Cooperativismo para construir nuevos mundos

En el sur de Honduras, donde el acceso a la vivienda es muy costoso, se encuentra la Cooperativa de Vivienda por ayuda mutua COVISANL. Se trata de una comunidad formada por 100 familias que durante más de 10 años trabajaron para construir sus propias viviendas. Lideradas por mujeres, estas familias han demostrado que la organización y el cooperativismo desafían el individualismo imperante, proponiendo una lógica colectiva que transforma realidades. En el mes del cooperativismo, compartimos sus historias y propuestas para el cambio social.

El proyecto de la Cooperativa de Viviendas de San Lorenzo del Valle comenzó en 2008, pocos meses antes del golpe de Estado en Honduras que destituyó al entonces presidente Manuel Zelaya. A pesar de la profunda crisis política y la incertidumbre que se vivía en el país centroamericano, más de 800 personas se unieron con un objetivo común:  garantizar la vivienda para ellas y sus familias. Algunas vivían junto a familiares y amistades, otras alquilaban a precios muy altos y había quienes necesitaban abandonar sus casas por situaciones de violencia. Mientras la tensión política crecía día a día, comenzaron a exigir al Gobierno un préstamo que les permitiera construir sus viviendas, se organizaron para juntar dinero y compraron un gran terreno entre 100 familias, donde ahora viven.

“Nos organizamos como cooperativa, teniendo a la ayuda mutua y la autogestión como un principio fundamental”, cuenta Jeidi López, presidenta de COVISANL, a LATFEM. Luego de adquirir el terreno, construyeron un espacio comunal con apoyo de la organización cooperativa We Effect que impulsó esta iniciativa. Al año siguiente, comenzaron la construcción de las 100 viviendas —una para familia— de manera colaborativa: dividieron la cantidad de trabajos por hacer y las horas que implicaba este proceso para que cada persona lo asuma según sus posibilidades.

Allí, las mujeres tuvieron un rol protagónico. “Nosotras mismas armábamos el hierro, cargábamos bloques y realizábamos diversas tareas de construcción”, recuerda —con una mano en el corazón— Eudora Guevara Reyes, pionera de la cooperativa. A través del trabajo colectivo, lograron construir las 100 viviendas en tan solo un año. “Cuidamos cada casa como si fuera propia, porque así fue realmente ya que las casas fueron sorteadas al finalizarlas y no sabíamos cual nos iba a tocar”, agrega Maribel  Amparo Díaz, tesorera de la cooperativa.

Las cooperativas juegan un papel crucial en la economía hondureña, proporcionando trabajo genuino y servicios a sectores que muchas veces son desatendidos por las instituciones públicas. Según el Informe de Mapeo Cooperativo, realizado en 2019, Honduras cuenta con más de mil cooperativas activas en los 17 departamentos del país. Estas organizaciones no solo ofrecen productos y servicios vitales, sino que también fortalecen la cohesión social y promueven el desarrollo comunitario.

A nivel económico, las cooperativas representan una parte significativa de la actividad productiva en sectores como la agricultura, la banca, comercio y el transporte. En particular, las cooperativas de vivienda, como la de COVISANL, son fundamentales para abordar la desigualdad habitacional, proporcionando acceso a viviendas dignas para miles de familias. Además, estas cooperativas logran la organización de sus miembros, quienes asumen una participación activa en la toma de las decisiones que afectan sus vidas y comunidades.

Convivir en una propiedad colectiva

El proceso impulsado por las mujeres de COVISANL no solo les dio un hogar sino que también fortaleció los lazos comunitarios que hasta el día de hoy —dieciséis años después— se mantienen. No fue fácil: mantener una convivencia armoniosa en la comunidad ha sido uno de los mayores desafíos para la cooperativa, pero juntas lograron hacerle frente a esas tensiones . “Vivimos en una propiedad colectiva, que es muy distinto a alquilarle a un privado sin conocer a quien vive al lado, aquí si alguien tiene un problema lo resolvemos entre todos”, sostiene Jeidi.

La migración de muchas mujeres hondureñas a Estados Unidos en busca de trabajo durante los últimos años afectó la organización, que perdió a algunas de sus integrantes, y algunos varones de la cooperativa —sostienen las cooperativistas— no entienden completamente la importancia del esfuerzo colectivo y actúan como si vivieran en viviendas privadas. “Algunos siguen con la mentalidad de lo privado y eso afecta a la cooperativa, porque el mal de uno es el mal de todos”, dice Jeidi. Sin embargo, la mayoría ha aprendido a convivir y a organizarse de manera colectiva, compartiendo responsabilidades y apoyándose mutuamente.

El proyecto de cooperativismo de vivienda ha sido un cambio de vida, especialmente para ellas. “Nos ha permitido acceder a una vivienda segura, algo muy difícil en nuestro país debido a la desigualdad y la falta de recursos”, explica su presidenta. Pero no sólo se trata de una cuestión de seguridad, es también otra forma de comprender el entramado social y comunitario. “Es mucho más que cuatro paredes, construimos comunidad y eso ha cambiado muchas vidas”.

Vivir en una cooperativa, reflexiona Maribel, les enseñó a compartir responsabilidades hacia adentro de la casa pero también a trabajar juntas en proyectos comunitarios como la huerta y el espacio de cuidados. “Aprendimos que tenemos derechos”, agrega Nancy a la reflexión de su compañera mientras señala una de las banderas que decoran el espacio comunal que reza la frase “Vivienda digna y solidaria para las mujeres. Es nuestro derecho”.

“Es mucho más que una vivienda, construimos comunidad y eso ha cambiado muchas vidas”

Centro Comunitario de Cuidados: un espacio para cuidar y cuidarse

Un logro significativo de la cooperativa fue la creación del Centro Comunitario de Cuidados en el año 2014. Ante la necesidad de garantizar el cuidado infantil en la comunidad, decidieron crear este centro que inauguraron en 2018, tras cuatro años de mucho trabajo. En este espacio, hay una guardería, realizan talleres y celebran los días festivos de la comunidad, como el Día de las Infancias y de las Madres. Además, hay espacios de formación política para quienes integran la cooperativa de vivienda. “Estos proyectos nos han permitido capacitar a nuestros hijos e hijas en temas como las masculinidades, derecho a la vivienda, cuidados y los derechos de las mujeres, algo que de otra manera no hubiéramos podido hacer”, aseguran.

Durante la pandemia, el centro comunitario ofreció servicios gratuitos de acceso a Internet y computadoras para que las niñeces y adolescencias pudieran continuar con sus clases virtuales y así garantizar el derecho a la educación en la comunidad.

Nancy es una de las educadoras que acompaña desde 2018 a las niñeces que transitan por el centro de cuidados. Para ella, si bien es difícil lograr que las personas se apropien del espacio, el centro funciona como un semillero del cooperativismo. “Dejamos huellas en los niños y las niñas, construimos vínculos de cariño y respeto que se mantienen en el tiempo para quienes serán la continuidad de la cooperativa”.

Un cambio de vida

Para las mujeres de San Lorenzo Valle ser cooperativistas ha sido un cambio completo en sus vidas. “Nos ha permitido tener una vivienda propia y ha transformado nuestra forma de pensar y vivir”, dice Maribel. Por su parte, Jeidi destaca la importancia de trabajar juntas en proyectos comunitarios porque —para ella— “es también una forma de relajación y autocuidado”. Tanto el centro de cuidados, las canchas de deportes como la huerta les permiten relajarse y convivir a la vez que refuerzan el sentido de comunidad y solidaridad. “Convivimos, compartimos lo que tenemos y nos dedicamos tiempo para nosotras”, cuenta sonriente.

“La cooperativa ha transformado nuestra forma de pensar y vivir”

El cooperativismo no solo ha sido una herramienta para acceder a una vivienda, sino también una forma de vida que promueve la igualdad y la justicia social. “Estos proyectos de cooperativismo de vivienda cambian vidas, especialmente para las mujeres, porque nos permiten acceder a una vivienda segura y estable”, concluye Jeidi, para quien la organización colectiva y la autogestión son claves para enfrentar las desigualdades sociales.