Fotos: Gentileza producción La mujer de la fila
Todo es tiempo y tiempo es lo que no hay, lo que se escurre. Hay que tener tiempo, hacer tiempo, aprovechar el tiempo, sacarle el jugo, hacer siempre y en todo momento dos cosas. Hacer milanesas mientras revisa la tarea de la hija más chica, hacer fila y pedir un turno médico, llegar al trabajo y no faltar al juzgado. La vida de las cuidadoras es multiplicar para sostener.
La mujer de la fila es la nueva película de Benjamín Ávila, quien vuelve a convocar a Natalia Oreiro. Trabajar juntos es un lujo cuya insistencia celebramos. La película trae a la pantalla vidas poco conocidas y menos imaginadas, las de las personas que tienen un familiar en prisión. Cuenta la historia de Andrea, una mujer viuda de clase media que, de un día para el otro, ve a su hijo adolescente detenido injustamente. Su ingreso al mundo penitenciario es brutal: significa encontrarse con la burocracia judicial, el maltrato institucional y la sospecha sobre sí misma, el cuestionamiento de su rol como madre. Andrea no pertenece a ese mundo y su condición de extranjera, su mirada nueva, extrañada, habilita a la película a mostrar la violencia del sistema carcelario.
Su extranjería también trae preguntas. Tras un aprendizaje acelerado de las dinámicas disciplinarias de la cárcel, no sólo adentro sino también para las familiares, Andrea conoce una generosidad que sirve para sobrevivir. En las filas siempre demoradas, con requisas vejatorias, con malos tratos y humillaciones, comienza a anudar relaciones solidarias, fuertes, con otras mujeres que están en la misma. La mujer de la fila puede verse como una novela de iniciación. Si la mirada de Andrea carga al comienzo con algún prejuicio social, la vergüenza como una mancha a tapar, se transforma muy pronto. Le pasó a ella, ¿quién puede decir que no le va a pasar? De ahí a afirmarse en las otras mujeres de la fila hay apenas un paso y, de ahí a la organización, apenas un trecho más. Lo que comienza como un recorrido solitario, se convierte en un camino compartido.
En la fila hay otras mujeres, madres, parejas, hermanas, hijas. Una de ellas, La Veintidós, interpretada por la extraordinaria actriz chilena Amparo Noguera, es quien inicia a Andrea en la gramática de la cárcel, pero quien a su vez también la cuida. Es quien le permite un momento de risa, de desborde, de descanso. La trama se construye alrededor de esos vínculos inesperados que, a pesar de la crudeza que tienen que enfrentar, les permiten sobrellevar la espera y recuperar la dignidad. La fila se transforma en comunidad. Es una película muy luminosa, que nos da la posibilidad de pensar qué es el encierro, qué es la cárcel, qué es el amor. El amor de una madre, el amor de pareja, el amor de las mujeres, el amor de un grupo.

En la filmografía de Benjamín Ávila -o más bien en Infancia clandestina– hay una constante: narrar la vivencia íntima de procesos colectivos. También hay mujeres que contra toda probabilidad de éxito, pero con una voluntad envidiable, sostienen la familia, es decir los vínculos, los rituales, las pedagogías, el amor. Como si en sostener eso se jugara el único triunfo posible. Parece poco, pero no lo es para nada. Significa al menos impedir que la maquinaria de la violencia estatal, en sus distintas formas, rompan lo que nos une. En La mujer de la fila, ese gesto se reitera. La historia de Andrea no es solo la de una madre, es la de miles de mujeres que, en las colas frente a los penales de todo el país, se acompañan entre sí para enfrentar un sistema que parece diseñado para quebrarlas.
“Cuando uno se acerca a la cárcel, y a través de los familiares -dice Ávila a LatFem-, encontrás un universo absolutamente femenino, como también lo fueron las Abuelas de Plaza de Mayo, como también las Madres de Plaza de Mayo, como también son las Madres del Dolor. Son aquellas que pueden atravesar el dolor desde un lugar distinto, desde el lugar de madre, desde el lugar del cobijo, la contención”.
La historia detrás de la película
La mujer de la fila está inspirada en la vida de Andrea Casamento -fundadora de la Asociación de Familiares de Detenidos (ACiFaD) luego de atravesar esta experiencia-, y conecta directamente con la lucha por los derechos humanos en las cárceles. “Cuando conocí la cárcel vi una realidad que me interpeló para siempre”, dice a LatFem Andrea Casamento. “Yo no sabía, y no sé si lo sé ahora, lo que es ser activista, pero sé que hay una realidad que pocos están viendo y que tiene que modificarse. Hay infinidad de cosas que me interpelan, pero a mi esta me tocó vivirla tan de cerca que me marcó”. “Para mí -dice Ávila- es un gran aprendizaje por lo que significa la cárcel, por lo que significa la palabra pena, con lo que significa el estar presente. Es un poco el camino que buscamos con Marcelo Müller, con quien escribí el guión, que el espectador vaya transitando todos sus prejuicios, sabiendo que la película no le va a alimentar ninguno”.
ACiFaD nació por una falta del Estado, principalmente. Estaba Andrea con cuatro compañeras de la fila diciendo entre ellas que seguramente había un espacio de orientación para familiares de detenidxs que no conocían. Entonces empezaron un recorrido por oficinas públicas para pedir orientación. Fueron a la Procuración Penitenciaria de la Nación, preguntaron al Servicio Penitenciario, a la Defensoría General. En todas rebotaban. Finalmente fueron a la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia, porque era lo más lógico: tenía hijos chicos, un hijo adolescente que acababa de salir de la cárcel. Sin duda era un tema de familia, pero tampoco le dieron respuesta. Sin embargo, alguien con muy buen criterio fue honesto en su respuesta y le dijo “Señora, ármese una ONG, porque el Estado no le va a dar eso que necesita”.

Las mujeres de la fila buscaban respuestas muy concretas: un espacio que orientara a las familias sobre los horarios de visita, cómo y dónde tomar el colectivo para ir a la cárcel, qué cosas están permitidas y cuáles no. También, que ese familiar tiene derecho a una asistencia legal. “Yo era un poco más pretenciosa -dice Andrea-, quería un poco más, que me pudieran acompañar con esta angustia, que me ayudaran a pensar lo que podía decir en el trabajo, cómo le podía decir a mis hijos chicos lo que estaba pasando”. Y desde ese momento, preguntando, armando el rompecabezas de todo lo que faltaba, empezaron a organizar ACiFaD.
“Es una película que está tomada desde una investigación muy fuerte, de mucha charla, de lo que es el lado oscuro del lado oscuro”, dice Ávila. “El lado oscuro es el sistema penitenciario y la cárcel que nadie quiere ver y su lado oscuro son los familiares, lo que ellos viven”. Benjamín Ávila decide no mostrar el adentro de la cárcel ni reeditar todas las violencias que imaginamos a partir de construcciones ficcionales previas, sino mostrar las violencias estatales hacia ellas, hacia las familias, hacia lxs niñxs. Si el sentido común social habilita castigos para quienes transgreden la ley -aunque sean ilegales-, tal vez con la película comience a empatizar con esas mujeres que sostienen el adentro. Sin esas mujeres y sus dobles y triples jornadas de trabajo (en su trabajo remunerado, cuidando a sus hijxs y cuidando a la persona presa), los internos no comerían, no tendrían elementos de higiene, no tendrían ropa ni útiles escolares. Son las que sostienen.
Para Andrea, la película “va a hacer más fácil habilitar un diálogo sobre el adentro de la cárcel”. Pero también empezó a ver otro fenómeno: “hay miles de mujeres de acá y del mundo que me dicen que se encontraron en la historia, que les está pasando lo mismo, que no lo cuentan en el trabajo. De alguna manera la película habilita a hablar de un montón de secretos”.
La película trae una novedad y es una campaña de impacto social que acompaña al estreno. La mujer de la fila no se limita a movilizar desde la pantalla, sino que busca interpelar al público, generar debate y compromisos. Al final, un código qr invita a apoyar concreta y materialmente el trabajo de ACiFaD por condiciones dignas de detención, contra la tortura y tratos inhumanos, por posibilidades reales de reinserción.
La mujer de la fila es un retrato de transformación personal, por momentos incómoda, que en ese derrotero va creando una experiencia nueva de lo colectivo. La imagen es de mujeres espalda con espalda, pero también de luchas que pueden encontrarse con vacilaciones, cansancios, demasiado humanas. La mujer de la fila es una película sobre las muchas formas del amor.