organizadora del Encuentro que se hizo en la Ciudad de La Plata en 2001. Para ella el número de personas que llegan a la ciudad no es lo más relevante, lo dice a propósito del asunto de la masividad que suele utilizarse como parámetro para definir la potencia de cada edición. Su aclaración está vinculada a que debido a la crisis económica en los últimos años la participación sin duda disminuyó. “Yo quiero destacar la participación de las personas travestis trans y relacionar eso con la marcha del orgullo antifacista y antirracista que sucedió el 1 de febrero de este año y que se replicó en muchos lugares del país, esa marcha sucedió tan articuladamente porque existen los Encuentros y porque cada vez vienen más personas de la diversidad sexual”, cuenta en diálogo con Latfem.
Lo que explica Celina se pudo ver en algunos de los talleres del eje de Organización Política que puso el foco en los modos de intervención que hay disponibles y que pueden ser imaginados desde los transfeminismos: “Año a año hay nuevas camadas de jóvenes que vienen a formar parte, a veces con inexperiencia pero con muchas ganas y eso produce un cruce bien interesante entre las viejas que formamos parte de las organizaciones del principio y las que vienen”.
María Julia Constant fue parte de la Comisión Organizadora del Encuentro en la Ciudad de La Plata en 2019, un momento clave porque se produjo el cambio de nombre, pasó de ser “nacional” y “de mujeres” a Plurinacional y a nombrar todas las identidades que históricamente lo componen. María Julia participó de la Asamblea de Abya Yala, un llamamiento al internacionalismo y a discutir políticas guiadas por mujeres originarias.

El poder de lo colectivo
El soporte sobre el que se construyeron los Encuentros a lo largo de estos años es el modo de hacer colectivamente, según Maria Julia Constant “podés venir con una organización más grande o con el aparato, pero también podés venir con amigas. A los encuentros le ponemos energía, le ponemos ganas, le ponemos bronca, son espacios de disputa y ahí está la riqueza”, dice. Y agrega: “lo que se busca es seguir construyendo esa red que son los Encuentros e ir contra esta avanzada neoliberal, ya sabemos que después del 10 de diciembre va a haber muchas diputadas y diputados libertarios y posiblemente tengan mayoría en el Congreso, ya nos están avisando contra las cosas con las que quieren ir”. Su advertencia tiene sentido porque inmediatamente surge la pregunta ¿Qué se puede hacer en los Encuentros contra esta avanzada?
Lo que dice Maria Julia tiene que ver con la agenda libertaria en el Congreso, si bien la derogación de la Ley del aborto ya fue mencionada por el ideólogo libertario Agustín Laje, para ella el gobierno de Milei debe cumplir con las demandas que vienen de Estados Unidos a partir de los vínculos que extendió con el gobierno de Donald Trump: “La asamblea de Abya Yala en la que yo siempre participo es el internacionalismo dentro del Encuentro y vemos como ante determinadas cosas no tenemos fronteras y esto nos fortalece, porque lo que estamos viviendo en Argentina esta pasando en otros países”. Lo dice cuando esta por comenzar la asamblea en la Plaza Camba Cuá debajo de un lapacho que enmarca la ceremonia inicial. Están las mapuches, las quechuas, las guaraníes y las del territorio aymara que se concentran alrededor del fuego para pedir permiso a las ancestras y dar inicio a la asamblea.

El antifascismo al frente
“El fascismo se manifiesta en nuestras vidas cotidianas, en la precarización del tiempo, la vida y el trabajo, la falta de acceso a medicamentos y alimentos de calidad”, son las primeras líneas que anota una de las participantes en el taller de antifascismo, inaugurado en Bariloche en 2023 cuando todavía no había asumido Javier Milei. El taller -que desborda- es una articulación federal que se viene sosteniendo en estos dos años y que tambien fue activado el 1 de febrero en la Marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista que tuvo una masiva convocatoria en la Ciudad de Buenos Aires pero que se extendió a muchos lugares del país.
Camila está en el taller de antifascismo tiene flequillo como se suele decir que tienen la feministas, se dice a sí misma “blanquita” y expone una fragilidad muy propia de la época: “Yo toda blanquita como soy, una chica joven que estoy buscando una referencia y siento que ninguna referente viene, me toma la mano y me invita a militar. Entonces necesitamos referentes, yo las necesito”. Sus palabras, aunque en apariencia débiles, suenan muy fuertes en el salón, tal vez ella sea una de las jóvenes que nombra Celina, las que vienen a buscar al Encuentro eso que a veces es difícil nombrar.


El peso de la calle
La marcha de cierre del Encuentro recorrió la ribera del Paraná a lo largo de 20 cuadras, agrupaciones feministas, sindicatos, partidos políticos armaron una columna que parecía dar coletazos a la vera del río.
“Milei habló en Davos y el 1 de febrero tenías un millón de personas en la calle”, dice Maria Julia para alertar sobre el peso que tiene salir a la calle. Para ella son procesos que se van cocinando y que cuando hay que salir, las articulaciones para hacerlo están listas: “Es un proceso lento”, dice ella que participa de los Encuentros desde 2009, cuando la sede fue Tucumán.
“Yo quería que todo lo bueno que me había pasado también les pasara a mis compañeras trans”, cuenta Maru Sobero un rato antes de que comience la Marcha contra los Travesticidios, Transfemicidios y Lesbicidios. Maru es de Curuzú Cuatiá, una ciudad de Corrientes con 44 mil habitantes, en donde creció en una familia de catorce hermanos. Cuando su mamá y sus papá se separaron ella fue a vivir con el padre que dice “la aceptó como era”. Fue la primera chica trans de su ciudad en obtener el DNI en 2016, ella sí fue invitada en ese momento a militar y en ese derrotero impulsó la primera marcha del orgullo en su ciudad. Su biografía en esa pequeña ciudad es bien corpulenta: cuando se aprobó la ley de cupo laboral trans a nivel nacional ella y un grupo de militantes presentaron el proyecto al Concejo Deliberante y se aprobó.


Celina ve una lógica más estática a nivel general que se metió en el Encuentro: “Esperar, ver, argumentar que no están dadas las condiciones”, dice a propósito de la discusión sobre la sede. “Hay que ir a los lugares donde está el centro del conflicto, y en este momento eso está en el Congreso y la Plaza de Mayo, entonces el Encuentro puede motorizar una campaña contra la ultraderecha concentrada en el gobierno sin pensarse desde una perspectiva institucional porque justamente es lo que no es”.
Su planteo deja ver la pregunta sobre el desacato que hay en el corazón de este movimiento, que busca -a veces con más éxito a veces con menos- hacer eso mismo que provoca en las ciudades en donde se planta: trastocar la normalidad y apelar a esa combinación entre una historia y un presente que exige mucho más que un documento.