Dame la perseverancia de las olas del mar, que
hacen de cada retroceso un punto de partida para
un nuevo avance
Gabriela Mistral
“El partido se juega hasta el último minuto”, dijo Pierina Ferretti, presidenta de la Fundación Nodo XXI de Chile en diálogo con LatFem unos días antes de la elección del pasado domingo. El escenario de la primera vuelta dejó un panorama más que adverso para la candidata del oficialismo por el Partido Comunista en la coalición “Unidad por Chile”. En términos electorales tenía menos de treinta días para intentar duplicar el piso del 26% alcanzado en noviembre y un espectro que iba desde la derecha tradicional hasta la extrema derecha que logró acumular el 50% de los votos. Los candidatos de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y del Partido Nacional Libertario rápidamente manifestaron su apoyo al republicano y le garantizaron un rumbo cómodo hacia la segunda vuelta. Por otra parte, Franco Parisi, el candidato por el Partido de la Gente (PDG) hizo valer su 19% que lo consagró como tercera fuerza electoral y desafió a Jara y a Kast a “que se ganen los votos en la calle”, e incluso alentó el voto nulo, aunque esta estrategia no logró adeptos y en la segunda vuelta sólo representó a 800 mil votantes.
Dar vuelta este resultado era remar a contracorriente, pero había que jugar el partido hasta el final y, en definitiva, perseverar y seguir haciendo política. En las calles, en las redes, artistas, feministas, militantes por los derechos humanos, desde diferentes sectores se incrementaron los esfuerzos que llamaron a votar por Jeannette Jara, algunos desde posiciones críticas, pero con la profunda convicción de organizar la resistencia y entretejer un destino común por fuera del ideario de la ultraderecha contemporánea que trae las sombras de un pasado conocido para Chile.
El clan Kast: la otra cara de La Moneda
El domingo, con las primeras horas de la noche, Jeannete Jara reconoció la derrota y afirmó en sus redes: “La democracia habló fuerte y claro”. Jara en sus redes sociales y señaló los 17 puntos que la separaron de José Antonio Kast, quien después de sus tres intentos, finalmente se convirtió en presidente electo de Chile. En 1973 el pinochetismo ocupó el Palacio de La Moneda mediante un golpe de estado que instaló una de las más sangrientas dictaduras en Sudamérica. Cincuenta y dos años después, ese legado vuelve encarnado en la figura de José Antonio Kast y, por primera vez por vía democrática, vuelve a La Moneda como la opción electoral más convincente al obtener el 58% de los votos.
José Antonio es hijo de Michael Kast, por entonces un joven militante del Partido Nazi en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial que encontró refugio en territorio chileno una vez finalizada la guerra. Miguel, hermano del presidente electo, fue un Chicago Boy que llegó a ser ministro de Trabajo de la dictadura de Pinochet y presidente del Banco Central. Durante sus años de estudiante universitario en la carrera de abogacía de la Universidad Católica, José Antonio Kast comenzó a participar activamente en núcleos de jóvenes influenciados por Jaime Guzmán, el autor intelectual de la Constitución Nacional de Chile durante la dictadura. Guzmán se convertiría en una suerte de mentor político de aquel joven Kast que, años después integraría las filas de la UDI para luego romper con esa fuerza y fundar su propio Partido Republicano, porque era necesario afianzarse más a la derecha aún y sin vacilar reivindicar al pinochetismo.

Los años pasaron y la influencia del pinochetismo, de Guzmán y el conservadurismo católico siguen intactos en Kast. “La gran diferencia es que las dos veces que la derecha gobernó desde el retorno de la democracia, fue con el liderazgo de Sebastián Piñera que, dentro de la derecha representaba a una derecha no pinochetista. Fue el único líder importante dentro de la derecha chilena que votó contra Pinochet en el plebiscito de 1988, eso le valió muchas dificultades y resistencias dentro de la propia derecha pero también fue lo que le permitió ser el primer presidente de derecha en la posdictadura porque no arrastraba en su espalda un pasado pinochetista”, explicó Pierina Ferretti, socióloga y directora ejecutiva de la Fundación Nodo XXI. Mientras que, “con José Antonio Kast a partir del próximo 11 de marzo vamos a tener por primera vez un presidente abiertamente pinochetista que tuvo a su familia y su hermano vinculado directamente a la dictadura siendo ministro. Su familia está involucrada en casos de violaciones a los derechos humanos como cómplices civiles en ejecuciones y detenciones de personas”, sostuvo Ferretti.
Al clan Kast, como se conoce a la familia, siempre lo rodeó la sombra más aterradora de la extrema derecha vinculada al genocidio y delitos de lesa humanidad, de hecho, en el marco de la causa que investigó el caso de la matanza de Paine que durante el golpe de estado asesinó y torturó a 38 campesinos, fue involucrado el clan de los Kast. Otra sombra que persigue a Kast es la del genocida Miguel Krassnoff condenado en más de 80 causas a más de 1000 años de prisión por delitos de lesa humanidad. “Kast planteó en años anteriores indultos a los violadores de derechos humanos, a los criminales que están presos por delitos de lesa humanidad y los ha ido a visitar a la cárcel”, advirtió Pierina Ferretti.
Ante la posibilidad de considerar el indulto a condenados por delitos de lesa humanidad atendiendo a razones humanitarias, en el último debate Jeannette Jara no dudó en recordar la historia de una víctima de Krassnoff e increpó a Kast: “Cuando se plantea indultar a alguien por razones humanitarias como Krassnoff, no puedo dejar de acordarme del caso de una mujer que le sobrevivió y que comentó a través de una carta en el diario La Segunda cómo el mismo Krassnoff le ponía en su vagina corriente y le decía ‘para tu guagüita’”. La mujer era Cecilia Bottai y la “guagüita” no pudo llegar a término. De inmediato su hija e hijo señalaron en redes sociales que “como hijos, y como familia, nos parece impresentable que el candidato Kast no haya sido capaz durante toda la campaña de descartar un indulto a Krassnoff, el peor criminal de la historia de Chile. Su incoherencia y falta de humanidad son impresionantes”, manifestaron.
El triunfo de Kast no es el triunfo de la derecha tradicional, es la construcción de sentido que imprimieron años de neoliberalismo y es una suerte de cheque en blanco a “un tipo de la derecha pinochetista radical, que además de tener un rol muy destacado en la internacional reaccionaria, tuvo cargos en organizaciones internacionales de extrema derecha. Representa una derecha que no ha estado en el poder por la vía democrática anteriormente”, añadió la directora de Nodo XXI.

¿Cómo llegamos hasta acá?
Parece una pregunta recurrente en la región, y pensando en ciertas semejanzas con el escenario argentino, las sombras de los crímenes de las dictaduras en ambos países no tuvieron el peso esperado al momento de votar en defensa de los derechos y en defensa de la democracia. ¿Los cincuenta años que nos separan de esa historia quedaron demasiado lejos? ¿Esa memoria quedó desconectada de las nuevas generaciones? ¿En qué consiste defender la democracia hoy? Para responder esa pregunta habrá que mirar más de frente a estas democracias en las que se pasean como en casa líderes autoritarios con metralletas y motosierras, y otros más elegantes pero con los mismos ánimos y, aún con menos promesas logran canalizar frustraciones sociales que devienen en voto popular para consagrar enormes transferencias de riqueza desde los sectores más golpeados a las pocas manos de los sectores más concentrados.
Para pensar en el caso chileno, Pierina Ferretti ubica un primer punto de análisis en el estallido social de 2019 y el desenlace del proceso constituyente durante el gobierno de Gabriel Boric. El estallido fue un punto de inflexión: “Expresaba de manera más o menos orgánica malestares de la sociedad chilena con las consecuencias de la implantación del modelo neoliberal, lo que no quiere decir que haya sido explícitamente antineoliberal. Era el malestar social por las condiciones de vida, de endeudamiento, de bajos salarios, malas jubilaciones, de una educación muy cara. La canalización institucional de ese proceso tuvo algunos déficit, el primero fue que se canalizó por un proceso de cambio constitucional. Tenemos todavía la constitución de la dictadura, que es una pared de concreto que nos impide cambios más estructurales en el modelo económico y social chileno, porque están constitucionalmente amarradas”, explicó. El acontecimiento histórico que trajo el estallido requería de otros movimientos políticos adicionales. “Tendríamos que haber empujado de inmediato una agenda social de emergencia, eso faltó, entonces esa movilización termina sin triunfos concretos y eso fue uno de los elementos que nos llevan a fracasos posteriores. Una vez que la constitución se propuso en el año 2022 fue derrotada de una manera muy implacable y con un voto muy transversal y popular. Por supuesto que las fuerzas de izquierda, los movimientos sociales, feministas, ambientalistas, y el propio gobierno quedamos tremendamente debilitados y llegamos en esa condición de debilidad a esta elección”, analizó Pierina.
A las deudas de la democracia, se le suma el asedio a la democracia que representan los líderes autoritarios de la ultraderecha en el poder. Por eso, la organización no se puede hacer esperar. “La izquierda, la centro izquierda y los movimientos populares tenemos la obligación de preocuparnos en entender por qué la mayoría del pueblo chileno optó por la ultraderecha y no por nosotros, y ahí tienen que venir críticas autocríticas y la articulación de una propuesta de mayoría. No podemos conformarnos con una izquierda de nicho, con una izquierda y movimientos populares de boutique, de grupos pequeños y convencidos. Tenemos que construir una mayoría social que también se convierta en cuatro años más en una mayoría electoral, porque dejar este país en manos de la ultraderecha es realmente de una tremenda irresponsabilidad, es mucho el daño que pueden hacer y mucho lo que podemos retroceder. Hay que construir un proyecto de mayorías y eso implica decisiones que a veces no son las más fáciles ni las más cómodas, pero me parece que sin esa visión de futuro de construir un proyecto de mayoría podemos dar paso a un ciclo de derecha, no solo a un gobierno de cuatro años”, reflexionó la socióloga anticipando que los próximos años requerirán de un gran esfuerzo para construir una base amplia de oposición.
Hacia un “gobierno de emergencia”
De lo que Kast denominó “un gobierno de emergencia”, todavía hay poco detalle pero los pilares neoliberales están claros y son los mismos que estallaron el 18 de octubre de 2019. Detrás de la idea de emergencia la derecha suele traer medidas agresivas en lo económico y en materia represiva. Por eso, para el progresismo, las izquierdas, los feminismo, y los movimientos populares “serán muchas las tareas, o todas en paralelas. Lo primero será defender los derechos conquistados, impedir retrocesos, vamos a tener que estar muy alertas, muy activos, disponibles para la movilización, y para la defensa para no permitir que haya retrocesos en derechos sociales, en derechos sexuales y reproductivos, en libertades individuales y colectivas. Otra dimensión que es menos popular por el momento autoritario que estamos viviendo, es la defensa de las poblaciones que van a ser más atacadas, pienso sobre todo en la población migrante que es parte del discurso fuerte de José Antonio Kast, y va a ser implacable con el beneplácito y la adhesión de una buena parte de la población chilena. Va a ser impopular defender los derechos de las y los migrantes y creo que ahí la izquierda y la centro izquierda tienen que mostrar su compromiso no solo internacionalista, sino el compromiso con la defensa y la protección de los derechos humanos cuando una parte importante de Chile no va a estar preocupada por los derechos humanos de los migrantes”, advirtió Pierina.
La tarea ya está en curso y los feminismos lo saben, por eso no demoraron en alertar desde la Coordinadora Feminista 8M que “la primera y más urgente tarea del movimiento social y popular es activar nuestra fuerza colectiva y construir una base social amplia de oposición autónoma, capaz de frenar con movilización los ataques que se avecinan. Ellos podrán haber ganado hoy, pero mientras nos unamos en la tarea de afirmar otra salida a esta crisis global, tendremos una brújula que nos permita decir que no nos hemos perdido”. Por eso, el próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora y de la Huelga General Feminista, será una fecha clave que buscará dar cuenta una vez más de un 8M histórico y antifascista que sucederá tres días antes del cambio de mando presidencial.
La tarea está en marcha, será necesario organizar la vitalidad para sostenerse en ella y desde ahí ofrecer resistencia pero también proyección de un destino común por fuera de un plan de explotación de la vida. Será necesario perseverar como las olas del mar.