Foto de portada: Roco Perna. Proyecto: foto carnet
“Yo era un adolescente que necesitaba un espacio de acompañamiento. En un momento de angustia, les escribí y me abrieron las puertas. Ahí me hice amigues y la pasé muy bien”, dice Amadeo. En aquel momento llegó sólo buscando un espacio donde sentirse cómodo, hoy es coordinador de uno de los talleres para adolescentes que brinda el Teje.
Los sábados, cada quince días, desde las 14.30, el Club Social 911 abre sus puertas. Alguien calienta agua para el mate, llegan budines, galletitas, frutas. El clima es de bienvenida: entusiasmo y nervios. Algunas familias vienen sin información, otras para acompañar a sus hijes. La mayoría llega por el boca en boca de una mamá de la escuela, una docente copada, alguien del trabajo. Hay quienes se quedan en silencio y recién hablarán en el próximo encuentro.
Mientras les niñes de El Teje Kids juegan, las familias comparten experiencias: cómo hablar con abuelxs, cómo enfrentar a las instituciones médicas o escolares, cómo acompañar a sus hijes. En una sala cercana, adolescentes encuentran un espacio seguro para hacer amigues, experimentar, preguntarse quiénes son sin presiones. En el patio, adultes intercambian estrategias y alivian miedos. Entre charlas, talleres, meriendas y actividades culturales, El Teje fue tejiendo algo más que vínculos: una red de contención y aprendizaje colectivo.
La edad trans
El Teje toma su nombre del primer periódico travesti-trans de Latinoamérica dirigido por Marlene Wayar entre 2007 y 2009 y que abrió una voz colectiva inédita. Más de una década después, un grupo de jóvenes recuperó ese legado para crear un espacio cultural y político donde la palabra y la memoria circulan entre generaciones. Por eso, cuando Marlene Wayar y Susy Shock les invitaron al Cotorral, la emoción fue inmensa: era la confirmación de que estaban tendiendo un puente intergeneracional con sus principales referentas, fue un momento bisagra en el Teje. “El espacio nació de la necesidad de encontrarnos entre personas trans. Éramos un grupo de ocho o diez amigues, todes más o menos transitando la transición al mismo tiempo, sin referentes con mucha experiencia. Nos reuníamos casi todas las semanas y, cada vez, se sumaba más gente. En una de esas charlas nos preguntamos: ¿qué lugar ocupamos en la ciudad? Ahí entendimos que los espacios o eventos trans que existían nos quedaban lejos”, en términos geográficos y simbólicos, recuerda Juana, una de las primeras integrantes de El Teje. Ese fue un momento de ebullición: ganas de conocer a otras personas travestis, trans y no binarias, y de abrir un lugar propio.
La primera apuesta llegó en octubre de 2022, con un evento que desbordó todas las expectativas: casi cien personas llegaron, sin saber muy bien qué iba a pasar, a la Cooperativa Cultural 911, por entonces en Chacarita. Dónde les abrieron las puertas para una propuesta cultural para travestis, trans y no binarias (ttnb) inspirada en la “Vaginoplastia Fest” de Madrid, un encuentro artístico y político para recaudar fondos para una cirugía, que Juana conoció durante un viaje. De regreso en Argentina, convencida de que había que hacer algo similar, impulsó junto a sus amigues un espacio donde escuchar a activistas históricxs, compartir experiencias y tejer comunidad.
Ese primer encuentro fue la prueba de que algo nuevo y necesario se estaba gestando. El boca en boca multiplicó la convocatoria y pronto se sumaron nuevas demandas: primero los talleres para adolescentes, después los de infancias y familias, y más tarde el de adultes, que comenzó a fines de 2024. Juana cuenta que siempre se trató de generar un punto de encuentro “había una particularidad medio de casualidad y a la vez no, un espacio de transiciones muy no binarias, como una manera de transicionar como muy particular. También era lo que más nos interesaba discutir en ese grupo de personas al principio, como qué tipo de persona trans somos y cuál es nuestra vivencia y qué implica esta vivencia que se corre de perseguir tanto la idea de o mujer trans o varón trans en el sentido de lo binario que que tiene esa definición”.
Hoy, todos los espacios funcionan de manera gratuita con talleristas, docentes, psicólogues, personas trans y no binarias que acompañan desde sus propias trayectorias, y continúan encontrándose en la Cooperativa 911.“Creemos que acompañar es un gesto político y nosotros elegimos hacerlo desde el cuidado y la afectividad. Frente a tanto odio, la respuesta es dar el cariño que no tuvimos, el mimo que no tuvimos, encontrar las palabras que no tuvimos”, explica Juana.
A mediados de 2024, realizaron un proyecto fotográfico llamado “FOTO CARNET” que tuvo como objetivo visibilizar con retratos artísticos los distintos tipos de identidades y cómo se nombraba cada persona, las infinitas posibilidades en cada expresión de género. Juana cuenta que fue una forma en la que cada uno pudo contar algo de su historia: “Muchos se anotaron solo para participar de ese proyecto fotográfico y después se hicieron muy amigas”.
Les talleristas destacan que el rol de acompañante y acompañado cambia constantemente. “Las infancias me enseñaron mucho de mi propia identidad. Hay niñas trans hace más tiempo que yo. Esa convivencia intergeneracional rompe jerarquías y abre preguntas sobre nuestros procesos, por ejemplo la edad trans”, dice una de las fundadoras del espacio.



Talleres, educación sexual integral y un presente en disputa
El taller de adolescencias nació como respuesta a una necesidad urgente. Amadeo, que llegó al Teje gracias a su papá, recuerda aquel inicio: “En un momento de angustia les escribí y me abrieron las puertas. Cuando se lanzó la convocatoria llegaron 30 adolescentes de golpe. No había organización pensada, pero ahí estábamos, necesitando encontrarnos, hacer amigues”. Hoy, desde la coordinación, dice que el rumbo lo marcan les pibis que se suman. “Les escuchamos y armamos propuestas en base a lo que traen”, sostienen.
Dante tiene 19 años y es otro de los coordinadores del espacio. Siente que cada encuentro lo conecta con algo más grande, poder ver a las infancias y a las familias le recuerda que él también fue infancia trans, aunque no lo haya vivido de ese modo, y que existen personas trans a los cincuenta años, construyendo otras referencias posibles.
Mimi, que está a punto de recibirse de psicologue, suma otra capa a esa experiencia colectiva: “En la adolescencia todo se intensifica. Es el momento de preguntarse quién soy, qué me gusta, con quién quiero compartir mi vida. Cuando no hay referencias, quedás en banda y parece que nada tiene sentido. Al Teje se viene ahacer amigues, a experimentar y preguntarse sin presiones, en un lugar seguro con pares. Eso no siempre pasa, y mucho menos en una adolescencia trans”. Les tres coordinadores hablan apasionades sobre el trabajo que llevan adelante, y aseguran que cada encuentro es también un aprendizaje.
Iris, coordinadora del taller de familias y mamá de una infancia trans, asegura que es gratificante ver cómo las familias llegan y cómo van atravesando sus angustias y sus preguntas de manera colectiva “quiénes se acercan vienen a preguntar, a buscar herramientas para defender a sus hijes de los entornos, de las instituciones. Cambia la expresión de las familias con el transcurrir de los encuentros, llegan con mucha angustia y después se van sintiendo cómodos. A veces es solo descarga como por ejemplo festejar que la maestra ya respeta los pronombres. Acompañamos esos grandes triunfos, como enfrentarse a los abuelos. Y también los prejuicios y los propios miedos de acompañar a nuestros hijes en en su camino por construir la identidad que desea. Pero también tengo miedo de que nadie le ame. También tengo miedo de que sufra discriminación toda la vida. Se trata de un espacio tan seguro, que podemos compartir lo que nos pasa”. Iris lo compara con una sala de espera, en la que antes esperaban a los niñes mientras hacían sus actividades, algo incómodo y poco organizado, ahora esa sala de espera se transformó en un dispositivo de escucha y grupalidad: “Antes éramos unos conversadores mientras esperábamos que les niñes hicieran actividades. Nos dimos cuenta de que allí se generaba comunidad, y armamos talleres pensando en cómo organizar esa grupalidad”.

Esa pedagogía de la escucha, sostiene a las familias y a las infancias, además de ser una forma de armar comunidad en un contexto que nos empuja a la individualidad. “No quiero que los niñes se lleven de El Teje la idea de que tienen un promedio de vida de 40 años. Festejamos cumpleaños, festejamos cuando logran contarle a alguien que les importa que son trans o cuando la maestra ya respeta los pronombres. La celebración y la ternura alivian”.
La ESI también es clave. “Fue soñada desde la calle, pero cuando se convirtió en ley empezó la tensión con el Estado. Implementarla siempre fue un campo de batalla. Hoy que quieren recortar recursos y contenidos, tenemos que recuperarla como contradicción viva. Lo interesante es que acá la familia no es un obstáculo, sino protagonista”, plantea Iris sobre la articulación con otras instituciones y su trayectoria de llevar la ESI afuera de la escuela.
Lxs jóvenes también problematizan la actual Ley de Educación Sexual Integral. Amadeo recuerda la incomodidad de escuchar contenidos sobre género sin poder decir que él era trans: “Fue fuerte, porque hablaban de personas como si fueran un tema, no como si pudieran estar en el aula”. Dante coincide: “La falta de ESI se nota. Y cuando aparece, suele ser muy hetero-cis. La información es valiosa, pero está planteada para otras identidades. Quedamos afuera. Prefiero una ESI hetero-cis a ninguna, pero no es suficiente. A mí nunca me enseñaron la Ley de Identidad de Género, y me habría hecho mucho bien. Cuando se defiende la ESI no se discute qué falta y a quiénes excluye”.


La violencia atraviesa esas experiencias, porque muchas veces señalan en vez de acompañar. Así lo vivió Dante: “Es súper violento estar en una clase de ESI donde se debate tu existencia, como si fueras un tema polémico. No se proyectan aulas con personas trans, y eso expulsa. Nunca tuve más ganas de irme de una clase que esa vez”.
La coyuntura suma gravedad. En febrero de 2025, el presidente Javier Milei firmó un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU 62/2025) que prohibió el acceso a tratamientos médicos de afirmación de género para personas menores de 18 años, además impuso restricciones sobre el tratamiento penitenciario, como alojar a personas trans según su sexo registrado al cometer el delito. Fueron varias las organizaciones de derechos humanos y lgbt que apelaron la decisión y muchos especialistas la tildaron de inconstitucional. En abril de 2025, un tribunal federal de Paraná declaró inconstitucional este decreto, devolviendo el acceso a los tratamientos a menores en un caso específico presentado en la justicia.
En ese entonces, desde El Teje salieron con un comunicado y una carta abierta de les adolescentes que manifestaba: “Es muy importante que no se deje de hablar de lo esencial que son las leyes. Hoy en día nos protegen y lo importante de que sigan vigentes, porque de lo contrario nos va a afectar muchísimo (…) todas esas personas que salen a hablar mal de nosotres y dicen que nos obligan a ser trans, son personas que nunca en su vida hablaron con una infancia/adolescencia trans, que nunca se tomaron el tiempo de conocernos, de conocer nuestras vidas, nunca nos dieron el lugar y siempre hablaron desde la ignorancia y el odio”.
Desde su asunción, los discursos del Presidente Javier Milei demonizan al colectivo LGBTIQ+, plegándose a la línea de Donal Trump y de la ultraderecha en el mundo. Sin ir más lejos, en julio de 2025, un grupo de diputados libertarios presentó un proyecto para modificar la Ley de Identidad de Género de forma más amplia: proponían que las personas mayores de 18 años paguen “a su costo exclusivo” los tratamientos médicos, es decir, que dejen de estar cubiertos por el sistema público, el PMO o las obras sociales. En agosto, el Senado organizó un debate titulado “Ley de Identidad de Género en debate. Testimonios sobre sus consecuencias”, como si fuera un tema discutible o debatible. Frente a esos embates, en El Teje se preguntan: “¿Por qué el ataque es a las infancias trans que no representan ni el 1% de la población? Nos quieren robar el futuro. Podrán hablar mucho de libertad, pero las infancias trans son la liberación”. Sin embargo, gracias a la organización y la resistencia colectiva que sale a la calle a defender los derechos, estos ataques no avanzaron. La Ley de Identidad de Género sigue en vigor con sus derechos fundamentales activos.
Aun así, el gobierno nacional insiste en medidas regresivas, como la prohibición por decreto de tratamientos a menores, medidas que hoy se encuentran judicializadas, pero que profundizan la preocupación de la comunidad trans y LGBTIQ+.
Iris advierte: “Esto solo va a empeorar. Están cerrando centros de formación docente. Si antes la ESI no se daba por decisión política, ahora cada vez hay menos espacios de formación”. La respuesta de El Teje, sin embargo, no cambia: organización y encuentro para abordar colectivamente los miedos. Como resume Juana ante la ignorancia “lo importante es estar juntes en estos momentos, fortalecer los lazos y agrandar el abrazo”.
¿Qué es acompañar?
La palabra que más se repite en El Teje es acompañar. Para Iris, significa hacer lazo: “No es altruismo. En ese entramado también construyó la red que me ayuda a criar a mi hija. Esa seguridad es para todes”. Amadeo agrega que muchas veces es simplemente estar y escuchar a hablar a alguien sobre la chica que le gusta, compartir un libro, sostener en un momento de crisis “lo más importante es mostrar que hay futuro, que vamos a seguir existiendo”. Dante coincide: “A veces el solo hecho de ser ya es acompañar. Estar entre elles, mostrar que hay otras formas de ser y que no están soles”. Mimi, también suma su perspectiva sobre ese acompañar que trasciende las palabras “los talleres habilitan identidades y preguntas. Acompañar es dar lugar. Y cuando toca dar una mano, nos organizamos para armar respuestas”.

Juana sintetiza el espíritu del Teje: “El rol de quien acompaña cambia todo el tiempo. A veces sos acompañante y acompañada a la vez. Les niñes me enseñaron mucho de mi propia identidad: hay chiques que son trans hace más tiempo que yo. Estar todas las generaciones juntas rompe jerarquías y te ilumina partes de tu proceso. El acompañamiento político, desde el hacer transfeminista, lo pienso con siete verbos: acompañar, cuidar y reparar; e imaginar, crear y organizar otras realidades posibles. Mientras hacemos todo eso, nuestras vivencias también sanan. El acompañamiento no es solo hacia afuera: es una tarea que nos transforma colectivamente”.
¿Cómo participar?
Podés seguirles en Instagram @Elteje__, consultar por los talleres que funcionan los sábados cada quince días, y eventos culturales, todas actividades gratuitas y accesibles. El Teje Kids, para niñes de 4 a 12 años, donde se trabaja la identidad a través del juego y en articulación con las familias. El Teje Teens, para adolescentes hasta 18. El Taller de familias y el de adultxs.