“Los hombres no saben cómo relacionarse con estas nuevas mujeres”

Miguel Lorente Acosta es doctor en medicina, médico forense y profesor titular de medicina legal en la Universidad de Granada, España. Estuvo en la Argentina invitado por la Procuración General de la Nación para trabajar en la adaptación del Protocolo Latinoamericano de investigación de muertes violentas de mujeres por razones de género de las Naciones Unidas. En esta entrevista con LATFEM habla sobre femicidios, Derecho, Justicia e investigaciones criminales y también define aquello que denomina como neomachismo y posmachismo.

Cuando a fines de la década del `80 empezó a investigar las omisiones en el Derecho de las violencias contra las mujeres, un fiscal lo apodó “traidor” entre quienes trabajaban en el Instituto de Medicina Legal. “Siempre digo que no estoy en ningún grupo de WhatsApp de la universidad, no me mandan videos de mujeres en bikini ni cosas por el estilo”, dice Miguel Lorente Acosta en entrevista con LATFEM. Traicionar el pacto entre varones tiene sus costos. “El machismo nos pone a prueba todo el tiempo. Y cuando te deconstruís no eres bien recibido, eres un traidor. Muchas personas me preguntan por qué me involucro con estos temas si soy hombre”, explica el especialista español.

Miguel Lorente Acosta es doctor en medicina, médico forense y profesor titular de medicina legal en la Universidad de Granada, España. Su primer vínculo con las violencias machistas fue ocuparse como forense de distintos casos de mujeres maltradas. “Mi marido me pega lo normal, pero esta vez se ha pasado y quiero denunciarlo”, le dijo una de ellas y ese comentario fue un disparador para él. Empezó a buscar explicaciones de las tramas de esa normalidad inexistente. Estaba seguro de que la cuestión superaba los límites individuales y comenzó a preguntar, a buscar bibliografía. Hasta que dio con las feministas norteamericanas, aquellas que nombraron al patriarcado como sistema.

En 2014, Lorente Acosta trabajó dentro del grupo de expertxs que armó el Modelo de Protocolo Latinoamericano de investigación de muertes violentas de mujeres por razones de género de las Naciones Unidas. A fines de octubre estuvo en Buenos Aires invitado por la Procuración General de la Nación. Junto a la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) están impulsando un instrumento de investigación fiscal para adecuar el modelo regional a la realidad de la Argentina. También participó de la mesa de trabajo “Desafíos y buenas prácticas en materia de investigación y litigio de casos de femicidio”, en la que disertó sobre los “Aspectos forenses en la investigación de casos de femicidios”. Lorente Acosta citó las cifras de Naciones Unidas que señalan que cada diez minutos una mujer es asesinada y son 50.000 las mujeres víctimas de femicidio en contextos de pareja.

“Si tu ves las cifras de Naciones Unidas en homicidios van disminuyendo poco a poco pero el femicidio se mantiene y en el último año han aumentado. Entonces no tiene sentido que seamos capaces de resolver y contrarrestar homicidios que se dan en contextos mucho más sofisticados, con criminalidad organizada, con mafias y tecnologías, y que no seamos capaces de resolver los femicidios que pasan en la puerta de al lado”, dice el experto. En esta entrevista con LATFEM habla sobre femicidios, Derecho, Justicia e investigaciones criminales y también define aquello que denomina como neomachismo y posmachismo. Dice que no mira series policiales y que trata de desconectarse de su trabajo como forense y profesor cuando escribe poesía. Tiene dos blogs con títulos que hablan de él mismo: autopsia y cardiopatía poética.

Desde la perspectiva de la investigación criminal, ¿cuál es la diferencia entre el feminicidio y el resto de los crímenes?

El femicidio es un crimen moral. Lo habitual es pensar en un crimen instrumental: gente que mata para robar, por un ajuste de cuentas. Algo concreto, material e inmediato. En el crimen moral, no. Se hace para defender ideas, valores, sentimientos, creencias. Es como una forma de terrorismo. Ante ese crimen moral hay una especie de reivindicación del grupo. Cuando un varón mata no está defendiendo su masculinidad nada más, defiende “la” masculinidad que cree que es la buena.

En los medios se patologiza al femicida o se presenta como el único acto de violencia que tuvieron, como si fuera un arrebato. El machismo está en todas partes. La canción dice que “el amor está en el aire”, pero no, lo que está en el aire es el machismo.

En la mesa de trabajo hizo una diferenciación entre cultura y conducta machista….

El machismo es cultura no es conducta. Toma lo masculino como referencia y eso da lugar a conductas. El hombre más bueno del mundo es machista. Entonces, para no ser machista hay que dejar de serlo. No alcanza con decirlo. Como enunciado está bien pero hay que deconstruirse. Tanto mujeres como varones y todas las identidades. El machismo está en la identidad, en el ser hombre y ser mujer. Si no te cuestionas eso, te estás equivocando.

¿Se considera feminista?

Sí, totalmente. Respeto que me digan que no lo soy aquellas compañeras que dicen que los hombres no pueden serlo. No es una cuestión biológica. La experiencia feminista claro que es distinta.

Uno de sus libros se llama Los nuevos hombres nuevos. Decimos que el feminismo está transformando a las identidades femeninas, ¿y los varones?

Los nuevos hombre nuevos son los hombres de siempre. Las masculinidades han cambiado a lo largo de la historia para seguir iguales: los cambios que han hecho son adaptativos pero no transformadores. Los hombres de ahora se ocupan de la casa, de los niños, las niñas mucho más que antes, pero siempre tienen el recurso del poder a su alcance. No han dejado de tenerlo.

Usted habla de posmachismo, ¿de qué se trata?

El posmachismo es una reacción del machismo ante el avance del feminismo aparentando que ha superado al propio machismo. Lo que percibe el machismo ahora es que lo que está en juego no son los tiempos y los espacios sino las identidades. Ya no es si los hombres y las mujeres tienen derechos de estar aquí o allá, o las cuotas de poder. Eso está en el debate pero no es el debate de fondo. Ya no nos conformamos con eso. Estamos reivindicando lo que es ser hombre, ser mujer y todas las identidades. Entonces, si tu desmontas lo que es la identidad masculina sobre la cual se ha estructurado todo; le quitas el sentido a esa construcción. Se viene todo abajo

El posmachismo juega con la confusión. La confusión genera duda, la duda genera distancia del problema y eso provoca pasividad. La pasividad hace que todo siga igual.  Algunas de las frases que se instalan desde el posmachismo son: “la mayoría de las denuncias de las mujeres son denuncias falsas”, “lo hacen para quedarse con los niños y la paga de la casa”. Juegan con los mitos de la mujer perversa.  Ante la consigna de Ni Una Menos dicen “Nadie menos, ¿por qué es que la vida de la mujer vale más que la vida del hombre?”. A ningún cardiólogo cuando da una conferencia del corazón le dicen: “Usted del riñón no dijo nada”. Son argumentos que son ilógicos en otros ámbitos.

Otra de las preguntas que nos hacen desde el posmachismo cuando hablamos de estos temas: “¿Y la violencia que sufre el hombre qué?”. A nadie se le ocurre tratar a una hepatitis vírica como una hepatitis tóxica, y nadie se siente discriminado y pregunta “¿Y la hepatitis tóxica que?”. Esto solo ocurre con los planteos del feminismo. Desde el posmachismo se lanzan mensajes aparentemente igualitarios y a la gente impregnada por la cultura machista les resulta más fácil de entender y asumir. Hay una falsa igualdad punto cero que intenta ocultar la desigualdad que viven las mujeres.

¿Qué vínculo hay entre el neomachismo y el posmachismo?

El neo machismo son las nuevas formas de ejercer el machismo, pero lo que articula todo es el posmachismo. Los hombres quieren que lo masculino sea referencia. No entienden que lo hombre no sea siempre la referencia de todo. Entonces, hay una transformación asimétrica. Las mujeres están cambiando y están transformando a la sociedad pero sin los hombres. Porque ante este avance los hombres se repliegan frente a posiciones más conservadoras porque ser hombre es ser no-mujer. Entonces se consideran perdidos e innecesarios. No saben gestionar cómo relacionarse con estas nuevas mujeres. Entonces, las mujeres buscan hombres que no existen y los hombres buscan mujeres que han dejado de existir. Hay que reencontrarse en la igualdad.

Volvamos al tema de los femicidios que es lo que lo tiene de visita en Argentina ¿Cómo investigar los femicidios y cercar la impunidad?

El femicidio es una conducta machista que tiene una historia. Decir crímenes por razones de género a veces confunde. El Derecho está acostumbrado a juzgar conductas o hechos pero no delitos con historia. En el femicidio hay un proceso que entender: a nadie se le ocurre que cuando una persona roba un banco pasaba por ahí y lo robó aunque sea un atraco muy precipitado. Siempre se parte de la base que hubo una planificación ahí. Y la investigación empieza no solo cuando entra en la puerta del banco sino desde antes. Se buscan las llamadas de los días previos, las cámaras de seguridad del lugar para ver si estuvo por ahí. Con el femicidio tiene que ser igual, nadie mata porque se le va la cabeza. Hay todo un proceso que tenemos que observar para poder mirar esa historia.

¿Dónde observar ese proceso?

En la historia deja muchas huellas: en los objetos de la casa, en las mascotas, en todo lo que está vinculado a la víctima. Hay que aprender a ver esa escena del crimen. Hay que aprender a mirar desde los ojos del agresor. Desde nuestro lugar siempre hay dolor, tristeza y empatía, pero eso no nos permite ver por qué el agresor hace lo que hace. En el femicidio hay que ver todo eso.

Es como cuando una persona tiene un accidente de tráfico y tienes múltiples heridas. Si tienes una lesión en la arteria femoral nadie se para a mirar los arañazos que tienes en la cara, vas directo a la femoral. Pero si luego en la investigación se preguntan: “¿fue un atropello o fue un choque?” Eso la femoral no lo va a decir. O si te preguntas si el cinturón de seguridad estaba puesto.

Y el cuerpo es otro lugar donde se observan las huellas….

Hay un elemento que demuestra el odio manifiesto que hay cuando un hombre mata a una mujer. Cuando mata lo hace para responsabilizarla de algo, para reforzarse él mismo. Hay varios elementos que se traducen en violencia y esa violencia se traduce en el número de golpes o el número de puñaladas. También se ve en el mecanismo que utiliza: matar con las manos no es fácil, exige tiempo y proximidad. Y ahí se ve el componente de odio manifiesto. El estrangulamiento o el uso del lazo ve la resistencia de la persona va cambiando. Si no hay odio, ese proceso se abandona. Estos elementos son propios del femicidio.

Llama la atención en muchos casos de femicidio, que luego de asesinar a la mujer, el agresor se suicida y la causa se extingue porque no hay a quién investigar….

Hay dos grandes conductas de los varones tras un femicidio: presentarse ante la policía o suicidarse. Los que están más integrados socialmente y tiene mayor reconocimiento, que tienen una posición ética o moral que consideran valorada, no quieren enfrentarse a esa gente que los ve bien. Cuando se dan cuenta que van a ser rechazados, prefieren el suicidio por una cuestión de honor. Pagan el precio de haber hecho algo que no es bien visto socialmente.

El más frecuente es el que se entrega voluntariamente porque cree que lo que hizo es lo que tenía que hacer. Es más: muchas veces se siente más hombre. Cuando me tocó entrevistar agresores muchos me decían: “no se confunda usted conmigo, yo he matado a mi mujer pero no soy ningún delincuente. No voy a matar a nadie más, ni voy a robar, ni voy a traficar drogas”.

En la mesa de trabajo hablaste de conductas femicidas, ¿cómo son esas conductas?

El femicidio es una conducta machisgénica porque nace del machismo. El resultado es que se mata una mujer pero hay que ver el origen de ese resultado. El proceso inicial que permite que haya femicidios, travesticidios es porque todo parte de un hombre que cree que su posición es referente y aquella persona que no se ajuste a su idea de identidad en tiempo y espacio puede ser corregida y castigada hasta el punto del femicidio.

¿De qué se trata el protocolo Latinoamericano de investigación de muertes violentas de mujeres por razones de género de las Naciones Unidas?

Es un proyecto que ha puesto en marcha la UFEM para adaptar el Protocolo Latinoamericano de actuación en casos de femicidios que hicimos en 2014 para adaptarlo a la Argentina. Son cuatro fases de adaptación y estamos en la primera que es la elaboración del borrador. A partir de ahí hay que validardo, realizar capacitaciones y evaluarlo. Hay países que aplican directamente este protocolo y otros que iniciaron el proceso como en Argentina. Por ejemplo, Perú.

Lo que observamos cuando empezamos a trabajar en este protocolo es que la policía y los forenses no están haciendo bien las cosas, porque resuelven todos los crímenes menos los femicidios. No es un problema de recursos, de aislamiento, de cadenas de custodias, sino de no saber mirar la realidad del femicidio. No es tanto cómo tener que investigar, sino qué tienes que ver. Alphonse Bertillon, un criminalista francés del siglo XIX, decía “solamente se ve lo que se mira” y sólo se mira lo que se tiene en la mente.

En Argentina entre 2014 y 2016 se triplicaron los femicidios de adolescentes y jóvenes, el protocolo de Naciones Unidas parece estar enfocado a los asesinatos de mujeres que ocurren en el ámbito doméstico….

Es cierto que no hay muchas estadísticas, pero se observa este incremento del femicidio adolescente. En el protocolo de actuación hablamos del universo femicida. Hay especialistas que hablan de hasta 15 tipos de femicidios. Nosotros intentamos hablar de dos grandes polos motivacionales. Uno tiene que ver con creer que la mujer es de su posesión. “Es mi hija, es lesbiana y la mato porque no es una buena mujer”: ese puede ser un tipo de femicidio.

Y luego en el otro polo es la mujer vista como objeto: “no es mía pero es un objeto que uso, rompo y puedo disponer de ella por mi posición”. En el femicidio íntimo prevalece la posesión y en el femicidio sexual el objeto. En esos contextos femicidas donde hay víctimas adolescente aparece el objeto con intento de posesión: “Quiero salir contigo, estás en mi barrio, me gustas pero como no puedo tenerte, te mato”.

De alguna forma en los femicidios de adolescentes se replica la misma dinámica que se produce en los casos de violación. Los contextos en los que se da una violación suelen ser en los grupos de amigos, entre conocidos, grupos relacionales, la víctima los conoce. Los casos de desconocidos absolutos aparecen con mayor frecuencia en las películas que en la vida real. Este protocolo es de comienzo no es el final, así que investigaré sobre esa línea para poder profundizarlo.

El femicidio es un crimen moral. Lo habitual es pensar en un crimen instrumental: gente que mata para robar, por un ajuste de cuentas. Algo concreto, material e inmediato. En el crimen moral, no. Se hace para defender ideas, valores, sentimientos, creencias. Es como una forma de terrorismo. Ante ese crimen moral hay una especie de reivindicación del grupo. Cuando un varón mata no está defendiendo su masculinidad nada más, defiende “la” masculinidad que cree que es la buena.